Chávez ha iniciado una escalada frenética para tensar al máximo las relaciones con Colombia. Es su manera de preparar la presencia del gobierno en la próxima reunión de Unasur, convocada a instancias de Lula, para conversar con Uribe sobre el tema de la presencia gringa en bases militares colombianas. Chávez intenta presionar y, diríase que, incluso, chantajear a los gobiernos suramericanos, para tratar de obtener una modificación en la línea moderada que privó en la anterior reunión del grupo regional, que se levantó sin la declaración de condena a Colombia que promovían Chávez -y el Correa anterior a sus últimas aperturas hacia su vecino del norte-. Chávez quiere que la reunión tenga lugar en el contexto de una acentuación de la conflictividad colombo-venezolana.
Este tema no puede ser visto a través del lente de la extorsión patriotera con la cual Chávez pretende manipular a la opinión pública nacional.
Tampoco a través del lente polarizado, igualmente chantajista, de la disyuntiva chavismo-antichavismo. Lo que está en juego es extremadamente delicado como para que el país se deje arrastrar, por la política caprichosa e irresponsable del primer mandatario, a un escalamiento del conflicto cuyas consecuencias indeseables podrían ser impredecibles. Sin embargo, tratar de contener el rumbo que Chávez ha planteado no significa, en modo alguno, asumir una postura indiferente frente al acuerdo del gobierno de Uribe con Estados Unidos.
Comprendemos y compartimos-, y así lo dijimos en un editorial anterior, las aprensiones expresadas por algunos gobiernos de Sur América, en especial el de Brasil, que también tiene frontera con Colombia -e incluso el nuestro-, frente a los alcances de esa presencia militar norteamericana en Colombia.
También en el país vecino existen fuertes reservas en distintos sectores acerca de la jugada de Uribe. No hay consenso alguno en el mundo político. El respetado columnista político Antonio Caballero, que no es, ni de cerca, un tirapiedras, lo expresó en "Semana" de manera brutal y tal vez hiperbólica: "Uribe cree que defender la soberanía es entregarla". De modo que la cosa no es en blanco y negro.
Pero, un gobierno responsable actúa en el senti do en que lo vienen haciendo algunos otros, que aún críticos del acuerdo colombo-norteamericano, colocan por delante el respeto a las decisiones soberanas de cualquier país y es dentro del marco de ese principio irrenunciable donde se afanan en obtener garantías de Colombia en cuanto al alcance del uso de esas bases por los gringos.
La declaración del domingo, de Hugo Chávez, disponiendo pública y abiertamente una intervención en los asuntos internos de Colombia, constituye un acto de manifiesta provocación, inaceptable no sólo para los colombianos sino para nosotros los venezolanos. Chávez no tiene derecho a hablar en nombre de la nacionalidad para dar piso a su descocada política. Irresponsabilidad que se eleva al cuadrado con la anunciada "preparación" para la ruptura de relaciones diplomáticas. Pero todo este agite tiene una explicación. El patrioterismo es el último recurso de un mandatario que siente bajo sus pies la sorda ebullición del fracaso, en los asuntos internos de su país. No hay que olvidar a las Malvinas.
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ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, MOVIMIENTO REPUBLICANO MR, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO,POLÍTICA, INTERNACIONAL,
Este tema no puede ser visto a través del lente de la extorsión patriotera con la cual Chávez pretende manipular a la opinión pública nacional.
Tampoco a través del lente polarizado, igualmente chantajista, de la disyuntiva chavismo-antichavismo. Lo que está en juego es extremadamente delicado como para que el país se deje arrastrar, por la política caprichosa e irresponsable del primer mandatario, a un escalamiento del conflicto cuyas consecuencias indeseables podrían ser impredecibles. Sin embargo, tratar de contener el rumbo que Chávez ha planteado no significa, en modo alguno, asumir una postura indiferente frente al acuerdo del gobierno de Uribe con Estados Unidos.
Comprendemos y compartimos-, y así lo dijimos en un editorial anterior, las aprensiones expresadas por algunos gobiernos de Sur América, en especial el de Brasil, que también tiene frontera con Colombia -e incluso el nuestro-, frente a los alcances de esa presencia militar norteamericana en Colombia.
También en el país vecino existen fuertes reservas en distintos sectores acerca de la jugada de Uribe. No hay consenso alguno en el mundo político. El respetado columnista político Antonio Caballero, que no es, ni de cerca, un tirapiedras, lo expresó en "Semana" de manera brutal y tal vez hiperbólica: "Uribe cree que defender la soberanía es entregarla". De modo que la cosa no es en blanco y negro.
Pero, un gobierno responsable actúa en el senti do en que lo vienen haciendo algunos otros, que aún críticos del acuerdo colombo-norteamericano, colocan por delante el respeto a las decisiones soberanas de cualquier país y es dentro del marco de ese principio irrenunciable donde se afanan en obtener garantías de Colombia en cuanto al alcance del uso de esas bases por los gringos.
La declaración del domingo, de Hugo Chávez, disponiendo pública y abiertamente una intervención en los asuntos internos de Colombia, constituye un acto de manifiesta provocación, inaceptable no sólo para los colombianos sino para nosotros los venezolanos. Chávez no tiene derecho a hablar en nombre de la nacionalidad para dar piso a su descocada política. Irresponsabilidad que se eleva al cuadrado con la anunciada "preparación" para la ruptura de relaciones diplomáticas. Pero todo este agite tiene una explicación. El patrioterismo es el último recurso de un mandatario que siente bajo sus pies la sorda ebullición del fracaso, en los asuntos internos de su país. No hay que olvidar a las Malvinas.
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