La oposición concentra esfuerzos para romper las tendencias de voto histórico y quebrar así la estrategia diseñada desde el chavismo, que se resume en la siguiente paradoja: la oposición puede sumar más votos que el oficialismo pero quedar como minoría en el Parlamento.
La gran batalla electoral se libra en un puñado circuitos clave, donde los candidatos opositores luchan por quebrar la poderosa campaña del PSUV y las nuevas reglas de juego, diseñadas para perpetuar el dominio rojo en la Asamblea Nacional.
Faltan 35 días para las elecciones parlamentarias, y en plena efervescencia de campaña los pronósticos desafían tendencias y sacuden el tablero político. Los datos señalan que el chavismo llega a la contienda un poco más débil que de costumbre. Tanto, que si el domingo 26 de septiembre se celebraran comicios presidenciales, Hugo Chávez tendría algunas razones para preocuparse.
El más reciente sondeo de opinión nacional del Instituto Venezolano de Análisis de Datos, cuyo trabajo de campo terminó el 30 de junio, revela que la oposición muestra mejor intención de voto que el chavismo: 32% sobre 28% de los rojos. Hubo un cambio de tendencia, porque tres meses antes los números indicaban exactamente lo contrario: en abril, la encuestadora de Félix Seijas le daba 33% de intención de voto al chavismo y 27% a la oposición.
Datanálisis presentó números muy similares en su encuesta de junio: 30% votaría por los candidatos de la oposición en las parlamentarias, mientras que 27% por los postulados del chavismo y 7% por los aspirantes independientes; el resto son electores indecisos (25%) o desmovilizados.
Ese mismo mes, Consultores 21 registró también esa tendencia: 52% para la oposición y 42% para el oficialismo, entre los consultados que seguro irán a votar.
Las tres principales encuestadoras del país coinciden: el chavismo pierde en intención de voto directa con un margen de entre 5% y 10%, y la valoración positiva de la gestión del Presidente cae por debajo del promedio de la última década, a niveles cercanos a los registrados durante la crisis política de los años 2002 y 2003 (Consultores 21).
Pero la buena noticia para Chávez es que dentro de cinco semanas no hay elecciones presidenciales, sino parlamentarias; y los números de las encuestas se diluyen en un complicado escenario de 114 pequeñas batallas que se librarán en 87 circunscripciones nominales, 24 estados y los 3 circuitos especiales indígenas. Un complejo sistema de duelos cuerpo a cuerpo en terrenos muy diferentes, con nuevas reglas de juego que condenan a la polarización y un tablero modificado para favorecer al chavismo.
Todas estas condiciones llevan a una paradoja: la oposición puede, incluso, sumar más votos que el chavismo, pero quedar como minoría en el Parlamento. Un ejemplo: si se repitiera la votación del referéndum constitucional de 2007, con 51% de los votos la oposición sumaría sólo 65 curules; mientras tanto, el chavismo ganaría 100 escaños con 48% de los sufragios.
La manipulación de las circunscripciones electorales ha hecho que en las próximos comicios parlamentarios no sólo sea importante sumar más que el adversario: la clave radicará en dónde están los votos. Por eso, la pelea por el control de la Asamblea Nacional se definirá en una treintena de circuitos en los que la oposición concentra esfuerzos para romper las tendencias de voto histórico, y quebrar así la estrategia ventajista diseñada desde el chavismo.
LOS DUELOS
En la esquina azul, Antonio Ecarri: 36 años de edad, abogado, concejal y presidente de la Fundación Arturo Uslar Pietri. En la esquina roja, Robert Serra: 22 años de edad, abogado y líder uvenil del Partido Socialista Unido de Venezuela. La disputa se resuelve en el casco central de Caracas y la parroquia 23 de Enero.
En la esquina azul, Julio Castillo: ex alcalde de Naguanagua y ex diputado de Proyecto Venezuela; lo acompañan Eduardo Pino (secretario de gobierno de Carabobo) y Noé Mujica (concejal de Valencia). En la esquina roja, Saúl Ortega: actual presidente de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional; acompañado de José Rafael Ávila (ex gerente de Pequiven) y Asdrúbal Molina (líder estudiantil). Esta pelea múltiple se define en las parroquias del sur de Valencia y la zona de Tocuyito.
La lista de duelos clave en todo el país suma 37 circuitos nominales en los que los resultados históricos y las encuestas señalan que las peleas serán reñidas. Es un inventario de zonas sensibles en las que se elegirán a más de 50 diputados y donde se cuentan circuitos de grandes zonas urbanas del corredor norte-costero (como Barquisimeto Norte o las parroquias El Valle y Coche de Caracas), pero también áreas más apartadas y rurales (como el circuito del centro de Yaracuy o el oeste de Barinas).
Al revisar los nombres de los postulados, se comprueba que en estos duelos se miden viejos conocidos en los pasillos del Parlamento, como Julio Montoya (en Zulia) o Juan José Molina (en Distrito Capital); así como novatos que buscan su primera experiencia política, como el colaborador de La Hojilla, Jorge Amorín, o la esposa de Diosdado Cabello, Marleny Contreras (ambos en Miranda).
