La insistente prédica de calificados voceros de la oposición, que han motejado de “provocaciones” todas las triquiñuelas, groseros atropellos, desmedidos abusos y flagrantes y graves violaciones a la constitucionalidad del país, cometidos por el chavismo gobernante - dizque para desviar la atención de los verdaderos problemas nacionales- ha tenido indudables efectos tanto en el estado de ánimo de la sociedad democrática, como en la estrategia del régimen bárbaro que la escarnece.
En cuanto al pueblo disidente, sería estúpido negar que ese quietismo y esa falta de reacción ante las arremetidas totalitarias del castro-chavismo comunista, no sea la resultante del discurso y la acción política de un liderazgo timorato, acobardado e incapaz, que -desde los menguados partidos o desde las tribunas mediáticas- han preferido colocar todos los huevos en la canasta de la vía electoral, más por cálculo, comodidad o falta de coraje, que por la pertinencia, idoneidad y efectividad que –dicen- pudiera tener esta ruta estratégica.
Porque, hablemos claro y raspao, qué otra cosa podemos esperar del pueblo opositor en esta hora y lugar, si hemos sido reiterativos en calificar de “trapos rojos”, desde la decisión del CNE que dirigían Carrasquero y Jorge Rodríguez de señalar de “firmas planas” nuestro petitorio para activar el referéndum revocatorio presidencial en el 2003, pasando por el cierre de RCTV en el 2007, el asesinato del Presidente de la FCU de la Universidad del Zulia y la inhabilitación política de dirigentes opositores en las elecciones regionales del 2008, y hasta el desconocimiento de la voluntad popular expresada en el referéndum de la reforma constitucional.
Que la sociedad democrática les haya cogido la palabra a sus “líderes” y se haya guarecido en sus casas, no cayendo en “provocaciones”, y esperando las citas electorales para contribuir con su voto a la superación de esta tragedia, no es cosa que debería extrañar ¿Acaso no ha sido la lucha contra la abstención electoral, el fundamental propósito de la estrategia opositora? ¿Por qué tendríamos que pensar distinto hoy, y no visualizar como “trapos rojos”, las embestidas recientes contra la propiedad privada, la aprobación de leyes al margen de la Constitución en la Asamblea Nacional de Chávez, y la represión “in crescendo” contra el reclamo de los trabajadores y del movimiento estudiantil?
¿Qué de diferente tiene la ilegal reforma del Reglamento Interior y de Debates de la Asamblea Nacional aprobada ayer con el voto de Ismael García, para que el régimen secuestrara al TSJ, por intermedio de la aprobación de la Ley del Tribunal Supremo de Justicia; y las aprobaciones hoy –con el voto salvado del mismo diputado- de instrumentos legales contrarios, y al margen de la Carta Magna? ¿Cuál es la diferencia entre el encarcelamiento del General Francisco Usón ayer, sólo por haberse expresado en torno a las características técnicas de un “lanzallamas”; y el encarcelamiento hoy del General Raúl Baduel, por supuestos actos de corrupción?
¿Por qué se tildó de irresponsables ayer, a Patricia Poleo y a Robert Alonso por favorecer una estrategia distinta a la electoral para enfrentar al totalitarismo en ciernes, cuando se fueron del país acosados por el régimen; y en cambio se dice hoy , que el exilio de Manuel Rosales es una conducta irreprochable porque no podemos entregarnos a nuestros verdugos? ¿Qué diferencia hay entre el desconocimiento a la voluntad popular en torno a la Alcaldía Mayor, que hoy se concretiza con el nombramiento de Jacqueline Faría por encima del elegido Alcalde Ledezma, y que por supuesto no deberíamos convalidar; y el mismo desconocimiento a la voluntad popular en lo relativo al referéndum de la reforma constitucional, que si convalidamos con nuestra participación en el referéndum de la enmienda?
¿Por qué han de parecernos riesgosos al interés democrático hoy, los ataques de “La Piedrita” y de otros grupos paramilitares contra instituciones y personalidades disidentes del régimen, si ayer los catalogábamos de “provocaciones” para desviar la atención del electorado y acentuar la abstención? ¿Qué de expresión totalitaria puede tener el cierre de Globovisión ahora, cuando ayer calificábamos sólo como un deslíz autoritario el cierre de RCTV? ¿Cómo percibir el peligro, si se nos ha repetido hasta el hartazgo –y se nos sigue repitiendo- que esta de Chávez, no es una dictadura?
Conste que no estoy diciendo que la cosa sea fácil. Como tampoco creo, que todo el que -desde el campo opositor- vote o llame a votar, sea un ultroso colaboracionista que aspira -tras bastidores- que Chávez se perpetúe en el poder. Pero de igual modo, difiero de la conseja según la cual, todo el que disienta de la ruta electoral y proponga asumir otras vías tan constitucionales como la eleccionaria, sea un golpista consumado que añora otro mesías militar, pero que sea catire y de refinados modales.
