Alerto a mis lectores sobre la orientación punitiva de este escrito. Por primera vez me aparto del estilo de ‘denuncia genérica’ y del ‘humor negro’ para convalidar con esta nota la denuncia de la violación específica de los Derechos Humanos de los niños de la calle en Venezuela, violación que el innombrable Presidente de la República ejecuta por su propia ineptitud y la de sus funcionarios con responsabilidades directas en el caso. El hambre es el más cruel de los escarnios a los que se puede someter a un ser humano; pero es una crueldad que se multiplica groseramente, cuando se trata de niños. Nuestros niños venezolanos, esos que viven en diariamente la paradoja de pasar hambre y abandono sobre las calles de un país con un Gobierno inmensamente rico.
LOS NIÑOS DE LA CALLE ACUSAN AL PRESIDENTE
Estamos frente a una de las contradicciones revolucionarias más grotescas del rrrrégimen que encabeza el Héroe del Museo Militar. Más grotesca aún que el seguir llamándose como lo inscribieron al nacer, luego de aquella famosa promesa: “Me dejaré de llamar Hugo Rafael Chávez, si dentro de un año hay un niño abandonado en la calle” Han transcurrido diez largos años desde esa amenaza revolucionaria que asombró a todos, pero que ha sido incumplida a pesar de contar con los recursos económicos y una Ley de Poderes Especiales que lo facultaba para corregir esta situación sin ataduras legislativas, pero su incumplimiento ha llegado al punto que el incremento nominal y porcentual de los niños abandonados en la calle ha crecido exponencialmente, justo a partir de ese día. Por eso media Venezuela también le conoce como ‘El Innombrable’.
LOS NIÑOS DE LA CALLE ACUSAN AL PRESIDENTE
Estamos frente a una de las contradicciones revolucionarias más grotescas del rrrrégimen que encabeza el Héroe del Museo Militar. Más grotesca aún que el seguir llamándose como lo inscribieron al nacer, luego de aquella famosa promesa: “Me dejaré de llamar Hugo Rafael Chávez, si dentro de un año hay un niño abandonado en la calle” Han transcurrido diez largos años desde esa amenaza revolucionaria que asombró a todos, pero que ha sido incumplida a pesar de contar con los recursos económicos y una Ley de Poderes Especiales que lo facultaba para corregir esta situación sin ataduras legislativas, pero su incumplimiento ha llegado al punto que el incremento nominal y porcentual de los niños abandonados en la calle ha crecido exponencialmente, justo a partir de ese día. Por eso media Venezuela también le conoce como ‘El Innombrable’.
Porque las estadísticas de las Naciones Unidas son lapidarias: Muestran que en América Latina los niños de la calle tienen edades que oscilan entre 8 y los 17 años. Las niñas constituyen aproximadamente un 10 y 15%, ya que tienen más posibilidades de elaborar estrategias alternativas (cuidados de hermanos menores, trabajo doméstico, prostitución). A partir de datos obtenidos por UNICEF, tomados por ellos de informantes clave en el año 1991, se pudo estimar que en Venezuela habían 6.000 niños viviendo en la calle, es decir sin vínculos familiares o con vínculos débiles. La gran mayoría (80%) varones y su distribución etárea para la fecha de la investigación era la siguiente: 15% menores de 8 años de edad, 50% entre 8 a 14 años y 35% entre 15 y 18.
La cantidad de niños indigentes se ha elevado, desde 1991 a niveles tan escandalosos, que el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha tenido que maquillar las cifras de la investigación 2007 con ejercicios estadísticos fatuos. Entonces, por arte de magia de una matemática mística e irreal, resta 11.000 de un solo plumazo a los 17.950 niños de la calle contabilizados en el censo de ese año, porque esa es la cantidad de niños que en algún momento del día son ‘afectados’ por cualquiera de los ‘programas de inclusión’. Es decir, que según el criterio del señor Eljuri, (Director del INE) dejan de ser ‘niños-de-la-calle’ porque en algún momento del año, algún funcionario los censó y los ‘incluyó’ en alguno de los programas sociales; léase: los anotó en una planilla y les dio un pan o un ticket.
