*ESCRIBE ALBERTO BARRERA TYSZKA EL NACIONAL - DOMINGO 20 DE ABRIL DE 2008 SIETE DÍAS - : “JERINGAS Y MUNICIONES”
ANTES QUE REVOLUCIONARIO O BOLIVARIANO, ESTE PROCESO ES PETROLERO Y MILITAR.
ESA ES, QUIZÁS, EN ESENCIA, LA ÚLTIMA NATURALEZA DEL CHAVISMO
abarrera60@gmail. com
L a semana pasada, como parte de la conmemoración oficial del golpe de abril de 2002, el presidente Chávez se reunió con un grupo de escritores y artistas, congregados en Caracas en un encuentro internacional a favor de la paz. El Presidente, por supuesto, habló de la guerra.
Nunca he entendido muy bien por qué el presidente Chávez, cada vez que puede, repite que su gobierno es pacífico pero que está armado.
No comprendo por qué insiste en jactarse del potencial bélico y del derroche militar de su gobierno. Casi ninguno de sus colegas en América Latina habla como si, en vez de haber ganado unas elecciones, hubiera triunfado en una guerra; como si hubiera tomado posesión o invadido un territorio que está obligado a defender.
Por eso utilizo, con todo énfasis, la palabra "gobierno". Porque de eso se trata, porque también es saludable que, al menos de vez en cuando, llamemos a las cosas por su nombre. Por más que el poder se empeñe en autodenominarse como una "revolución"; por más que invierta millones en publicidad –dentro y fuera del país para promover esa idea, Venezuela está muy lejos de ser lo que, al menos hasta ahora, en América Latina, hemos entendido como un proceso revolucionario.
Cada vez, creo, se hacen más patentes las condiciones que definen lo que hoy en día se vive en el país. Antes que revolucionario o bolivariano, este proceso es petrolero y militar.
Esa es, quizás, en esencia, la última naturaleza del chavismo. La izquierda tal vez sólo sea un accesorio. Incluso, con toda la burocracia ideológica, con todos los planes de supuesta formación socialista, en el fondo lo que pesa más dentro de la oferta del gobierno es la renovada promesa del reparto de la herencia petrolera.
Nunca antes fuimos tan eficaz y colectivamente consumistas. Nunca antes el shopping fue tan democrático y popular. Aunque intente lo contrario, culturalmente, Chávez día a día nos acerca más a la entraña misma del capitalismo.
Todos queremos tener más. Y él se vende –ese es justamente el verbo– como la mejor garantía, como la mejor posibilidad de que todos, realmente, tengamos más. La mano invisible del mercado también ha tomado la política.
Ningún país de América Latina se parece, en este aspecto, a nosotros. Nuestro sentido de la riqueza, nuestra noción de trabajo y esfuerzo, nuestra idea del Estado y de la actividad pública, nuestras perspectivas de movilidad social... son diferentes a las que se manejan en los otros países de nuestro continente. Eso es más determinante que todo el Gramsci que pueda haber leído el Presidente.
El otro elemento definitivo, a mi manera de ver, es la condición militar de Chávez y de su gobierno. Nada, en la gestión pública de todos estos años, escapa a esta impronta profunda, a esta manera de situarse ante el mundo.
Incluso en la designación pública, durante todos estos años, el término "comandante" le ha ido ganando terreno al término "presidente" . En el lenguaje nada es azaroso.
También en las palabras, el orden militar va invadiendo la experiencia ciudadana.
No hace falta hurgar demasiado para registrar el sometimiento de nuestra sociedad, bajo la dinámica militar, en los últimos años. Una agencia internacional reseña que Venezuela se ubicó en el noveno lugar del ranking mundial de compra de armas en 2007. La cifra es escandalosa para un país que todavía tiene niños en la calle.
Supongo que una comparación entre lo que ha invertido el Estado, durante los últimos 10 años, en la Fuerza Armada Nacional y en la Salud Pública, bastaría para calificar el tipo de gobierno que tenemos. Se podrían revisar los aumentos salariales en ambos cuerpos públicos. Se podrían cotejar las inversiones en equipos y materiales.
O quizás, tan sólo baste con asomarse un poco a las noticias: ¿qué hacemos con los 5 niños muertos en la maternidad Concepción Palacios, mientras se gastan 887 millones de dólares en compra de armamento? Ese simple dato, debería ser un indicador para saber si estamos ante una revolución social o ante un gobierno militar.
Vuelvo a la primera línea: la semana pasada, el presidente Chávez se reunió con un grupo de escritores y artistas, congregados en Caracas en un encuentro internacional a favor de la paz. El Presidente les pidió que influyeran sobre los soldados del continente. "Yo creo –dijo– que esa es una de las tareas que, como intelectuales de América Latina, pudieran asumir: hacer llegar mensajes a los soldados de América Latina y el Caribe". Tal vez, más que mensajes, podrían comenzar con alguna tímida pregunta: ¿No son acaso más necesarias las jeringas que las municiones?, por ejemplo.
