* ESTEBAN: TU REVOLUCIÓN HUELE FEO. ENRIQUE PEREIRA
* TIEMPOS DE PILLAJE. TRINO MÁRQUEZ
* GUIÓN DE SALIDA. ORLANDO OCHOA
ESTEBAN: TU REVOLUCIÓN HUELE FEO. ENRIQUE PEREIRA
No precisamente a rosas, olorosas y sutiles. Me lo dijo un día Ángel: “tendrás que acostumbrarte a escribir entre líneas”. Me sugería que escribiera para que cuando voy, parece que viniera de regreso. Tal como lo hicieron los escritores durante la época del franquismo en España, o los que tuvieron que esconderse detrás de sus palabras en las épocas de dictadura en Venezuela. Así lo hizo Francisco Pimentel, oculto en su pseudónimo “Job Pim”, atacó a la dictadura gomecista hasta que sus letras lo pusieron a rodar por las cárceles del país.
En Cuba la técnica es harto conocida. En Cuba aprendieron a criticar por señas y a cuidarse hasta del suspiro de los perros que se acuestan en tu puerta. Aprendieron a llevar palo por expresarse y aprendieron que cualquier actitud que no le guste al gobierno, puede ser convertida en terrorismo, intento de magnicidio, vilipendio, ultraje a los símbolos patrios o cualquiera de una larga lista de motivos para ir a parar a cualquiera de las cárceles del régimen. Sabor a esa medicina sintieron nuestros treinta y cinco hermanos, a los cuales arrastraron hasta la superficie, desde los vagones del Metro, para terminar presos por un par de dias y acusados de secuestradores de trenes y políticos colapsadores del transporte público.
De esa manera, Esteban ha cobrado vida de la mano de algún otro escritor y de algunos periodistas que acuñaron ese nombre propio como un claro sinónimo de aquel otro que no vamos a nombrar. Chacumbele o Esteban, es la misma vaina. Lo que está prohibido es hacer un uso escatológico del idioma, para enlazar a algunos personajes, con algunas materias. Por eso está preso alguien que pensó que Venezuela aguanta de todo. Por eso pagara cárcel, y los presos no se quejan y si se quejan, nadie los escucha, salvo sus compañeros de celda. Dijo algo parecido a lo que este título señala, pero lo hizo de la manera prohibida, escrito sobre una franela exhibiéndose en un juego de pelota.
El sujeto de la acción que sugería esa franela era la revolución, no el personaje que la comanda, pero no debe der nada fácil hacer esas precisiones lingüísticas ante un grupete de funcionarios mal encarados, en el cuarto sótano de algún organismo de investigación.
Creo que estamos llegando al llegadero. Las revoluciones primero callan las estadísticas, maquillan y voltean los números, se acostumbran con facilidad a vendernos mentirillas.
Luego no les queda otra que inventar acciones de gobierno incomprobables, como que hemos vacunado a veintiocho millones de venezolanos, o le operamos la vista a 12 millones de suramericanos. Cuando se aproximan más cerca del final, no les queda otro que silenciar a los que reclaman, a los que se dan cuenta de las mentiras, a los que critican y a los que escribimos para mantener alertas las conciencias que tratan de engañar.
Esteban, los olores de la revolución, no se engañan con perfume.
TIEMPOS DE PILLAJE. TRINO MÁRQUEZ
Llamar expropiaciones o confiscaciones –conceptos que aparecen en los artículos 115 y 116 de la Constitución- a los ataques contra la propiedad privada que el régimen ha perpetrado desde el triunfo de la alternativa democrática el 26-S, es un eufemismo que no muestra en su verdadera dimensión la política de tierra arrasada que el Gobierno nacional está aplicando contra la libre iniciativa. El verdadero nombre de esa embestida es pillaje, asalto o robo puro y simple.
El artículo 115 señala que las expropiaciones procederán “sólo por causa de utilidad pública o interés social, mediante sentencia firme y pago oportuno de justa indemnización”. El 116 dice que “por vía de excepción podrán ser objeto de confiscación, mediante sentencia firme, los bienes de personas naturales o jurídicas, nacionales o extranjeras, responsables de delitos cometidos contra el patrimonio público, los bienes de quienes se hayan enriquecido ilícitamente al amparo del Poder Público y los bienes provenientes de las actividades comerciales, financieras o cualesquiera otras vinculadas al tráfico ilícito de sustancias psicotrópicas y estupefacientes”.