Y como el papel aguanta de todo (incluyendo las excrecencias intestinales) ‘El Innombrable’ se auto-engaña con esa mentira estadística e insiste en hacerse llamar como solían hacerlo antes de la famosa promesa. Cada día que pasa hay más niños viviendo en la calle, abandonados por padres irresponsables, o sin trabajo que deambulan con ellos, y esto es así, señor Presidente, porque sus políticas de inclusión han fracasado estrepitosamente. Porque olvidó la sentencia bíblica aquella del “No le des un pez... Enséñale a pescar”. Porque su visión de Gobierno mesiánico ha convertido al Estado en un ente menesteroso, mientras usted dispone personalísimamente de los fondos del Gobierno y dilapida miles de millones de dólares que regala a países ‘aliados’ del ALBA, a la par que interviene, cierra o ‘espanta’ a las empresas privadas que son las fuentes de empleo que necesitan esos padres para salir de la indigencia y vivir y educar a sus hijos con dignidad.
Señor Presidente, cada uno de los 17.950 niños que hay actualmente en las calles venezolanas lo acusa a usted. Y lo acusa con motivo y razón de ser un incapaz. De populista. Lo acusa de mentiroso y de inmerecer el título, no ya de Presidente, sino de ciudadano venezolano, cuando ven su redonda y abotargada figura, al lado de Oliver Stone en Venecia, caminando sobre la alfombra más capitalista de la humanidad, gastándose los dólares que ellos necesitan para comer este día y tener un futuro promisor, como se merecen.
VENEZUELA, DESNUTRIDA Y CON MÁS HAMBRE
Según la FAO, el término desnutridas se aplica a aquellas personas que, de forma permanente, consumen una cantidad de alimentos insuficiente para sus necesidades, desde el punto de vista de las calorías ingeridas. Por ello, podemos afirmar que en Venezuela existe una situación de inseguridad alimentaria, no únicamente porque no producimos lo que el país requiere, sino porque hay personas que carecen de acceso a una cantidad suficiente de alimentos inocuos y nutritivos y por lo tanto, no consumen los alimentos que necesitan para un crecimiento y desarrollo normales para una vida activa y sana. La inseguridad alimentaria en Venezuela es crónica estructuralmente y por eso produce una desnutrición generalizada en el país.
En Venezuela, la inseguridad alimentaria es crónica hace más de 10 años pero se ha incrementado en gran parte por la incapacidad de las políticas agroalimentarias de este rrrrégimen para la recuperación sostenida de la agroindustria de alimentos y de la ganadería de doble propósito, que son dos de los muchos segmentos productivos que han sido golpeados severamente, tanto por los controles de precios y el control cambiario como por la invasión a los predios productivos y la inseguridad jurídica y personal que se vive en el campo. Sólo por esto, la desnutrición se atornilla en el estómago de los venezolanos y se muestra, en las estadísticas de consumo y en el rostro de la gente, como una realidad inocultable que amenaza a la población, comenzando por los grupos más vulnerables: los más pobres y entre éstos, los niños de la calle.
Es inevitable volver a las cifras, pero no a cualquiera, a las más confiables, las de la UNICEF de las Naciones Unidas. Según sus investigaciones más recientes, uno de cada cinco niños sufre algún tipo de desnutrición en Venezuela, mientras que 24 de cada 100 mil murieron por causas violentas. Nadya Vásquez, representante de Unicef en Venezuela, indicó que se ha registrado un aumento en los homicidios de niños de más de diez años de edad, y además, según esta representante de Unicef, el 20% de los bebés en Venezuela son hijos de madres adolescentes, que nacen ‘prematuros de peso’ por descontrol prenatal de sus madres y por la desnutrición crónica que ellas manifiestan.