ANTES QUE REVOLUCIONARIO O BOLIVARIANO, ESTE PROCESO ES PETROLERO Y MILITAR.
ESA ES, QUIZÁS, EN ESENCIA, LA ÚLTIMA NATURALEZA DEL CHAVISMO
abarrera60@gmail. com
L a semana pasada, como parte de la conmemoración oficial del golpe de abril de 2002, el presidente Chávez se reunió con un grupo de escritores y artistas, congregados en Caracas en un encuentro internacional a favor de la paz. El Presidente, por supuesto, habló de la guerra.
Nunca he entendido muy bien por qué el presidente Chávez, cada vez que puede, repite que su gobierno es pacífico pero que está armado.
No comprendo por qué insiste en jactarse del potencial bélico y del derroche militar de su gobierno. Casi ninguno de sus colegas en América Latina habla como si, en vez de haber ganado unas elecciones, hubiera triunfado en una guerra; como si hubiera tomado posesión o invadido un territorio que está obligado a defender.
Por eso utilizo, con todo énfasis, la palabra "gobierno". Porque de eso se trata, porque también es saludable que, al menos de vez en cuando, llamemos a las cosas por su nombre. Por más que el poder se empeñe en autodenominarse como una "revolución"; por más que invierta millones en publicidad –dentro y fuera del país para promover esa idea, Venezuela está muy lejos de ser lo que, al menos hasta ahora, en América Latina, hemos entendido como un proceso revolucionario.
Cada vez, creo, se hacen más patentes las condiciones que definen lo que hoy en día se vive en el país. Antes que revolucionario o bolivariano, este proceso es petrolero y militar.
Esa es, quizás, en esencia, la última naturaleza del chavismo. La izquierda tal vez sólo sea un accesorio. Incluso, con toda la burocracia ideológica, con todos los planes de supuesta formación socialista, en el fondo lo que pesa más dentro de la oferta del gobierno es la renovada promesa del reparto de la herencia petrolera.
Nunca antes fuimos tan eficaz y colectivamente consumistas. Nunca antes el shopping fue tan democrático y popular. Aunque intente lo contrario, culturalmente, Chávez día a día nos acerca más a la entraña misma del capitalismo.
Todos queremos tener más. Y él se vende –ese es justamente el verbo– como la mejor garantía, como la mejor posibilidad de que todos, realmente, tengamos más. La mano invisible del mercado también ha tomado la política.
Ningún país de América Latina se parece, en este aspecto, a nosotros. Nuestro sentido de la riqueza, nuestra noción de trabajo y esfuerzo, nuestra idea del Estado y de la actividad pública, nuestras perspectivas de movilidad social... son diferentes a las que se manejan en los otros países de nuestro continente. Eso es más determinante que todo el Gramsci que pueda haber leído el Presidente.
El otro elemento definitivo, a mi manera de ver, es la condición militar de Chávez y de su gobierno. Nada, en la gestión pública de todos estos años, escapa a esta impronta profunda, a esta manera de situarse ante el mundo.
Incluso en la designación pública, durante todos estos años, el término "comandante" le ha ido ganando terreno al término "presidente" . En el lenguaje nada es azaroso.
También en las palabras, el orden militar va invadiendo la experiencia ciudadana.
No hace falta hurgar demasiado para registrar el sometimiento de nuestra sociedad, bajo la dinámica militar, en los últimos años. Una agencia internacional reseña que Venezuela se ubicó en el noveno lugar del ranking mundial de compra de armas en 2007. La cifra es escandalosa para un país que todavía tiene niños en la calle.
Supongo que una comparación entre lo que ha invertido el Estado, durante los últimos 10 años, en la Fuerza Armada Nacional y en la Salud Pública, bastaría para calificar el tipo de gobierno que tenemos. Se podrían revisar los aumentos salariales en ambos cuerpos públicos. Se podrían cotejar las inversiones en equipos y materiales.
O quizás, tan sólo baste con asomarse un poco a las noticias: ¿qué hacemos con los 5 niños muertos en la maternidad Concepción Palacios, mientras se gastan 887 millones de dólares en compra de armamento? Ese simple dato, debería ser un indicador para saber si estamos ante una revolución social o ante un gobierno militar.
Vuelvo a la primera línea: la semana pasada, el presidente Chávez se reunió con un grupo de escritores y artistas, congregados en Caracas en un encuentro internacional a favor de la paz. El Presidente les pidió que influyeran sobre los soldados del continente. "Yo creo –dijo– que esa es una de las tareas que, como intelectuales de América Latina, pudieran asumir: hacer llegar mensajes a los soldados de América Latina y el Caribe". Tal vez, más que mensajes, podrían comenzar con alguna tímida pregunta: ¿No son acaso más necesarias las jeringas que las municiones?, por ejemplo.
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