Lo que estamos observando es, lo sumamente contraproducente y pernicioso que ha sido al interés democrático de la nación, el que algunas voces –pretendidamente sensatas y experimentadas, y que prevalidas de su alta visibilidad mediática- hayan impuesto sus particulares visiones, a contrapelo de una realidad circundante que se empecina en contrariarlas, y nos hayan conducido hasta estos lodos -productos de sus calculadas areniscas- que cada vez nos sumergen más en el tremedal totalitario.
Por supuesto, no se trata de proponer que salgamos a pecho descubierto y desarmados, a enfrentar al militarismo comunistoide que se regodea en el poder. Lo que queremos señalar es, que no se puede asumir por dogmatismo, por capricho o por cálculos personales o de grupo, una estrategia que desconozca la característica dinámica y cambiante de la actividad política, que naturalmente demanda constantes revisiones y ajustes, de manera de irla adecuando a las nuevas realidades que sobrevienen con el discurrir de nuevos acontecimientos en el tiempo.
La mayor debilidad de la estrategia opositora ha sido y es, su previsibilidad. Su desmedido abrochamiento a la estrategia electoralista, no sólo produce efectos no deseados en el pueblo opositor, sino que le permite a Chávez y a la asesoría cubana, poder otear –con certeza- la conducta del liderazgo disidente ante las arremetidas del régimen. La seguridad que tienen de que cualquier barrabasada que adelanten, por temeraria y peligrosa que sea, será motejada de “trapo rojo”, es lo que los ha conllevado últimamente (atentos como están, ante la olla de presión de la conflictividad social) a “doblar la parada” y a avanzar en la implantación definitiva de su totalitarismo comunista.
Y en cuanto a los efectos en el campo opositor, no se puede –sin que se pague un alto costo- convencer a la gente de que el régimen con sus groseros despropósitos dictatoriales sólo acude al expediente de los “trapos rojos” para procurar un clima de violencia donde imponer su política y favorecer la abstención electoral opositora, produciendo un meta-mensaje que expresa alguna esperanza acerca del respeto del régimen por la voluntad popular democráticamente expresada; y al mismo tiempo reclamarle a ese mismo pueblo que se active para reclamar en las calles sus derechos y libertades democráticas, demandándole la firmeza, el coraje y la voluntad decidida, para enfrentar a un régimen al que nos negamos a calificar de dictatorial.
Esa y no otra causal, es la que ha producido el quietismo en buena parte de la sociedad opositora, que no observa algún peligro en las acciones del régimen, puesto que sus “lideres” las han calificado de simples “provocaciones”. El “síndrome del trapo rojo” haciendo estragos en la disidencia, y contribuyendo de alguna manera, en la consolidación del totalitarismo comunista. El liderazgo partidista y mediático, amarrado a su estrategia electoralista y obnubilado por luchar contra la “abstención bobalicona”, metió a la gente en sus casas y ahora no encuentra como reactivarla y movilizarla en la defensa de sus derechos constitucionales.
La tarea de derrotar a Chávez, en cualquier terreno -e incluso en el electoral- pareciera demandar no sólo un cambio de estrategia, sino fundamentalmente un relevo del liderazgo que ha monopolizado la conducción opositora. El tiempo de los postulantes y creadores del “síndrome del trapo rojo” pareciera haberse agotado.
La hora del liderazgo opositor que entienda que a una dictadura se le combate, aún en el terreno electoral, con la disposición de derrocarla en cualquier tiempo y utilizando todos los medios a nuestro alcance, ha llegado. Más allá de tiempos jurídicos y de sutilezas academicistas, a la dictadura chavista hay que enfrentarla decididamente para derrotarla ya. Si los menguados liderazgos partidistas y mediáticos –prisioneros de sus enanos intereses y de sus cálculos miserables- no tienen ni la claridad, ni la capacidad, ni la disposición para enfrentar la arremetida del castro-chavismo comunista, deberían dejar de boicotear cualquier salida constitucional a esta crisis política.
O se apartan, o el pueblo los va a apartar -tarde o temprano- para reconquistar su futuro. No podemos continuar con unos supuestos conductores que repiten el mismo lenguaje del régimen, hablándonos del “golpe de abril”, de la “tenebrosa dictadura de Carmona”, y de “la cuarta república llena de vicios y corruptelas”, a la que hay que seguir demonizando, al margen de estos diez años de retroceso, declive y hundimiento institucional y moral .
A Chávez y a su régimen putrefacto y comunista hay que comenzar a derrotarlo ya. La liquidación de la “dictadura roja”, pasa por sustituir de los puestos de comando en el liderazgo opositor, a quienes han internalizado el “síndrome del trapo rojo” en la sociedad venezolana, como una manera de salvaguardar sus particulares intereses . El pueblo tiene la palabra.
