Si algunas elecciones merecen el calificativo de trágicas son las parlamentarias que nos tocan en suerte. Exceden a una mera consulta, van más allá de la supuesta renovación del parlamento, dejan de ser un acto electoral para pasar a ser el clásico “nudo gordiano”.
Lo que llega a su clímax con estas elecciones es la crisis de la democracia representativa. He sostenido que los partidos de la llamada “oposición” y el régimen que nos atosiga son las dos caras de la misma moneda. El segundo un producto no deseado, pero causado por este tipo de democracia propio de la era industrial terminada.
No deja de ser paradójico que el arribo a este punto sin aparente retorno se produzca bajo este régimen, lo que lo convierte, sin lugar a dudas, en un suceso revolucionario. Esto es, la excrecencia no deseada de los vicios representativos once años después confirma su carácter, uno que ya nadie podrá negar con argumentos baladíes como ese de que no es más que un mal gobierno. En otras palabras, este debate inútil y marginal sobre las formas, maneras y procedimientos de cómo la “oposición” participará en las elecciones parlamentarias debe hacer entender que el presente régimen es uno revolucionario, pues ha llevado al país al punto de una ruptura final, la de la muerte y entierro de la democracia representativa y su sustitución por formas no democráticas, aún en las eventuales alternativas a su propio mantenimiento en el poder.
Este proceso excede a que elegiremos candidatos en primarias o por consenso o con cesión de cuotas a la sociedad civil. Es tal la magnitud del nudo que se haga lo que se haga se marcha mansamente al pozo séptico que la historia reserva para los acontecimientos aparentemente inevitables. No se trata sólo de las matemáticas que indican con precisión cuántos diputados podrá elegir la llamada “oposición” bajo la vigencia de la Ley de Procedimientos Electorales y la conformación de circuitos a capricho de conveniencias. Es el juego en sí el problema de fondo, pues implica la decisión de participar en una consulta que no se puede ganar, es la confirmación de que se irá a elegir unos pocos que tratarán de mantener un juego falso de democracia para estirar lo que no es estirable y para persistir en desatar el nudo, lo que no es posible.
El nudo es de tipo gordiano, esto es, no se puede desatar. El nudo gordiano sólo se puede cortar. El remedo se mantendrá una vez que tengamos los resultados en la mano, pero ya será parodia, mucho más de lo que ya es. El ejercicio de la democracia representativa que se mostrará no será más que la comprobación de su muerte.
Nos sucede en Venezuela, un país sin organización social que permita sustituir a los instrumentos de intermediación que están muertos (partidos, gremios, sindicatos, organizaciones empresariales, etc.). El país no sabe de una transición de una democracia representativa a una democracia avanzada del siglo XXI, una donde se produce -en primer lugar- la ruptura de la hegemonía dictatorial partidista mediante la emersión de una sociedad instituyente que los reduce a no más que instrumentos adicionales de expresión colectiva. El país carece de poder instituyente y en consecuencia sigue con la cerviz doblada frente a una dictadura partidista tan totalitaria como el régimen que se pretende suplantar. Son los mecanismos perversos de la democracia representativa que, aún a punto de morir, sigue oliendo mal desde la tumba abierta y que la espera.
El país está en el desorden frente a un acontecimiento histórico de importancia fundamental. Ello implica lo que vamos a vivir, el juego de las apariencias. Ello incluye unas ilusiones que no tienen relación con la verdad trágica que enfrentamos. El caos también tiene un orden. Debemos recordar que el nudo gordiano sólo era posible de resolver mediante un corte tajante y que los “dioses aprobaron” la solución como una forma válida de resolver el enredo. Alejandro cortó el nudo con su espada y se aprovechó de una terrible tormenta para afirmar que esa era la manifestación del asentimiento de los dioses. Si lo traducimos, fue la voluntad de Alejandro la que consiguió la forma de desatar el nudo y de utilizar la supuesta voluntad de los dioses para seguir con su camino hacia Persia. Quizás no haya ejemplo más claro de determinación y al mismo tiempo de pensamiento lateral que este del gran conquistador macedonio, expresión militar de la imponente cultura griega.
Este nudo gordiano de las elecciones parlamentarias no puede desatarse con pensamiento lógico o convencional, con el agravante de que quienes fungen de dirigentes no tienen ni siquiera esta forma de razonar. Tratan de calmar aquí y allá, los ineptos politólogos que son “invitados predilectos” de los nefastos programas de opinión piden un matrimonio entre partidos y sociedad civil y hasta se permiten acusar a los ciudadanos de impaciencia e injusticia pues supuestamente corren a acusar a los partidos de cada derrota. No se trata de eso. Con estructura mental de esta calaña no se puede analizar y menos concluir en algo razonable. El nudo no es desatable y, en consecuencia, hay que marchar hacia el “pensamiento lateral”, como lo asomaba arriba.
