La inseguridad ocupa la atención primaria de los ciudadanos. Es la mayor preocupación de la gente, el reclamo más exigente a unas autoridades percibidas por el grueso de la población como indolentes, incompetentes o cómplices frente al problema. Lo cierto es que la delincuencia criminal, organizada o no, ha desbordado todos los límites, colocando a la gente en situación de indefensión grave. Progresivamente se convierte en verdadera psicosis colectiva. Además de constatar a diario la extensión del problema, aumenta la indignación peligrosamente, por las consecuencias de imprevistas reacciones que pueden generarse.
El valor de la seguridad
El valor de la seguridad
Nuestro mayor anhelo es disfrutar de un grado de seguridad ante la vida que nos permita formar una familia, levantar adecuadamente unos hijos, educarlos curarlos, vestirlos y garantizarles un techo propio, al menos mientras estén bajo nuestra responsabilidad. Todos aspiramos hacerlo con nuestras propias fuerzas, sin muletas indignas. Reclamamos del estado-gobierno políticas capaces de crear condiciones para que todos puedan alcanzar el objetivo. Cada generación debe tener mejores oportunidades que la precedentes. Nosotros tuvimos mejores oportunidades que nuestros padres. Ellos se sacrificaron, dieron todo para eso. Fue su razón de ser en la vida. Además de su esfuerzo, vivieron en épocas en las que, a pesar de todo, la labor del estado-gobierno era básicamente supletoria y promotora. Es decir, supliendo las necesidades y carencias básicas y promoviendo actividades para el desarrollo integral de la familia y de las personas naturales y jurídicas. Sin condicionamientos ideológicos ni políticos que desnaturalizaran el esquema. No era perfecto, pero funcionaba. El país progresaba con mayor o menor velocidad… a pesar de todo.
Principios y valores
Principios y valores
Para cumplir nuestra misión en la Tierra tenemos que aferrarnos a principios y valores muy deteriorados en estos tiempos. Uno es el de la responsabilidad individual, personal y familiar. Esto no tiene sustituto. Nadie hará por cada ciudadano lo que a cada cual le corresponde hacer para asegurar esa seguridad existencial. Tiene que ver con la dignidad de la persona humana y del valor que le demos a la familia como núcleo primario de la sociedad. Con la perfectibilidad de la sociedad civil y, finalmente, con la lucha por la justicia social como instrumento para alcanzar el bien común.
Otra labor insustituible es enseñar el valor de ley y del orden esencial que de ella se deriva. La ley, en su concepción más amplia, tiene que ser de obligatorio cumplimiento para todos, pero especialmente para el estado-gobierno que tiene que ser el primero en someterse a ella como responsable de su elaboración y ejecución.
Cuanto decimos nos lleva a ratificar la importancia de la no dependencia, de la libertad y de la responsabilidad personal.
Los diagnósticos están hechos y las soluciones existen
Los diagnósticos están hechos y las soluciones existen
La inseguridad afecta a toda la República. Los diagnósticos están hechos. Los especialistas han presentado proyectos concretos para enfrentar el problema integralmente. Jornadas nacionales e internacionales se han multiplicado para el estudio de otras realidades que han superado el problema con fórmulas prácticas. Aquí en Venezuela estamos “por detrás de la jugada”, como decimos popularmente en el mundo del beisbol. El estado-gobierno no cumple y la nación sufre las consecuencias.
El estado-gobierno
Garantizar la seguridad de las personas, de los bienes y del territorio, es tarea primaria de cualquier estado. Debe cumplirlo integrando armónicamente las ramas del poder público, incluidas aquellas que lo acercan al ciudadano común lo más posible, municipios y comunidades.
Una adecuada política contra el crimen debe considerar cuatro aspectos básicos.
La PREVENCIÓN es fundamental. En Venezuela no existe. Los servicios de inteligencia y prevención, nacionales y regionales, con excepciones, funcionan interferidos por intereses políticos e ideológicos que cada día los alejan más de sus fines. Las policías atraviesan por su peor momento. Graves incertidumbres legales y operativas las hacen ineficientes. También unos componentes militares que funcionan al margen y hasta en contra de las obligaciones que tienen señaladas.
La REPRESION sufre de los mismos males, con la circunstancia deplorable de que la sienten más los disidentes y protestatarios políticos y sociales que la mal llamada delincuencia común y la delincuencia organizada.
Parte importantísima del problema es el SISTEMA JUDICIAL, una administración de justicia deplorable, envenenada políticamente desde la cabeza a los pies, provisoria y mediocre. No se trata sólo de la justicia penal, sino del sistema. A los tribunales solo llega el 10% de las causas conocidas por el Ministerio Público. Ningún área funciona decentemente. Lo más horrendo, contrario a todo sentido de decencia y utilidad es el RÉGIMEN CARCELARIO, pervertido e inhumano, responsabilidad exclusiva y excluyente del estado-gobierno.
Medidas a tomar
Medidas a tomar
Recomendamos una política de seguridad que equilibre la libertad la autoridad. Combinar los organismos públicos con los sectores privados que ofrecen seguridad. Dar un apoyo total a la COMUNIDAD organizada como factor de control social para garantizar la autoprotección y la vigilancia vecinal. Particular importancia damos a las policías o comités vecinales que en el Zulia están en pleno desarrollo.
En materia legislativa la Asamblea Nacional está en mora. Hace falta una adecuada ley de policía nacional, otra ley de eximentes para proteger al policía, otra de carrera policial y urgentes reformas a los Códigos Penal, Orgánico Procesal Penal y sobre el régimen penitenciario. Una buena ley de seguridad rural y no la barbaridad que el gobierno presentó. Otra de peligrosidad social y controles de indocumentados y extranjeros indeseables. Hay proyectos a la orden.
Consideración especial merece la necesidad de una eficiente política para combatir el narcotráfico, el lavado de dinero, las extorsiones y delitos financieros.
Conclusiones parciales
Sufrimos una verdadera revolución delictiva. El delito como factor subversivo, de desestabilización del orden jurídico, político y social existentes tenidos como contrarevolucionarios por el régimen actual. Luego de once años de gobierno, concluimos en que se convierte la inseguridad en política de estado para someter a la población imponiendo la paz de los sepulcros y el silencio de los calabozos.
La impunidad estimula la delincuencia. El régimen la garantiza. El gobierno responderá, más temprano que tarde, por la politización del hampa. Hemos contabilizado cerca de 150.000 muertos, más los correspondientes heridos y robos, en algo más de una década. Más que en Afganistán, Irak, Medio Oriente o en Colombia. Esto no puede continuar. Se necesita un cambio cualitativo urgente
Un testigo presencial me comentaba el consejo de Castro a Chávez hace unos años: “No te metas con la delincuencia hasta que te consolides en el poder”. El ruso Ryszard Kapuscinsky, dijo que el soporte de la estabilidad soviética era “…el terror y su inseparable y tembloroso hijo, el miedo”. Cualquier parecido no es coincidencia.
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