Y mientras el señor Presidente ‘payasea’ en Venecia y gasta para sí y su abrumadora comitiva ‘chorrocientos’ de dólares todos los días, la desnutrición infantil se afinca en Venezuela y amenaza con transformarse en una epidemia social de proporciones inimaginables. No lo afirmo sin referente oficial, lo reflejan las cifras del Ministerio del Poder Popular para la Salud: De los niños menores de cinco años, 3,7% sufre de desnutrición aguda, 11,7% de desnutrición crónica y 4,6% de desnutrición global. Estos porcentajes son tomados del reporte más reciente del Ministerio del Poder Popular de Planificación, y corresponden al año 2005.
Según datos de mortalidad de este Ministerio del Poder Popular (¿para la Salud?) 13 de cada 100 mil niños fueron asesinados en 1999, pero en 2006 esa cifra se elevó a 24 de cada 100 mil y además constituyó la principal causa de muerte en adolescentes varones. Y de acuerdo con las declaraciones de la presidenta del Instituto Nacional de Nutrición, Marilyn Di Luca, el índice de prevalencia del hambre o desnutrición en Venezuela llegó a 8% entre 2006 y 2007.
Señor Presidente, la desnutrición crónica que padecen nuestros niños no es cuento ni una ‘percepción mediática’. Es una triste realidad en la cual las reservas orgánicas en el cuerpo de nuestros 17.950 niños de la calle se agotan dramáticamente, día a día, debido a una carencia calórico-protéica. Esto implica que en sus organismos se está sucediendo el sacrificio de una función o el mal desarrollo de un órgano para realizar otra más inminente: subsistir.
Señor Presidente, interrumpa ese viaje ominoso y regrese de inmediato. Usted tiene la obligación constitucional de poner en práctica ¡Ya! un plan coherente, sustentable y de largo aliento de ayuda social que ataque el hambre de nuestros niños de la calle (recuerde: son 17.950) pero que vaya más allá de lo coyuntural: que llegue a todos los necesitados del país, sin tanta burocracia ni tanta corrupción. No tenga miedo político en reactivar mecanismos ‘de la Cuarta’, como los comedores populares, los albergues para niños y personas de extrema pobreza para que allí se les brinde, diariamente, un plato de comida balanceada y sirva de enlace para la inclusión social de los menesterosos y necesitados.
Señor Presidente, pare la gastadera en esos viajes y la regaladera a gobiernos extranjeros, y al regresar siéntese con los productores del campo, con los ganaderos, con los industriales. Escúchelos y acuerde medidas inmediatas y de largo aliento para incentivar la producción de alimentos en el país. Reactive la reunión con los Gobernadores de los Estados, con todos, en un marco de venezolanidad y escúchelos. Óigalos y acuerde con ellos, sin distingos ideológicos, planes contingentes y acciones a futuro para iniciar, desarrollar o incrementar la producción de alimentos.
Señor presidente, si consideramos que en Venezuela hay más de 27 millones de habitantes, y que según el Instituto Nacional de Estadística, el 8% de la población que tiene problemas de desnutrición, estamos hablando de más de 2,1 millones de personas que hoy no comieron lo suficiente. Si usted no se regresa ¡Hoy mismo! para gerenciar con eficacia y eficiencia este oprobioso problema social, entonces no quedará otra que darle la razón a aquellos que afirman que usted es “Candil de la calle y oscuridad de la casa”, y que privilegia el esplendor de las marquesinas vienesas por encima del hambre de su pueblo.