Con Agroisleña, SIDETUR, Owens Illinois y el Sambil de la Candelaria, ninguna de esas condiciones establecidas en la Carta Magna se cumplieron. Con esas firmas -además de que operaban eficazmente, pagaban sus impuestos y mantenían excelentes contratos colectivos con sus trabajadores- no se cumplió el debido proceso, ni existió ninguna sentencia firme que respaldara la decisión de someterlas al control del Presidente de la República. Esas empresas -que el Gobierno haya informado- no cometieron ninguna clase de delito contra el patrimonio público, ni sus dueños se enriquecieron al amparo del Poder Público, ni sus bienes provinieron de actividades vinculadas con el narcotráfico. La decisión de capturarlas y colocarlas bajo la férula del Ejecutivo obedece estrictamente a razones políticas e ideológicas. Lo que la claque en el poder busca es acabar con la propiedad privada de importantes medios de producción con el fin de acrecentar el poder de un Estado, que ya de suyo posee la inmensa potencia que le proporciona el monopolio de la industria petrolera. Nada nuevo en esta “tropicalización” de Marx por estos neomarxistas.
A las urbanizadoras “expropiadas” -en el caso de que se les hubiese comprobado algunos de los delitos económicos de los que habla el artículo 114 de la Constitución- se les pudo haber aplicado una multa o sanción fuerte, que alertara y disuadiera a otras empresas que estuviesen incurriendo en esa clase de ilícitos. Pero al régimen no le gusta la seriedad, prefiere el histrionismo y las bufonadas que intimidan.
El saqueo de los bienes y del patrimonio colectivo es intrínseco al comunismo. Desde la época de Lenin y Stalin esta forma de colectivismo ha echado mano de la riqueza de los otros. En Rusia, Stalin despojó a los empresarios industriales y agrícolas de los activos que habían acumulado a lo largo de décadas de desarrollo capitalista. Lo mismo hicieron los demás dictadores comunistas. Incapaces de crear riqueza, lo que hacen es apropiarse de lo existente para someterlo al dominio de una casta burocrática ignorante, insensible, arrogante y desconectada por completo de los procesos productivos reales. Por eso es que todo lo que toca esa burocracia inepta queda convertido en escombros. Las empresas de Guayana, especialmente SIDOR, representan un ejemplo de lo que es la actividad económica manejada por los comunistas. La Constructora Nacional de Válvulas (CNV) no ha producido ni un émbolo desde que el gobierno revolucionario la tomó. Mejor no hablemos del Metro, Planta Centro, Pudreval, BusCaracas y Metrocable.
Con la política del pillaje quienes salen más perjudicados son los trabajadores. Allí están los testimonios de los empleados de la Owens quienes se resisten a correr la misma suerte de los de Guayana.
* TIEMPOS DE PILLAJE. TRINO MÁRQUEZ
* GUIÓN DE SALIDA. ORLANDO OCHOA
ESTEBAN: TU REVOLUCIÓN HUELE FEO. ENRIQUE PEREIRA
No precisamente a rosas, olorosas y sutiles. Me lo dijo un día Ángel: “tendrás que acostumbrarte a escribir entre líneas”. Me sugería que escribiera para que cuando voy, parece que viniera de regreso. Tal como lo hicieron los escritores durante la época del franquismo en España, o los que tuvieron que esconderse detrás de sus palabras en las épocas de dictadura en Venezuela. Así lo hizo Francisco Pimentel, oculto en su pseudónimo “Job Pim”, atacó a la dictadura gomecista hasta que sus letras lo pusieron a rodar por las cárceles del país.
En Cuba la técnica es harto conocida. En Cuba aprendieron a criticar por señas y a cuidarse hasta del suspiro de los perros que se acuestan en tu puerta. Aprendieron a llevar palo por expresarse y aprendieron que cualquier actitud que no le guste al gobierno, puede ser convertida en terrorismo, intento de magnicidio, vilipendio, ultraje a los símbolos patrios o cualquiera de una larga lista de motivos para ir a parar a cualquiera de las cárceles del régimen. Sabor a esa medicina sintieron nuestros treinta y cinco hermanos, a los cuales arrastraron hasta la superficie, desde los vagones del Metro, para terminar presos por un par de dias y acusados de secuestradores de trenes y políticos colapsadores del transporte público.