El pensamiento lateral, por si alguien no sabe de qué estoy hablando, equivale al rompimiento de la forma habitual de pensar. Hay que deshilachar los caminos conocidos y abandonar la identificación entre objeto y sujeto, o mejor, entre significante y significado (por ejemplo, esto es una cama y las camas sirven para acostarse). Es lo que trato de hacer al hablarle a un país que no tiene siquiera las formas del pensamiento habitual.
Tal como están las cosas, estas elecciones trágicas –de las que he dicho marcarán una década de la vida de este país- pueden transformarse más bien en varias décadas sin luz. La tragedia está en una paradoja que ni Esquilo, Sófocles y Eurípides pudieron imaginar y es que unas elecciones nos reduzcan las alternativas a dictadura o dictadura.
Las desleídas apariencias que sobrevivirán irán cayendo hecha jirones por acción de las piedras revolucionarias. La imagen que me viene a la mente es la de la sin par actriz griega Irene Papas cayendo como en Clitemnestra, Anticlea o Electra. Entonces la única alternativa no será democrática, lo será de la sustitución de una dictadura por otra. Por la causa que sea: porque estén en peligro las fortunas amasadas, porque el aire se haga irrespirable, porque la ingobernabilidad llegue a amenazar con la disolución, porque la honradez de una juventud militar harta haga eclosión, porque las amalgamas de la historia se combinen todas en un torbellino llamado caos que produzca una sobrecarga que queme las conexiones de la república. Y sobre todo, por la inexistencia de dirigentes civiles que mantengan el camino civil, por la falta de dirigentes que merezcan tal nombre y sepan hablar el lenguaje de la democracia posible, por la falta de talento y probidad que entiendo muchos desean encontrar con la esperanza de cambiar los términos dramáticos de esta ecuación.
Es por ello que hay que recurrir al pensamiento lateral, conceptualizar una nueva democracia, clamar ante la inmensidad del desierto contra la impotencia y mantener sobre la palma de la mano una pequeña llama que si bien queme la piel se atreva a competir con el poder abrasador de los acontecimientos que se alzan con toda la fuerza del nitrógeneno, hidrógeno y silicio que están listo para quemar las entrañas de la república.
TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ
teodulolopezm@yahoo.com
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ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, MOVIMIENTO REPUBLICANO MR, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO,POLÍTICA, INTERNACIONAL,
Lo que llega a su clímax con estas elecciones es la crisis de la democracia representativa. He sostenido que los partidos de la llamada “oposición” y el régimen que nos atosiga son las dos caras de la misma moneda. El segundo un producto no deseado, pero causado por este tipo de democracia propio de la era industrial terminada.
No deja de ser paradójico que el arribo a este punto sin aparente retorno se produzca bajo este régimen, lo que lo convierte, sin lugar a dudas, en un suceso revolucionario. Esto es, la excrecencia no deseada de los vicios representativos once años después confirma su carácter, uno que ya nadie podrá negar con argumentos baladíes como ese de que no es más que un mal gobierno. En otras palabras, este debate inútil y marginal sobre las formas, maneras y procedimientos de cómo la “oposición” participará en las elecciones parlamentarias debe hacer entender que el presente régimen es uno revolucionario, pues ha llevado al país al punto de una ruptura final, la de la muerte y entierro de la democracia representativa y su sustitución por formas no democráticas, aún en las eventuales alternativas a su propio mantenimiento en el poder.
Este proceso excede a que elegiremos candidatos en primarias o por consenso o con cesión de cuotas a la sociedad civil. Es tal la magnitud del nudo que se haga lo que se haga se marcha mansamente al pozo séptico que la historia reserva para los acontecimientos aparentemente inevitables. No se trata sólo de las matemáticas que indican con precisión cuántos diputados podrá elegir la llamada “oposición” bajo la vigencia de la Ley de Procedimientos Electorales y la conformación de circuitos a capricho de conveniencias. Es el juego en sí el problema de fondo, pues implica la decisión de participar en una consulta que no se puede ganar, es la confirmación de que se irá a elegir unos pocos que tratarán de mantener un juego falso de democracia para estirar lo que no es estirable y para persistir en desatar el nudo, lo que no es posible.
El nudo es de tipo gordiano, esto es, no se puede desatar. El nudo gordiano sólo se puede cortar. El remedo se mantendrá una vez que tengamos los resultados en la mano, pero ya será parodia, mucho más de lo que ya es. El ejercicio de la democracia representativa que se mostrará no será más que la comprobación de su muerte.
