ARROGANCIA Y FARC
En los regímenes autocráticos los jefes se creen sus propias historias. Comienzan con un cuento y al final el cuento se los come, ayudados por los que comen cuentos. El principal efecto es que piensan que tienen todo el poder y que les durará para siempre. El horizonte es siempre una línea que retrocede. Más que un fenómeno psicológico que captura a algunos líderes es una situación política real. Su voluntad cree derribar todo límite legal, moral o institucional, estimulada por cortesanos que mantienen su poder vicario en la medida en que le den fuelle al del jefe. Cuando el poder demuestra su limitación y su temporalidad, las rodillas se aflojan y el temple falla.
Chávez no ha sido una excepción al embrujo del poder, con dos acentos importantes: dinero a chorros y vocación expansionista; ambas características conjugadas para producir un personaje que carece de límites; que no entiende de reglas y que solo es detenido cuando siente un poder mayor que se le contrapone. El 4 de febrero de 1992 entendió primero que todos los demás oficiales el fracaso del golpe (aunque varios de éstos arguyen que primero se rajó y después fracasó la operación); el 11 de abril de 2002 fue quien, en contradicción con los que le pedían que no aflojara, ofreció la renuncia, pidió el vuelo a Cuba y la protección de las sotanas. Es posible que en ambos casos haya tenido razón; tal vez supo con esa intuición de los cazadores de fortuna y desvalijadores de viudas que no podía ir más allá, salvo comprometiendo el valor máximo del que podía disponer: su propio pellejo. Ya se sabe que el pellejo de los ególatras es el límite de todo heroísmo. Muchos piensan que el señor Presidente está chiflado, conseja que hace estragos entre chavistas y antichavistas; sin embargo, el sentido del peligro no lo había abandonado hasta ahora. Puede que en estos días esté sobreexpuesto, pero también es verosímil que un leve contacto con la realidad no le sea extraño.
LAS FARC.
De sobra se conoce lo ocurrido. La idea de Chávez de promover la revolución continental ha sido parte esencial de su proyecto. Esta idea lo ha llevado a establecer convergencias con todo aquel personaje, movimiento, club de vividores, sablistas, líricos violentos, partidos, a los cuales la música bolivariana -si paga, mejor- les haya sonado como sinfonía de querubines. Los contactos con los grupos guerrilleros de Colombia tenían la excusa de la contribución a la paz pero como es sabido solo buscaban potenciar su fuerza para convertirlos en protagonistas políticos, eventualmente electorales, para saldar la supuesta deuda de Santander con Bolívar, por la vía del golpe noble a la "oligarquía colombiana".
Hay algo más. Una de las necesidades políticas de Chávez ha sido el dejar de ser el clásico militar golpista latinoamericano para ser revolucionario a lo Fidel. Desde luego el padrinazgo del cocodrilo caribeño ha sido esencial, pero también la condescendencia con él de personajes y grupos de la izquierda mundial. Las FARC y el ELN han cumplido el papel de coro indispensable para dotarlo de legitimidad zurda al aportarle esa nebulosa aura guerrillera de la cual tanto necesita y carece.
También concurre otro hecho significativo. Chávez sabe que la estrategia acordada con Fidel es explotar al máximo ese carnero de oro que son las elecciones montadas en las insatisfacciones populares y con ellas, a través de procedimientos plebiscitarios, hacerse del poder total. Es la experiencia exitosa del barinés y de otros como él. Entonces, ¿por qué no enfrentar a la guerrilla que opera en el país o lo usa como santuario? Primero, porque no quiere tener críticos en el flanco siniestro por su necesidad de legitimidad en la izquierda más atrasada; segundo, porque si los motivos son justos -según su visión-, cómo condenarlos por sus métodos cuando sus fines son altruistas. Recuérdese cómo le espetó a la presidenta de la Corte Suprema de Justicia la noción según la cual si alguien roba porque sus hijos tienen hambre no se le puede condenar. Como extensión: si alguien mata, se alía con el narco, con fines elevados, ¡cómo no comprenderlos!
En esta opereta se requiere la amenaza del "imperio" como terrible Goliat que busca aproximarse con sus portaaviones. Como no puede hacerlo directamente, entonces el astuto gigante se vale de su marioneta colombiana para lograr el despropósito. Se sabe que todo esto no son sino tonterías: ni EEUU quiere ni puede invadir a ningún país de América Latina en estos tiempos; ni la dirigencia de Colombia está interesada en la aventura; ni el uso compartido de bases militares entre ambos países tiene ni el propósito ni la capacidad para hacerlo. Pero la narrativa heroica de una revolución sin Sierra Maestra y sin Cuartel Moncada necesita este capítulo para argumentarse como gesta, y no como el gobierno malo y maluco que es.
Este narrador dirá algo sobre el cual pueden saltarle en plan de polémica algunos opositores. Salpicado en agua bendita lo dirá: es posible que Chávez sí se haya distanciado hace poco de la guerrilla colombiana por los problemas que con claridad él ha expuesto, según los cuales el tránsito hacia Venezuela es "la excusa" del imperio para atacarlo. Pero no puede romper públicamente con la guerrilla porque se descalificaría en un sector que considera importante; por esta razón, en cierta medida es su rehén político. Esa ambigüedad es la que permite que otros niveles "revolucionarios" se sientan autorizados a amparar a estos grupos. No en balde el que insulta y veja a los que se le oponen, casi ha implorado, con lenguaje suavecito, a las FARC y al ELN que se dejen de esas cosas por el amor de Dios.
RENDICIÓN (DE CUENTAS).
La jugada de Uribe logró su objetivo sea en acuerdo con Juan Manuel Santos o no. Colocó a Chávez en una situación dramática desde la perspectiva internacional. Nótese que nadie lo ha defendido de la acusación; sus aliados han llegado a decir que están con él, pero sin defender su causa y no hay nadie que discuta los hechos, a lo más la oportunidad. Defenderse en razón del socialismo o de un proyecto político tiene su fascinación, pero hacerlo acusado de vinculaciones con grupos ex ideológicos, terroristas y asociados al narcotráfico, es otro cantar.
Chávez se encuentra en este jaleo. Ha olido los límites; se debate entre la arrogancia que lo caracteriza, precisamente ahora convertida en su última línea de defensa, y la evidencia aportada por Colombia que en vez de ser desmentida ha dado origen a una pataleta muy sospechosa. La ruptura de relaciones pasará, la guerra es difícil que exista (lo cual no excluye incidentes militares), lo que queda es una gravísima acusación escrita con tinta indeleble.
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