De esa manera, Esteban ha cobrado vida de la mano de algún otro escritor y de algunos periodistas que acuñaron ese nombre propio como un claro sinónimo de aquel otro que no vamos a nombrar. Chacumbele o Esteban, es la misma vaina. Lo que está prohibido es hacer un uso escatológico del idioma, para enlazar a algunos personajes, con algunas materias. Por eso está preso alguien que pensó que Venezuela aguanta de todo. Por eso pagara cárcel, y los presos no se quejan y si se quejan, nadie los escucha, salvo sus compañeros de celda. Dijo algo parecido a lo que este título señala, pero lo hizo de la manera prohibida, escrito sobre una franela exhibiéndose en un juego de pelota.
El sujeto de la acción que sugería esa franela era la revolución, no el personaje que la comanda, pero no debe der nada fácil hacer esas precisiones lingüísticas ante un grupete de funcionarios mal encarados, en el cuarto sótano de algún organismo de investigación.
Creo que estamos llegando al llegadero. Las revoluciones primero callan las estadísticas, maquillan y voltean los números, se acostumbran con facilidad a vendernos mentirillas.
Luego no les queda otra que inventar acciones de gobierno incomprobables, como que hemos vacunado a veintiocho millones de venezolanos, o le operamos la vista a 12 millones de suramericanos. Cuando se aproximan más cerca del final, no les queda otro que silenciar a los que reclaman, a los que se dan cuenta de las mentiras, a los que critican y a los que escribimos para mantener alertas las conciencias que tratan de engañar.
Esteban, los olores de la revolución, no se engañan con perfume.
TIEMPOS DE PILLAJE. TRINO MÁRQUEZ
Llamar expropiaciones o confiscaciones –conceptos que aparecen en los artículos 115 y 116 de la Constitución- a los ataques contra la propiedad privada que el régimen ha perpetrado desde el triunfo de la alternativa democrática el 26-S, es un eufemismo que no muestra en su verdadera dimensión la política de tierra arrasada que el Gobierno nacional está aplicando contra la libre iniciativa. El verdadero nombre de esa embestida es pillaje, asalto o robo puro y simple.
El artículo 115 señala que las expropiaciones procederán “sólo por causa de utilidad pública o interés social, mediante sentencia firme y pago oportuno de justa indemnización”. El 116 dice que “por vía de excepción podrán ser objeto de confiscación, mediante sentencia firme, los bienes de personas naturales o jurídicas, nacionales o extranjeras, responsables de delitos cometidos contra el patrimonio público, los bienes de quienes se hayan enriquecido ilícitamente al amparo del Poder Público y los bienes provenientes de las actividades comerciales, financieras o cualesquiera otras vinculadas al tráfico ilícito de sustancias psicotrópicas y estupefacientes”.
Con Agroisleña, SIDETUR, Owens Illinois y el Sambil de la Candelaria, ninguna de esas condiciones establecidas en la Carta Magna se cumplieron. Con esas firmas -además de que operaban eficazmente, pagaban sus impuestos y mantenían excelentes contratos colectivos con sus trabajadores- no se cumplió el debido proceso, ni existió ninguna sentencia firme que respaldara la decisión de someterlas al control del Presidente de la República. Esas empresas -que el Gobierno haya informado- no cometieron ninguna clase de delito contra el patrimonio público, ni sus dueños se enriquecieron al amparo del Poder Público, ni sus bienes provinieron de actividades vinculadas con el narcotráfico. La decisión de capturarlas y colocarlas bajo la férula del Ejecutivo obedece estrictamente a razones políticas e ideológicas. Lo que la claque en el poder busca es acabar con la propiedad privada de importantes medios de producción con el fin de acrecentar el poder de un Estado, que ya de suyo posee la inmensa potencia que le proporciona el monopolio de la industria petrolera. Nada nuevo en esta “tropicalización” de Marx por estos neomarxistas.