Andres Simon Moreno Arreche
La cantidad de niños indigentes se ha elevado, desde 1991 a niveles tan escandalosos, que el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha tenido que maquillar las cifras de la investigación 2007 con ejercicios estadísticos fatuos. Entonces, por arte de magia de una matemática mística e irreal, resta 11.000 de un solo plumazo a los 17.950 niños de la calle contabilizados en el censo de ese año, porque esa es la cantidad de niños que en algún momento del día son ‘afectados’ por cualquiera de los ‘programas de inclusión’. Es decir, que según el criterio del señor Eljuri, (Director del INE) dejan de ser ‘niños-de-la-calle’ porque en algún momento del año, algún funcionario los censó y los ‘incluyó’ en alguno de los programas sociales; léase: los anotó en una planilla y les dio un pan o un ticket.
Y como el papel aguanta de todo (incluyendo las excrecencias intestinales) ‘El Innombrable’ se auto-engaña con esa mentira estadística e insiste en hacerse llamar como solían hacerlo antes de la famosa promesa. Cada día que pasa hay más niños viviendo en la calle, abandonados por padres irresponsables, o sin trabajo que deambulan con ellos, y esto es así, señor Presidente, porque sus políticas de inclusión han fracasado estrepitosamente. Porque olvidó la sentencia bíblica aquella del “No le des un pez... Enséñale a pescar”. Porque su visión de Gobierno mesiánico ha convertido al Estado en un ente menesteroso, mientras usted dispone personalísimamente de los fondos del Gobierno y dilapida miles de millones de dólares que regala a países ‘aliados’ del ALBA, a la par que interviene, cierra o ‘espanta’ a las empresas privadas que son las fuentes de empleo que necesitan esos padres para salir de la indigencia y vivir y educar a sus hijos con dignidad.
Señor Presidente, cada uno de los 17.950 niños que hay actualmente en las calles venezolanas lo acusa a usted. Y lo acusa con motivo y razón de ser un incapaz. De populista. Lo acusa de mentiroso y de inmerecer el título, no ya de Presidente, sino de ciudadano venezolano, cuando ven su redonda y abotargada figura, al lado de Oliver Stone en Venecia, caminando sobre la alfombra más capitalista de la humanidad, gastándose los dólares que ellos necesitan para comer este día y tener un futuro promisor, como se merecen.
VENEZUELA, DESNUTRIDA Y CON MÁS HAMBRE
Según la FAO, el término desnutridas se aplica a aquellas personas que, de forma permanente, consumen una cantidad de alimentos insuficiente para sus necesidades, desde el punto de vista de las calorías ingeridas. Por ello, podemos afirmar que en Venezuela existe una situación de inseguridad alimentaria, no únicamente porque no producimos lo que el país requiere, sino porque hay personas que carecen de acceso a una cantidad suficiente de alimentos inocuos y nutritivos y por lo tanto, no consumen los alimentos que necesitan para un crecimiento y desarrollo normales para una vida activa y sana. La inseguridad alimentaria en Venezuela es crónica estructuralmente y por eso produce una desnutrición generalizada en el país.
En Venezuela, la inseguridad alimentaria es crónica hace más de 10 años pero se ha incrementado en gran parte por la incapacidad de las políticas agroalimentarias de este rrrrégimen para la recuperación sostenida de la agroindustria de alimentos y de la ganadería de doble propósito, que son dos de los muchos segmentos productivos que han sido golpeados severamente, tanto por los controles de precios y el control cambiario como por la invasión a los predios productivos y la inseguridad jurídica y personal que se vive en el campo. Sólo por esto, la desnutrición se atornilla en el estómago de los venezolanos y se muestra, en las estadísticas de consumo y en el rostro de la gente, como una realidad inocultable que amenaza a la población, comenzando por los grupos más vulnerables: los más pobres y entre éstos, los niños de la calle.
Es inevitable volver a las cifras, pero no a cualquiera, a las más confiables, las de la UNICEF de las Naciones Unidas. Según sus investigaciones más recientes, uno de cada cinco niños sufre algún tipo de desnutrición en Venezuela, mientras que 24 de cada 100 mil murieron por causas violentas. Nadya Vásquez, representante de Unicef en Venezuela, indicó que se ha registrado un aumento en los homicidios de niños de más de diez años de edad, y además, según esta representante de Unicef, el 20% de los bebés en Venezuela son hijos de madres adolescentes, que nacen ‘prematuros de peso’ por descontrol prenatal de sus madres y por la desnutrición crónica que ellas manifiestan.