¿Qué bando lleva la ventaja en estos cara a cara? "En líneas generales, en los circuitos reñidos el candidato opositor es más conocido y mejor valorado que el postulado chavista; y cuando el antichavista es más conocido, también tiene mejor respuesta en intención de voto en los sondeos", indica el politólogo Ricardo Sucre. Pero esta elección es algo más que una suma de duelos locales. De acuerdo con Consultores 21, sólo 34% de los electores conoce quiénes son los candidatos de su circuito; el resto usa otros referentes para decidir su voto.
La campaña dual. En unos comicios parlamentarios con un sistema mixto como el venezolano, con diputados electos en circuitos y por listas cerradas, existe la duda: ¿Es mejor una campaña "paraguas" en todo el país, en la que predomine la imagen del partido? ¿O lo ideal es concentrar esfuerzos en muchas campañas de perfil local, con los candidatos como protagonistas? Al chavismo siempre le conviene "nacionalizar" la campaña y centralizarla alrededor de la figura de Hugo Chávez, su gran carta. Eso es lo que ha hecho de nuevo la directiva del PSUV al definir las líneas básicas de su campaña parlamentaria, concentradas en dos ideas: la figura de Presidente y el poder popular.
El eslogan de campaña es "El pueblo pa’ la Asamblea" y la propuesta gráfica desarrolla los símbolos y colores del PSUV. A través de ellos se impone una disciplina estricta que obliga a todos los candidatos a mantener el estilo y preservar la homogeneidad de la imagen en todo el país. El objetivo es priorizar la identidad del partido y la de Chávez; los candidatos quedan en un segundo plano.
Sucre advierte que la estrategia se ha convertido en una ventaja para la plataforma oficialista. "El chavismo ha desarrollado su campaña alrededor del PSUV, que en tres años ha alcanzado una buena presencia nacional y una adhesión importante, especialmente en las regiones del interior", señala.
Del otro lado, la tendencia de la coalición reunida en la Mesa de la Unidad Democrática ha sido atomizar la campaña por circuitos e imponer la fortaleza de sus candidatos. "Esta elección es la suma de 87 votaciones por circuito, y la comunicación directa es indispensable. La oposición ha hecho énfasis en esto y los candidatos electos en las primarias tienen ventaja, porque vienen haciendo ese trabajo desde hace meses. Ésa es una fortaleza, pero no es suficiente en una disputa contra el chavismo", afirma Edgard Gutiérrez, director de la consultora Polity. "Si la oposición carece de un mensaje común, que englobe una visión y una propuesta, no podrá motivar a segmentos de un electorado que, de otra manera, no se movilizarán a votar. Es indispensable trabajar en los dos frentes".
La Mesa de la Unidad lo entendió y lanzó una campaña enfocada en una idea básica: la necesidad de una mayoría parlamentaria que controle los excesos del Gobierno. Al igual que el chavismo, el eslogan incluye una expresión callejera: "Pa’ que coja mínimo: dale a Venezuela una mayoría que equilibre". En las piezas en prensa y televisión se usa la imagen de contenedores vacíos, y su simbología incluye tímidamente la imagen unitaria de la oposición.
En alcance, la campaña opositora es más limitada que la del chavismo; además, corre paralela a las iniciativas de los partidos y candidatos en cada circuito. Pero más allá de la diferencia en recursos y despliegue, los analistas alertan sobre algunas debilidades del mensaje. "El eje de la campaña es una expresión agresiva y que polariza con Chávez; luce estratégicamente equivocada. Se cae en el juego del adversario", asegura Gutiérrez. "Se plantea acertadamente la idea del equilibrio parlamentario, bien ubicada en los sondeos de opinión, igual que la crítica abierta a la gestión gubernamental con el caso Pdval; pero falta la propuesta de una alternativa, no hay ofertas superiores".
Las encuestas señalan que el escándalo por los alimentos podridos ha erosionado sensiblemente la imagen del Gobierno; incluso más que la crisis eléctrica, que arreció durante el primer semestre del año. Eso es un activo importante que puede explotar en la campaña opositora, pero no el único.
"Es un ejercicio de combinar mensajes", dice Herbert Koeneke, catedrático de Comunicación Política de la Universidad Simón Bolívar. "Las denuncias de corrupción y la ineficiencia se deben expresar a través de campañas menos segmentadas en los medios masivos; mientras que las propuestas de cambio y ofertas específicas para solucionar los problemas de los ciudadanos se deben presentar en campañas al detal, concretas y segmentadas".
Los analistas consultados coinciden en que la oposición exhibe avances importantes en esta campaña, como la alianza para constituir la indispensable plancha unitaria, pero todavía se muestra incapaz de diseñar una alternativa concreta al chavismo. El desgaste del Gobierno, sin embargo, parece darle alas.
Las conclusiones de la encuesta del IVAD de junio confirman esta hipótesis. "Las tendencias conformistas se mantienen en ambos bloques, pero la recuperación de la oposición, todavía no vista como opción al Gobierno, indica que la sociedad la evalúa menos como alternativa y más como `instrumento’ político. En el contexto de estas elecciones, este `instrumento’ sirve para hacer contrapeso al oficialismo".
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