A las urbanizadoras “expropiadas” -en el caso de que se les hubiese comprobado algunos de los delitos económicos de los que habla el artículo 114 de la Constitución- se les pudo haber aplicado una multa o sanción fuerte, que alertara y disuadiera a otras empresas que estuviesen incurriendo en esa clase de ilícitos. Pero al régimen no le gusta la seriedad, prefiere el histrionismo y las bufonadas que intimidan.
El saqueo de los bienes y del patrimonio colectivo es intrínseco al comunismo. Desde la época de Lenin y Stalin esta forma de colectivismo ha echado mano de la riqueza de los otros. En Rusia, Stalin despojó a los empresarios industriales y agrícolas de los activos que habían acumulado a lo largo de décadas de desarrollo capitalista. Lo mismo hicieron los demás dictadores comunistas. Incapaces de crear riqueza, lo que hacen es apropiarse de lo existente para someterlo al dominio de una casta burocrática ignorante, insensible, arrogante y desconectada por completo de los procesos productivos reales. Por eso es que todo lo que toca esa burocracia inepta queda convertido en escombros. Las empresas de Guayana, especialmente SIDOR, representan un ejemplo de lo que es la actividad económica manejada por los comunistas. La Constructora Nacional de Válvulas (CNV) no ha producido ni un émbolo desde que el gobierno revolucionario la tomó. Mejor no hablemos del Metro, Planta Centro, Pudreval, BusCaracas y Metrocable.
Con la política del pillaje quienes salen más perjudicados son los trabajadores. Allí están los testimonios de los empleados de la Owens quienes se resisten a correr la misma suerte de los de Guayana.
Recordemos a Franklin Brito, mártir que combatió al comunismo, más por dignidad y principios personales que por convicciones teóricas. Brito se negó a que le ocurriese lo mismo que les está pasando a los antiguos propietarios de las joyerías del edificio La
Francia, quienes fueron despojados de sus haberes sin luchar, pensando que el Gobierno retrocedería. Los comunistas solo entienden el lenguaje de la fuerza y la resistencia.
Ante la radicalización del jefe del Estado hay que crear un frente nacional de defensa de los derechos de propiedad.
GUIÓN DE SALIDA. ORLANDO OCHOA
Dentro del PSUV y el movimiento chavista que lo precede hay diversas tendencias internas. Una civil y otra militar, una democrática y otra solo de conveniencia y fachada democrática, una con sensibilidad social y otra de corruptos oportunistas, una de marxismo sin fundamento intelectual moderno y otra progresista, resignada a pensar que no hay ninguna alternativa mejor. La absoluta mayoría sabe que el presidente Chávez ha conducido a Venezuela a un proceso de declive económico e institucional marcado por desbordada corrupción.
Las consecuencias sociales y electorales ya se hacen sentir. La decisión individual o grupal de oficialistas será básicamente la de prepararse para asumir cualquier excusa y pretender negar la posibilidad de entregar el Gobierno a una alianza política distinta al chavismo, o si aceptan la democracia verdadera y se diferencian de los radicales de línea dura, quienes muy probablemente negarán la alternabilidad y la Constitución.
Es en este contexto que veremos diversas posiciones militares y civiles. No hay duda que la decisión del presidente Chávez pesará, pero muchos de aquellos que pueden decidir sin la presión de irregularidades ejecutadas por una minoría en el poder no desafiarían las reglas de la democracia, aunque ese sea el guión de salida que asuma la jefatura chavista. En este dilema individual y grupal pueden surgir diversos caminos de entendimiento o confrontación.
La oposición no puede ser indiferente a este dilema. Recuerdo haber oído a un activo e influyente dirigente de un partido de la MUD decir recientemente "estamos frente a una crisis sistémica de la democracia, no es una situación normal". El verdadero esfuerzo de unificación del país pasará por entender lo que ocurre y ofrecer, con autoridad moral, un camino de salida que incluya a los sectores chavista genuinamente democráticos.
Asumir la presunta normalidad democrática, pasar a elegir en primarias a un candidato con apoyo de votos partidistas, pero sin ofrecer sinceramente un camino de entendimiento y de rectificación nacional para nuevos y viejos males, sería un grave error guiado por el egoísmo del cálculo electoral. Confiamos en la sensatez.
raulamiel@gmail.com
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