Los “caudillos” de la región, Lula y Chávez a la cabeza, ahora minoría, insisten en desconocer las decisiones internas de las instituciones de Honduras, es decir, en rechazar de plano la decisión de los hondureños de elegir su gobierno, de construir su destino, de escoger su sistema político, económico y social, en fin, de tomar un camino distinto al que desde afuera se quería imponer.
Lo más importante de la crisis, que tiende a resolverse después de las elecciones del 29 de novembre, es que la democracia hondureña se ha fortalecido, pese a estos intentos marginales que buscan disminuir el concepto de democracia, ajustándolo a pretensiones de cambio que en nada han beneficiado al colectivo y que habría desembocado en el espacio común del chavismo: la reelección indefinida y la permanencia eterna en el poder. Después de la destitución legítima de Zelaya, un gobierno de transición, un gobierno elegido libremente, la reconciliación nacional y la paz en el país. El tiempo apremia, por lo que lo mas sano sería que las autoridades de ese país facilitasen al nuevo Gobierno iniciar sus funciones lo antes posible, adelantando la fecha de la toma de posesión de Lobo, como lo han sugerido algunos.
Honduras ha sufrido una doble injerencia en sus asuntos internos. Una primera, en contra de los intereses de los hondureños, promovida por Chávez, que animó a Zelaya a buscar su eternización en el poder, mediante un planificado fraude electoral, con la consecuencial indignación popular e institucional. Una segunda injerencia, posterior a la destitución de Zelaya por el Congreso de la República , de parte del albalulismo y la OEA , esta vez no sólo contraria a los intereses de los hondureños, sino en perjucio de las instituciones del Estado y de la soberanía nacional. Ambas injerencias inaceptables, tan grave la primera como la segunda.
Desde el 28 de junio los gobiernos albalulistas intensificaron su intervencionismo en los asuntos de ese pais, para torcer la decisión del Estado y del pueblo de Honduras. La llevada de Zelaya a la Embajada de Brasil, por los gobiernos de Lula y de Chávez es uno de los hechos mas lamentables de esta situación ejemplo de la más grosera injerencia en los asuntos internos de Honduras. De golpe, el gobierno de Brasil destruye la figura del asilo, recurriendo a la ficción perversa del “invitado”, al desvirtuar su contenido y su naturaleza, para hacer de esa institucion, hasta ahora contribución de America Latina en la elaboración del Derecho Internacional, un instrumento del intervencionismo y del expansionismo.
La OEA , injerencista antes, marginada después, confundida ahora, no sabe si seguir el juego de las “potencias” regionales “interventoras” o adoptar una posición favorable a la reconciliacion nacional y al reestablecimiento definitivo del estado de derecho en ese pais. La respuesta en el aire, claro está. Los Estados, lógicamente divididos, precisamente por las ambiciones expansionistas e imperialistas de algunos. El organismo, a la deriva. El torpe Secretario General, Insulza, va y viene en sus declaraciones. Ahora reconoce, con reservas, tras la imposibilidad de un consenso entre los Estados, que Lobo es la solución. Sus declaraciones van al son de su pretensión reeleccionista.
Las tentativas intervencionistas siguieron después, en la descolorida Cumbre de Estoril, cuando los “revolucionarios” regionales trataron de nuevo sin éxito de convencer al sector democrático del grupo, para sancionar a Micheletti, a las instituciones hondureñas, cuestionando las elecciones realizadas libre y soberanamente; y, al nuevo gobierno de Porfirio Lobo. Una bofetada a las instituciones de un Estado y a principios fundamentales: soberanía, no injerencia, autodeterminación de los pueblos.
Ahora le toca actuar a Brasil, país que pretende erigirse en gendarme regional y ocupar un puesto permanente en el Consejo de Seguridad, para resolver el problema Zelaya. Tendrá que bajar la cabeza la arrogante diplomacia brasileña y “reconocer” al gobierno de Lobo y pedirle el salvodoncuto de rigor. Es de esperarse que a la diplomacia brasileña no se le ocurra caer en la tentación chavista de una “fuga” de Zelaya.
