La justicia puede ser tardía, pero como el trapiche de Dios segura. Siempre llega y la verdad se impone. Para el régimen castro-chavista que gobierna en Venezuela es imposible escapar a los planteamientos formulados en la OEA por el embajador de Colombia, Luis Alfonso Hoyos. Se suman al amplio material informativo que ya está en manos del Fiscal General ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya seleccionados de las computadoras de (a) Raúl Reyes, de otras pertenecientes a jefes guerrilleros dados de baja y a informaciones directas suministradas por detenidos y desertores voluntarios que hoy colaboran activamente con el gobierno colombiano.
Se trata de un expediente enorme que se puede concretar en tres áreas específicas. Una que tiene que ver con la condición terrorista, aceptada mundialmente, que tienen tanto las FARC como el ELN. Una segunda relacionada con la abierta asociación de esas organizaciones con las estructuras del crimen organizado que sirven de soporte a las variadas operaciones del narcotráfico, desde la siembra de la materia prima hasta el lavado de dinero, pasando por la fabricación, industrialización, almacenamiento y comercio de la droga. Una tercera se refiere a las violaciones a los derechos humanos, verdaderos crímenes de lesa humanidad. A todo ello se agregan informes anuales de agencias especializadas de países como Estados Unidos, los agrupados en la Unión Europea y de Naciones Unidas y la misma OEA. Como si fuera poco, recientemente se dictó el Auto de Procedimiento de la Audiencia Nacional de España, relativo a la vinculación de ETA y presuntamente del castro-chavismo en todo esto y algo más.
Para los productores agropecuarios de la frontera y para la población en general, nada nuevo. Han sido víctimas permanentes. Miles de muertos, desaparecidos, secuestrados, chantajeados, despojados ilícitamente de sus propiedades en las propias narices de unas autoridades venezolanas que por su comportamiento legitiman las sospechas de complicidad y tolerancia con todos estos factores. Chávez suspendió relaciones cuando el incidente en la frontera de Colombia y Ecuador; anuló, hace unos ocho años, el plan de operaciones conjuntas de las fuerzas armadas de ambos países declarándose “imparcial” con relación al conflicto colombiano; ha planteado darle beligerancia a las FARC y al ELN; la carta de Marulanda a Chávez se explica por sí sola; minuto de silencio en memoria de Raúl Reyes; plaza, estatuas y escuela en homenaje a Marulanda; apadrina la Coordinadora Continental Bolivariana; se declara enemigo jurado de Uribe, de Santos y de la institucionalidad de Colombia; finalmente, amenaza con la guerra si ese país hace en Venezuela lo que hizo con el campamento de las FARC en la frontera ecuatoriana. Pregunto, ¿no está reconociendo entonces la veracidad de cuanto se plantea? Si no existen los campamentos, no hay nada que temer, ni guerra posible. ¿O sí?
oalvarezpaz@gmail.com Lunes, 26 de julio de 2010
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