*OSWALDO ÁLVAREZ PAZ ESCRIBE DESDE EL PUENTE: “CONFESO Y ATRAPADO SIN SALIDA”
Esta semana se inició el décimo año de Hugo Chávez en la presidencia de Venezuela y se cumplieron dieciséis del fracasado golpe militar del 4 de febrero de 1992. Ciertamente, Venezuela dejó de ser lo que era como consecuencia de cualquier cantidad de errores y omisiones, desviaciones y corruptelas que el liderazgo tradicional no quiso corregir. Los complejos de culpa de esa dirigencia eran de tal magnitud que entregaron las instituciones democráticas sin luchar a quien intentó tomarlas a sangre y fuego pocos años antes. La tragedia está a la vista. Hay abundancia de diagnósticos sobre esa consecuencia. Nadie duda sobre las características del personaje y la verdadera naturaleza del régimen. Tanto el fallido golpe como la elección de Chávez resultaron negativos, contrarios al ideal de paz, estabilidad, pluralismo, crecimiento económico y desarrollo social. El retroceso ha sido espantoso. A estas alturas no existen posibilidades de rectificación, ni propósito de enmienda capaz de revivir la fe de un pueblo que de esperanzado sufre la mayor frustración de su historia. La ineficiencia y la corrupción generan complicidades al más alto nivel. La rabia crece precisamente entre los más pobres, hoy firmes enemigos de la revolución castro-comunista que se pretende imponer.
El presidente, sin capacidad de respuesta y evidentemente desconcertado por el rechazo nacional e internacional a su gobierno, no solo se confiesa cocalero activo, de adicción diaria, y firme aliado de las FARC, sino que además retoma el tema Colombia-Estados Unidos en términos guerreristas añadiendo inaceptables amenazas a los empresarios vinculados a la producción, industrialización y comercio agroalimentarios y, de paso, profundizando la agresión definitiva contra Globovisión, El Nacional y otros medios de comunicación. Al ratificar su condición delictual en todos los órdenes, desde lo personal hasta la traición derivada de una conducta apátrida, está perdido. La única salida honrosa para él es la renuncia , aunque no se vea en el horizonte. Cae en la tentación de intentar mantenerse a punta de represión, de violencia física e institucional. Inevitablemente provoca las reacciones determinantes de una caída que promete ser aparatosa, ojala con el menor costo posible. Esto no durará mucho tiempo más. Nuevos e importantes factores políticos y sociales, alimentados desde las propias entrañas del régimen y sumados a la verdadera resistencia, también trabajan para provocar el cambio radical que Venezuela necesita.
El mundo entero está marchando por la libertad, la paz y la democracia. Millones manifiestan su activo rechazo a las FARC, al narcoterrorismo y a la violencia como instrumento de lucha política. Es decir, rechazan lo que Chávez representa, a un proyecto integral ya rechazado vigorosamente por el pueblo venezolano y su apoyo a lo que significa la institucionalidad democrática de Colombia. Todo lo contrario al agotado y peligroso régimen chavista.
Esta semana se inició el décimo año de Hugo Chávez en la presidencia de Venezuela y se cumplieron dieciséis del fracasado golpe militar del 4 de febrero de 1992. Ciertamente, Venezuela dejó de ser lo que era como consecuencia de cualquier cantidad de errores y omisiones, desviaciones y corruptelas que el liderazgo tradicional no quiso corregir. Los complejos de culpa de esa dirigencia eran de tal magnitud que entregaron las instituciones democráticas sin luchar a quien intentó tomarlas a sangre y fuego pocos años antes. La tragedia está a la vista. Hay abundancia de diagnósticos sobre esa consecuencia. Nadie duda sobre las características del personaje y la verdadera naturaleza del régimen. Tanto el fallido golpe como la elección de Chávez resultaron negativos, contrarios al ideal de paz, estabilidad, pluralismo, crecimiento económico y desarrollo social. El retroceso ha sido espantoso. A estas alturas no existen posibilidades de rectificación, ni propósito de enmienda capaz de revivir la fe de un pueblo que de esperanzado sufre la mayor frustración de su historia. La ineficiencia y la corrupción generan complicidades al más alto nivel. La rabia crece precisamente entre los más pobres, hoy firmes enemigos de la revolución castro-comunista que se pretende imponer.
El presidente, sin capacidad de respuesta y evidentemente desconcertado por el rechazo nacional e internacional a su gobierno, no solo se confiesa cocalero activo, de adicción diaria, y firme aliado de las FARC, sino que además retoma el tema Colombia-Estados Unidos en términos guerreristas añadiendo inaceptables amenazas a los empresarios vinculados a la producción, industrialización y comercio agroalimentarios y, de paso, profundizando la agresión definitiva contra Globovisión, El Nacional y otros medios de comunicación. Al ratificar su condición delictual en todos los órdenes, desde lo personal hasta la traición derivada de una conducta apátrida, está perdido. La única salida honrosa para él es la renuncia , aunque no se vea en el horizonte. Cae en la tentación de intentar mantenerse a punta de represión, de violencia física e institucional. Inevitablemente provoca las reacciones determinantes de una caída que promete ser aparatosa, ojala con el menor costo posible. Esto no durará mucho tiempo más. Nuevos e importantes factores políticos y sociales, alimentados desde las propias entrañas del régimen y sumados a la verdadera resistencia, también trabajan para provocar el cambio radical que Venezuela necesita.
El mundo entero está marchando por la libertad, la paz y la democracia. Millones manifiestan su activo rechazo a las FARC, al narcoterrorismo y a la violencia como instrumento de lucha política. Es decir, rechazan lo que Chávez representa, a un proyecto integral ya rechazado vigorosamente por el pueblo venezolano y su apoyo a lo que significa la institucionalidad democrática de Colombia. Todo lo contrario al agotado y peligroso régimen chavista.
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