Por supuesto que no me refiero a la mal llamada Gran Colombia que terminó en 1830. Hablo de la actual, la que continúa dando ejemplo al continente y al mundo de su vocación democrática, de su lucha insobornable en contra del terrorismo y el tráfico ilegal de drogas, de su apego inquebrantable al ordenamiento jurídico interno, del estricto cumplimiento de los deberes y obligaciones internacionales que ha asumido y de su vocación pacifista, puesta a prueba una y mil veces por propios y extraños. Ejemplar la ceremonia de trasmisión de mando con toda la simbología que encierra la admirable continuidad que viene desde la administración de Andrés Pastrana con el diseño e implementación del Plan Colombia, las fracasadas negociaciones de paz en el Caguán que interrumpió dignamente cuando las FARC dejaron en evidencia su falta de voluntad y fueron calificadas de terroristas por los órganos competentes de la comunidad internacional.
El reto para Álvaro Uribe era enorme. Las circunstancias muy graves, pero su preparación y el coraje personal y político demostrado, lo proyectan como uno de los más grandes estadistas de este tiempo. Fue un gran Presidente. Los paramilitares están desmovilizados, sus dirigentes fundamentales desaparecieron, bien por haber sido dados de baja, o por estar cumpliendo condena en el país o en Estados Unidos, luego de ser extraditados. Quedan sólo disidentes hamponoides al margen de una causa que perdió su razón de ser y desaparece. Las FARC están reducidas a su más mínima expresión en décadas. Han tenido que replegarse hacia localizados espacios fronterizos con Ecuador y, especialmente, con Venezuela donde han encontrado espacio territorial, protección, apoyo logístico y seguridad personal para un grupo importante de miembros del Secretariado. Áreas localizadas y procesos de movilización y entrenamiento perfectamente detectados, están a la orden de quienes quieran verificar los datos, sean países u organizaciones internacionales. Pudiéramos continuar enumerando éxitos y logros del presidente Uribe, pero siento que es innecesario. Más importante que eso es el clima de confianza, seguridad y progreso, de esperanza y fe en el futuro de la inmensa mayoría de lo colombianos. La política de Seguridad Democrática demostró ser todo un éxito. La institucionalidad democrática está más fuerte que nunca. Continúa siendo el muro de contención, el obstáculo más firme que han tenido y seguirán teniendo, los delirios expansionistas del castro-comunista que gobierna en Venezuela.
Juan Manuel Santos es corresponsable de los logros alcanzados, incluida la parte referida a una economía con seguridad jurídica y justicia oportuna. Los problemas no han desaparecido. Estallarán otros que, junto a cuanto queda de antes, impedirán el reposo. Para Santos nuestro reconocimiento. Actuará con una prudencia que nadie podrá confundir con debilidad y con la firmeza inquebrantable que lo mantiene fiel a sus principios.
oalvarezpaz@gmail.com
Lunes, 9 de agosto de 2010
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