Nos sucede en Venezuela, un país sin organización social que permita sustituir a los instrumentos de intermediación que están muertos (partidos, gremios, sindicatos, organizaciones empresariales, etc.). El país no sabe de una transición de una democracia representativa a una democracia avanzada del siglo XXI, una donde se produce -en primer lugar- la ruptura de la hegemonía dictatorial partidista mediante la emersión de una sociedad instituyente que los reduce a no más que instrumentos adicionales de expresión colectiva. El país carece de poder instituyente y en consecuencia sigue con la cerviz doblada frente a una dictadura partidista tan totalitaria como el régimen que se pretende suplantar. Son los mecanismos perversos de la democracia representativa que, aún a punto de morir, sigue oliendo mal desde la tumba abierta y que la espera.
El país está en el desorden frente a un acontecimiento histórico de importancia fundamental. Ello implica lo que vamos a vivir, el juego de las apariencias. Ello incluye unas ilusiones que no tienen relación con la verdad trágica que enfrentamos. El caos también tiene un orden. Debemos recordar que el nudo gordiano sólo era posible de resolver mediante un corte tajante y que los “dioses aprobaron” la solución como una forma válida de resolver el enredo. Alejandro cortó el nudo con su espada y se aprovechó de una terrible tormenta para afirmar que esa era la manifestación del asentimiento de los dioses. Si lo traducimos, fue la voluntad de Alejandro la que consiguió la forma de desatar el nudo y de utilizar la supuesta voluntad de los dioses para seguir con su camino hacia Persia. Quizás no haya ejemplo más claro de determinación y al mismo tiempo de pensamiento lateral que este del gran conquistador macedonio, expresión militar de la imponente cultura griega.
Este nudo gordiano de las elecciones parlamentarias no puede desatarse con pensamiento lógico o convencional, con el agravante de que quienes fungen de dirigentes no tienen ni siquiera esta forma de razonar. Tratan de calmar aquí y allá, los ineptos politólogos que son “invitados predilectos” de los nefastos programas de opinión piden un matrimonio entre partidos y sociedad civil y hasta se permiten acusar a los ciudadanos de impaciencia e injusticia pues supuestamente corren a acusar a los partidos de cada derrota. No se trata de eso. Con estructura mental de esta calaña no se puede analizar y menos concluir en algo razonable. El nudo no es desatable y, en consecuencia, hay que marchar hacia el “pensamiento lateral”, como lo asomaba arriba.
El pensamiento lateral, por si alguien no sabe de qué estoy hablando, equivale al rompimiento de la forma habitual de pensar. Hay que deshilachar los caminos conocidos y abandonar la identificación entre objeto y sujeto, o mejor, entre significante y significado (por ejemplo, esto es una cama y las camas sirven para acostarse). Es lo que trato de hacer al hablarle a un país que no tiene siquiera las formas del pensamiento habitual.
Tal como están las cosas, estas elecciones trágicas –de las que he dicho marcarán una década de la vida de este país- pueden transformarse más bien en varias décadas sin luz. La tragedia está en una paradoja que ni Esquilo, Sófocles y Eurípides pudieron imaginar y es que unas elecciones nos reduzcan las alternativas a dictadura o dictadura.
Las desleídas apariencias que sobrevivirán irán cayendo hecha jirones por acción de las piedras revolucionarias. La imagen que me viene a la mente es la de la sin par actriz griega Irene Papas cayendo como en Clitemnestra, Anticlea o Electra. Entonces la única alternativa no será democrática, lo será de la sustitución de una dictadura por otra. Por la causa que sea: porque estén en peligro las fortunas amasadas, porque el aire se haga irrespirable, porque la ingobernabilidad llegue a amenazar con la disolución, porque la honradez de una juventud militar harta haga eclosión, porque las amalgamas de la historia se combinen todas en un torbellino llamado caos que produzca una sobrecarga que queme las conexiones de la república. Y sobre todo, por la inexistencia de dirigentes civiles que mantengan el camino civil, por la falta de dirigentes que merezcan tal nombre y sepan hablar el lenguaje de la democracia posible, por la falta de talento y probidad que entiendo muchos desean encontrar con la esperanza de cambiar los términos dramáticos de esta ecuación.
Es por ello que hay que recurrir al pensamiento lateral, conceptualizar una nueva democracia, clamar ante la inmensidad del desierto contra la impotencia y mantener sobre la palma de la mano una pequeña llama que si bien queme la piel se atreva a competir con el poder abrasador de los acontecimientos que se alzan con toda la fuerza del nitrógeneno, hidrógeno y silicio que están listo para quemar las entrañas de la república.
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