Mayo de 2009
ACTUALIDAD VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, MOVIMIENTO REPUBLICANO MR, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, POLÍTICA, INTERNACIONAL
En cuanto al pueblo disidente, sería estúpido negar que ese quietismo y esa falta de reacción ante las arremetidas totalitarias del castro-chavismo comunista, no sea la resultante del discurso y la acción política de un liderazgo timorato, acobardado e incapaz, que -desde los menguados partidos o desde las tribunas mediáticas- han preferido colocar todos los huevos en la canasta de la vía electoral, más por cálculo, comodidad o falta de coraje, que por la pertinencia, idoneidad y efectividad que –dicen- pudiera tener esta ruta estratégica.
Porque, hablemos claro y raspao, qué otra cosa podemos esperar del pueblo opositor en esta hora y lugar, si hemos sido reiterativos en calificar de “trapos rojos”, desde la decisión del CNE que dirigían Carrasquero y Jorge Rodríguez de señalar de “firmas planas” nuestro petitorio para activar el referéndum revocatorio presidencial en el 2003, pasando por el cierre de RCTV en el 2007, el asesinato del Presidente de la FCU de la Universidad del Zulia y la inhabilitación política de dirigentes opositores en las elecciones regionales del 2008, y hasta el desconocimiento de la voluntad popular expresada en el referéndum de la reforma constitucional.
Que la sociedad democrática les haya cogido la palabra a sus “líderes” y se haya guarecido en sus casas, no cayendo en “provocaciones”, y esperando las citas electorales para contribuir con su voto a la superación de esta tragedia, no es cosa que debería extrañar ¿Acaso no ha sido la lucha contra la abstención electoral, el fundamental propósito de la estrategia opositora? ¿Por qué tendríamos que pensar distinto hoy, y no visualizar como “trapos rojos”, las embestidas recientes contra la propiedad privada, la aprobación de leyes al margen de la Constitución en la Asamblea Nacional de Chávez, y la represión “in crescendo” contra el reclamo de los trabajadores y del movimiento estudiantil?
¿Qué de diferente tiene la ilegal reforma del Reglamento Interior y de Debates de la Asamblea Nacional aprobada ayer con el voto de Ismael García, para que el régimen secuestrara al TSJ, por intermedio de la aprobación de la Ley del Tribunal Supremo de Justicia; y las aprobaciones hoy –con el voto salvado del mismo diputado- de instrumentos legales contrarios, y al margen de la Carta Magna? ¿Cuál es la diferencia entre el encarcelamiento del General Francisco Usón ayer, sólo por haberse expresado en torno a las características técnicas de un “lanzallamas”; y el encarcelamiento hoy del General Raúl Baduel, por supuestos actos de corrupción?
¿Por qué se tildó de irresponsables ayer, a Patricia Poleo y a Robert Alonso por favorecer una estrategia distinta a la electoral para enfrentar al totalitarismo en ciernes, cuando se fueron del país acosados por el régimen; y en cambio se dice hoy , que el exilio de Manuel Rosales es una conducta irreprochable porque no podemos entregarnos a nuestros verdugos? ¿Qué diferencia hay entre el desconocimiento a la voluntad popular en torno a la Alcaldía Mayor, que hoy se concretiza con el nombramiento de Jacqueline Faría por encima del elegido Alcalde Ledezma, y que por supuesto no deberíamos convalidar; y el mismo desconocimiento a la voluntad popular en lo relativo al referéndum de la reforma constitucional, que si convalidamos con nuestra participación en el referéndum de la enmienda?
¿Por qué han de parecernos riesgosos al interés democrático hoy, los ataques de “La Piedrita” y de otros grupos paramilitares contra instituciones y personalidades disidentes del régimen, si ayer los catalogábamos de “provocaciones” para desviar la atención del electorado y acentuar la abstención? ¿Qué de expresión totalitaria puede tener el cierre de Globovisión ahora, cuando ayer calificábamos sólo como un deslíz autoritario el cierre de RCTV? ¿Cómo percibir el peligro, si se nos ha repetido hasta el hartazgo –y se nos sigue repitiendo- que esta de Chávez, no es una dictadura?
Conste que no estoy diciendo que la cosa sea fácil. Como tampoco creo, que todo el que -desde el campo opositor- vote o llame a votar, sea un ultroso colaboracionista que aspira -tras bastidores- que Chávez se perpetúe en el poder. Pero de igual modo, difiero de la conseja según la cual, todo el que disienta de la ruta electoral y proponga asumir otras vías tan constitucionales como la eleccionaria, sea un golpista consumado que añora otro mesías militar, pero que sea catire y de refinados modales.
