Muchos piensan que ya hemos visto todo cuanto podíamos ver en la vida nacional. Se equivocan, aunque pareciera difícil que tengamos que afrontar situaciones peores. Sobre todo cuanto están aún en pleno desarrollo el escándalo de la comida podrida, la vergonzosa agresión al Cardenal Jorge Urosa Savino, el potencial conflicto con la Santa Sede con descalificaciones directas al Papa, la profanación del sarcófago que contiene los restos de El Libertador y la esotérica manipulación de los mismos, la retórica anti Estados Unidos con amenazas de suspensión del suministro energético a ese país a cambio de piedras suficientes para alimentarnos y, entre muchas cosas más, la sospechosa reacción del Presidente ante los abundantes y concretos señalamientos de Colombia en la OEA sobre la presencia de la narcoguerrilla y algunos de sus jefes más importantes en territorio venezolano, son hechos recientes que ensombrecen el presente y hacen incierto el futuro inmediato.
Tanto el anuncio de ruptura de relaciones diplomáticas, las comerciales ya estaban interrumpidas, como la amenaza de guerra y el alerta general a la fuerza armada regular e irregular para defendernos de un ataque militar yankee-colombiano, proyectan la imagen de un jefe de estado fuera de sus cabales, nervioso e inseguro, pero elevando la apuesta.
Los planteamientos de Colombia
Son suficientemente conocidos, pero ni antes ni ahora, han sido claramente desmentidos por el gobierno venezolano. Nada nuevo. Desde hace años los vienen haciendo los habitantes de ambos lados de la extensa frontera entre los dos países, los productores agropecuarios y sus dirigentes, las víctimas de la violencia y los familiares de los desaparecidos. Sufren por la indiferencia de las autoridades venezolanas ante sus denuncias y se quejan de la creciente tolerancia, soporte y hasta complicidad con los bandidos terroristas que los amenazan. Cuando el Presidente habla de guerra si el gobierno colombiano hace en territorio venezolano lo mismo que hizo contra el campamento de Raúl Reyes en Ecuador, es decir, si destruyen alguno de los campamentos o capturan a algún jefe guerrillero para someterlo a la justicia de ese país, creo que está aceptando claramente que están en Venezuela y, de hecho, podemos deducir que bajo su protección. Esto ha quedado claro para el continente y el mundo entero.
Rotundo fracaso internacional
La parte venezolana hizo el ridículo en la Organización de Estados Americanos. No pudo impedir, a pesar de los esfuerzos realizados, la convocatoria del Consejo Permanente para tratar el tema y la respuesta del embajador Roy Chaderton fue pobre y lastimosa a la vista de propios y extraños. Sobre todo tratándose del diplomático mejor formado y con mayor experiencia del régimen. Apelaron a esa cosa que llaman Unión de Naciones del Sur –UNASUR-, pensando que la influencia del ALBA y de los petrochulos del área garantizaba una solidaridad automática. No se dio. Ninguna condena a Colombia y más bien, una casi unánime decisión de tomar el camino de la verificación internacional de las denuncias para entonces pronunciarse lo cual fue saboteado por la representación venezolana. Otra derrota. Hace pocas horas vimos al canciller Maduro mendigando penosamente que terminen de aceptar a Venezuela en MERCOSUR y buscando apoyos que no pasan de una simple retórica de ocasión que, sin embargo, evita problemas con Colombia. Están sobrando mediadores para poner las cosas en su sitio y al gobierno castro-chavista le están faltando apoyos, aunque sean mínimos y simbólicos.
El caso irá a consideración de Naciones Unidas. El Consejo de Seguridad de la ONU ha dictado resoluciones muy claras contra los grupos terroristas, contra quienes participen en ellos y también con relación a quienes los apoyen, den refugio, soporte económico o de cualquier manera colaboren con sus actividades. Allí están las FARC y el ELN, declarados desde hace algunos años como terroristas y narcotraficantes. Decisiones similares se han tomado también en la Unión Europea
El recurso de la intriga
La falta de profesionalismo y la desviación ideologizada del régimen venezolano han logrado construir una disparatada diplomacia que, lejos de serle útil, contribuye a que las convicciones se transformen en indignación y las dudas y sospechas en convicciones con soportes y evidencias indiscutibles. Vale la pena recordar el Auto de Procedimiento dictado por el juez Eloy Velasco, de la Audiencia Nacional de España sobre el tema y las vinculaciones de la ETA actuando en territorio venezolano.
El que no sabe es como el que no ve. Termina estrellándose. Ahora apelan a la intriga. El presidente Uribe ya de salida, es el malo, el guerrerista, paramilitar, mafioso, fracasado, envidioso del Presidente electo y amargado por tener que entregar el mando. Juan Manuel Santos, hasta ayer el asesino de Raúl Reyes e invasor de Ecuador, es el bueno, el posible conciliador, un buen instrumento para arreglar las cosas y alcanzar la paz en Colombia. ¡Por Dios! Incompetencia máxima.
La comunicación de Alfonso Cano, actual jefe de las FARC, al menos en teoría, dirigida a Santos es el mensaje de un derrotado. Está cercado, en condiciones deplorables para subsistir. La respuesta no se ha hecho esperar. El nuevo gobierno hablará cuando entreguen las armas, liberen a todos los secuestrados, también a los menores de edad que han reclutado forzosamente, renuncien a la violencia y se acojan a las normas de desmovilización diseñadas por la política de seguridad democrática que con tanto éxito ejecutan Uribe y Santos. Habrá continuidad en lo fundamental, independientemente de los pequeños o grandes problemas que envuelve toda transición, especialmente cuando se trata de personalidades recias, combativas y altamente preparadas para enfrentar las dificultades. Colombia tiene ganada esta guerra contra el terrorismo y la narcoguerrilla. Sin embargo, no ha terminado.
La proyección del conflicto
Los terroristas tienen en su poder una buena cantidad de secuestrados. Rehenes que sirven de escudo humano para frenar la ofensiva de las fuerzas militares. Tienen efectivos abundantes en Venezuela confundidos con la Fuerza Bolivariana de Liberación. Desaparecidos Manuel Marulanda y Raúl Reyes, bien enconchado Alfonso Cano o fuera del país, descubiertos en Venezuela la mayoría de los miembros del secretariado de las FARC, podrían asumir la misión de respaldar incondicionalmente a quien se proyecta como su máximo vocero, para atornillarse en el poder en Venezuela y desde aquí reiniciar la batalla contra el enemigo común: la institucionalidad democrática de Colombia.
Al repasar la historia de las relaciones de Hugo Chávez con las FARC, sus declaraciones públicas y reiteradas, las simpatías nunca ocultadas, los variados homenajes a sus líderes históricos, la reciente autodeclaración del proceso revolucionario como marxista-leninista, es decir comunista, la radicalización de la retórica anti-yankee, contra las oligarquías, la siembra de odios y resentimientos y el violento desconocimiento de la Constitución Nacional, del orden jurídico interno en nombre de la revolución, llegamos a la conclusión de que vienen cosas que harán palidecer las que ya hemos comentado.
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