Y mientras el señor Presidente ‘payasea’ en Venecia y gasta para sí y su abrumadora comitiva ‘chorrocientos’ de dólares todos los días, la desnutrición infantil se afinca en Venezuela y amenaza con transformarse en una epidemia social de proporciones inimaginables. No lo afirmo sin referente oficial, lo reflejan las cifras del Ministerio del Poder Popular para la Salud: De los niños menores de cinco años, 3,7% sufre de desnutrición aguda, 11,7% de desnutrición crónica y 4,6% de desnutrición global. Estos porcentajes son tomados del reporte más reciente del Ministerio del Poder Popular de Planificación, y corresponden al año 2005.
Según datos de mortalidad de este Ministerio del Poder Popular (¿para la Salud?) 13 de cada 100 mil niños fueron asesinados en 1999, pero en 2006 esa cifra se elevó a 24 de cada 100 mil y además constituyó la principal causa de muerte en adolescentes varones. Y de acuerdo con las declaraciones de la presidenta del Instituto Nacional de Nutrición, Marilyn Di Luca, el índice de prevalencia del hambre o desnutrición en Venezuela llegó a 8% entre 2006 y 2007.
Señor Presidente, la desnutrición crónica que padecen nuestros niños no es cuento ni una ‘percepción mediática’. Es una triste realidad en la cual las reservas orgánicas en el cuerpo de nuestros 17.950 niños de la calle se agotan dramáticamente, día a día, debido a una carencia calórico-protéica. Esto implica que en sus organismos se está sucediendo el sacrificio de una función o el mal desarrollo de un órgano para realizar otra más inminente: subsistir.
Señor Presidente, interrumpa ese viaje ominoso y regrese de inmediato. Usted tiene la obligación constitucional de poner en práctica ¡Ya! un plan coherente, sustentable y de largo aliento de ayuda social que ataque el hambre de nuestros niños de la calle (recuerde: son 17.950) pero que vaya más allá de lo coyuntural: que llegue a todos los necesitados del país, sin tanta burocracia ni tanta corrupción. No tenga miedo político en reactivar mecanismos ‘de la Cuarta’, como los comedores populares, los albergues para niños y personas de extrema pobreza para que allí se les brinde, diariamente, un plato de comida balanceada y sirva de enlace para la inclusión social de los menesterosos y necesitados.
Señor Presidente, pare la gastadera en esos viajes y la regaladera a gobiernos extranjeros, y al regresar siéntese con los productores del campo, con los ganaderos, con los industriales. Escúchelos y acuerde medidas inmediatas y de largo aliento para incentivar la producción de alimentos en el país. Reactive la reunión con los Gobernadores de los Estados, con todos, en un marco de venezolanidad y escúchelos. Óigalos y acuerde con ellos, sin distingos ideológicos, planes contingentes y acciones a futuro para iniciar, desarrollar o incrementar la producción de alimentos.
Señor presidente, si consideramos que en Venezuela hay más de 27 millones de habitantes, y que según el Instituto Nacional de Estadística, el 8% de la población que tiene problemas de desnutrición, estamos hablando de más de 2,1 millones de personas que hoy no comieron lo suficiente. Si usted no se regresa ¡Hoy mismo! para gerenciar con eficacia y eficiencia este oprobioso problema social, entonces no quedará otra que darle la razón a aquellos que afirman que usted es “Candil de la calle y oscuridad de la casa”, y que privilegia el esplendor de las marquesinas vienesas por encima del hambre de su pueblo.
Andres Simon Moreno Arreche
andresmorenoarreche@gmail.com
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