Lo que estamos observando es, lo sumamente contraproducente y pernicioso que ha sido al interés democrático de la nación, el que algunas voces –pretendidamente sensatas y experimentadas, y que prevalidas de su alta visibilidad mediática- hayan impuesto sus particulares visiones, a contrapelo de una realidad circundante que se empecina en contrariarlas, y nos hayan conducido hasta estos lodos -productos de sus calculadas areniscas- que cada vez nos sumergen más en el tremedal totalitario.
Por supuesto, no se trata de proponer que salgamos a pecho descubierto y desarmados, a enfrentar al militarismo comunistoide que se regodea en el poder. Lo que queremos señalar es, que no se puede asumir por dogmatismo, por capricho o por cálculos personales o de grupo, una estrategia que desconozca la característica dinámica y cambiante de la actividad política, que naturalmente demanda constantes revisiones y ajustes, de manera de irla adecuando a las nuevas realidades que sobrevienen con el discurrir de nuevos acontecimientos en el tiempo.
La mayor debilidad de la estrategia opositora ha sido y es, su previsibilidad. Su desmedido abrochamiento a la estrategia electoralista, no sólo produce efectos no deseados en el pueblo opositor, sino que le permite a Chávez y a la asesoría cubana, poder otear –con certeza- la conducta del liderazgo disidente ante las arremetidas del régimen. La seguridad que tienen de que cualquier barrabasada que adelanten, por temeraria y peligrosa que sea, será motejada de “trapo rojo”, es lo que los ha conllevado últimamente (atentos como están, ante la olla de presión de la conflictividad social) a “doblar la parada” y a avanzar en la implantación definitiva de su totalitarismo comunista.
Y en cuanto a los efectos en el campo opositor, no se puede –sin que se pague un alto costo- convencer a la gente de que el régimen con sus groseros despropósitos dictatoriales sólo acude al expediente de los “trapos rojos” para procurar un clima de violencia donde imponer su política y favorecer la abstención electoral opositora, produciendo un meta-mensaje que expresa alguna esperanza acerca del respeto del régimen por la voluntad popular democráticamente expresada; y al mismo tiempo reclamarle a ese mismo pueblo que se active para reclamar en las calles sus derechos y libertades democráticas, demandándole la firmeza, el coraje y la voluntad decidida, para enfrentar a un régimen al que nos negamos a calificar de dictatorial.
Esa y no otra causal, es la que ha producido el quietismo en buena parte de la sociedad opositora, que no observa algún peligro en las acciones del régimen, puesto que sus “lideres” las han calificado de simples “provocaciones”. El “síndrome del trapo rojo” haciendo estragos en la disidencia, y contribuyendo de alguna manera, en la consolidación del totalitarismo comunista. El liderazgo partidista y mediático, amarrado a su estrategia electoralista y obnubilado por luchar contra la “abstención bobalicona”, metió a la gente en sus casas y ahora no encuentra como reactivarla y movilizarla en la defensa de sus derechos constitucionales.
La tarea de derrotar a Chávez, en cualquier terreno -e incluso en el electoral- pareciera demandar no sólo un cambio de estrategia, sino fundamentalmente un relevo del liderazgo que ha monopolizado la conducción opositora. El tiempo de los postulantes y creadores del “síndrome del trapo rojo” pareciera haberse agotado.
La hora del liderazgo opositor que entienda que a una dictadura se le combate, aún en el terreno electoral, con la disposición de derrocarla en cualquier tiempo y utilizando todos los medios a nuestro alcance, ha llegado. Más allá de tiempos jurídicos y de sutilezas academicistas, a la dictadura chavista hay que enfrentarla decididamente para derrotarla ya. Si los menguados liderazgos partidistas y mediáticos –prisioneros de sus enanos intereses y de sus cálculos miserables- no tienen ni la claridad, ni la capacidad, ni la disposición para enfrentar la arremetida del castro-chavismo comunista, deberían dejar de boicotear cualquier salida constitucional a esta crisis política.
O se apartan, o el pueblo los va a apartar -tarde o temprano- para reconquistar su futuro. No podemos continuar con unos supuestos conductores que repiten el mismo lenguaje del régimen, hablándonos del “golpe de abril”, de la “tenebrosa dictadura de Carmona”, y de “la cuarta república llena de vicios y corruptelas”, a la que hay que seguir demonizando, al margen de estos diez años de retroceso, declive y hundimiento institucional y moral .
A Chávez y a su régimen putrefacto y comunista hay que comenzar a derrotarlo ya. La liquidación de la “dictadura roja”, pasa por sustituir de los puestos de comando en el liderazgo opositor, a quienes han internalizado el “síndrome del trapo rojo” en la sociedad venezolana, como una manera de salvaguardar sus particulares intereses . El pueblo tiene la palabra.
Mayo de 2009
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