Lo más importante de la crisis, que tiende a resolverse después de las elecciones del 29 de novembre, es que la democracia hondureña se ha fortalecido, pese a estos intentos marginales que buscan disminuir el concepto de democracia, ajustándolo a pretensiones de cambio que en nada han beneficiado al colectivo y que habría desembocado en el espacio común del chavismo: la reelección indefinida y la permanencia eterna en el poder. Después de la destitución legítima de Zelaya, un gobierno de transición, un gobierno elegido libremente, la reconciliación nacional y la paz en el país. El tiempo apremia, por lo que lo mas sano sería que las autoridades de ese país facilitasen al nuevo Gobierno iniciar sus funciones lo antes posible, adelantando la fecha de la toma de posesión de Lobo, como lo han sugerido algunos.
Honduras ha sufrido una doble injerencia en sus asuntos internos. Una primera, en contra de los intereses de los hondureños, promovida por Chávez, que animó a Zelaya a buscar su eternización en el poder, mediante un planificado fraude electoral, con la consecuencial indignación popular e institucional. Una segunda injerencia, posterior a la destitución de Zelaya por el Congreso de la República , de parte del albalulismo y la OEA , esta vez no sólo contraria a los intereses de los hondureños, sino en perjucio de las instituciones del Estado y de la soberanía nacional. Ambas injerencias inaceptables, tan grave la primera como la segunda.
Desde el 28 de junio los gobiernos albalulistas intensificaron su intervencionismo en los asuntos de ese pais, para torcer la decisión del Estado y del pueblo de Honduras. La llevada de Zelaya a la Embajada de Brasil, por los gobiernos de Lula y de Chávez es uno de los hechos mas lamentables de esta situación ejemplo de la más grosera injerencia en los asuntos internos de Honduras. De golpe, el gobierno de Brasil destruye la figura del asilo, recurriendo a la ficción perversa del “invitado”, al desvirtuar su contenido y su naturaleza, para hacer de esa institucion, hasta ahora contribución de America Latina en la elaboración del Derecho Internacional, un instrumento del intervencionismo y del expansionismo.
La OEA , injerencista antes, marginada después, confundida ahora, no sabe si seguir el juego de las “potencias” regionales “interventoras” o adoptar una posición favorable a la reconciliacion nacional y al reestablecimiento definitivo del estado de derecho en ese pais. La respuesta en el aire, claro está. Los Estados, lógicamente divididos, precisamente por las ambiciones expansionistas e imperialistas de algunos. El organismo, a la deriva. El torpe Secretario General, Insulza, va y viene en sus declaraciones. Ahora reconoce, con reservas, tras la imposibilidad de un consenso entre los Estados, que Lobo es la solución. Sus declaraciones van al son de su pretensión reeleccionista.
Las tentativas intervencionistas siguieron después, en la descolorida Cumbre de Estoril, cuando los “revolucionarios” regionales trataron de nuevo sin éxito de convencer al sector democrático del grupo, para sancionar a Micheletti, a las instituciones hondureñas, cuestionando las elecciones realizadas libre y soberanamente; y, al nuevo gobierno de Porfirio Lobo. Una bofetada a las instituciones de un Estado y a principios fundamentales: soberanía, no injerencia, autodeterminación de los pueblos.
Ahora le toca actuar a Brasil, país que pretende erigirse en gendarme regional y ocupar un puesto permanente en el Consejo de Seguridad, para resolver el problema Zelaya. Tendrá que bajar la cabeza la arrogante diplomacia brasileña y “reconocer” al gobierno de Lobo y pedirle el salvodoncuto de rigor. Es de esperarse que a la diplomacia brasileña no se le ocurra caer en la tentación chavista de una “fuga” de Zelaya.
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