*ADOLFO P. SALGUEIRO EN EL UNIVERSAL: KOSOVO, EL MUNDO Y VENEZUELA
Venezuela no ha tomado posición sino la muy genérica de apoyar la autodeterminación Seguramente que Ud. hoy espera algún comentario sobre el alejamiento de Fidel Castro de la escena política formal. No lo haremos ya que confiamos en que nuestros vecinos de página y otros opinadores seguramente abordarán el tema con mayor acierto. En su lugar dedicamos estas líneas a la unilateral declaración de independencia de Kosovo ocurrida el pasado domingo 17.
Lo hacemos porque -a nuestro parecer- ese hecho político aparentemente lejano y desconectado de la realidad latinoamericana -y más aún venezolana- tiene el potencial de promover olas que bien pudieran adquirir jerarquía de tsunami en los años por venir.
Kosovo hasta el domingo fue apenas una pequeña -pero problemática- provincia (10.887km2) de Serbia que a su vez fue parte constitutiva de la otrora Yugoslavia la cual en su momento había absorbido a esa misma Serbia junto con Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia y Montenegro que aun cuando geográficamente vecinas son étnica, religiosa y culturalmente muy diferentes.
Hoy se celebra con alborozo el triunfo del muy sagrado principio de la "autodeterminación de los pueblos". Algunos de los países más influyentes del mundo han extendido su reconocimiento inmediato a la nueva república, particularmente aquellos no que enfrentan amenazas de secesión en sus respectivos patios.
Es por ello que EEUU y Francia han sido veloces, Gran Bretaña también pese a la problemática con Irlanda del Norte y Escocia. En cambio Rusia -tradicional aliado político y protector de Serbia- no acompaña en el reconocimiento ya que su propia federación afronta problemas de unidad muy similares con Chechenia, lo mismo China con la parte musulmana del Sinkiang, España con sus vascos y catalanes listos para aprovechar cualquier oportunidad, los vecinos Bulgaria ,Rumania y Grecia cuyas minorías pudieran tomar ejemplo, Nicaragua cuyos indios miskitos varias veces han coqueteado con la secesión, etc.
Hasta ahora Venezuela no ha tomado posición sino la muy genérica de apoyar la autodeterminación. Hacen bien ya que un mal paso en este sentido pudiera costarnos caro habida cuenta del cariz que va tomando el movimiento indigenista internacional y las consagraciones constitucionales que se les reconocieron en el texto de 1999 que bien pudieran dar pie para que yanomamis, yekuanas, pemones o wayuús se hagan eco de esos aires independentistas y quieran hacer lo propio en desmedro de la unidad nacional. Varias veces -en especial cuando se discutía el actual texto constitucional- advertimos sobre el tema.
Aun cuando desde esta columna saludamos la emergencia de un nuevo miembro de la comunidad internacional, deseado por su pueblo (como pudieran pronto hacerlo los palestinos cuando dejen de pelear entre ellos) expresamos nuestra preocupación por aquellos Estados que acompañados de las mejores intenciones nacen inviables, dependientes de la ayuda internacional o rehenes de quienes los adoptan como clientes para proyectos neocoloniales. Prueba palpable es el Caribe cuyas minúsculas islas/Estados sólo pueden existir en la medida en que alguien (de turno cambiante) los financie.
Venezuela no ha tomado posición sino la muy genérica de apoyar la autodeterminación Seguramente que Ud. hoy espera algún comentario sobre el alejamiento de Fidel Castro de la escena política formal. No lo haremos ya que confiamos en que nuestros vecinos de página y otros opinadores seguramente abordarán el tema con mayor acierto. En su lugar dedicamos estas líneas a la unilateral declaración de independencia de Kosovo ocurrida el pasado domingo 17.
Lo hacemos porque -a nuestro parecer- ese hecho político aparentemente lejano y desconectado de la realidad latinoamericana -y más aún venezolana- tiene el potencial de promover olas que bien pudieran adquirir jerarquía de tsunami en los años por venir.
Kosovo hasta el domingo fue apenas una pequeña -pero problemática- provincia (10.887km2) de Serbia que a su vez fue parte constitutiva de la otrora Yugoslavia la cual en su momento había absorbido a esa misma Serbia junto con Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia y Montenegro que aun cuando geográficamente vecinas son étnica, religiosa y culturalmente muy diferentes.
Hoy se celebra con alborozo el triunfo del muy sagrado principio de la "autodeterminación de los pueblos". Algunos de los países más influyentes del mundo han extendido su reconocimiento inmediato a la nueva república, particularmente aquellos no que enfrentan amenazas de secesión en sus respectivos patios.
Es por ello que EEUU y Francia han sido veloces, Gran Bretaña también pese a la problemática con Irlanda del Norte y Escocia. En cambio Rusia -tradicional aliado político y protector de Serbia- no acompaña en el reconocimiento ya que su propia federación afronta problemas de unidad muy similares con Chechenia, lo mismo China con la parte musulmana del Sinkiang, España con sus vascos y catalanes listos para aprovechar cualquier oportunidad, los vecinos Bulgaria ,Rumania y Grecia cuyas minorías pudieran tomar ejemplo, Nicaragua cuyos indios miskitos varias veces han coqueteado con la secesión, etc.
Hasta ahora Venezuela no ha tomado posición sino la muy genérica de apoyar la autodeterminación. Hacen bien ya que un mal paso en este sentido pudiera costarnos caro habida cuenta del cariz que va tomando el movimiento indigenista internacional y las consagraciones constitucionales que se les reconocieron en el texto de 1999 que bien pudieran dar pie para que yanomamis, yekuanas, pemones o wayuús se hagan eco de esos aires independentistas y quieran hacer lo propio en desmedro de la unidad nacional. Varias veces -en especial cuando se discutía el actual texto constitucional- advertimos sobre el tema.
Aun cuando desde esta columna saludamos la emergencia de un nuevo miembro de la comunidad internacional, deseado por su pueblo (como pudieran pronto hacerlo los palestinos cuando dejen de pelear entre ellos) expresamos nuestra preocupación por aquellos Estados que acompañados de las mejores intenciones nacen inviables, dependientes de la ayuda internacional o rehenes de quienes los adoptan como clientes para proyectos neocoloniales. Prueba palpable es el Caribe cuyas minúsculas islas/Estados sólo pueden existir en la medida en que alguien (de turno cambiante) los financie.
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