Los
candidatos del PSUV y sus aliados –bien vestidos, bien comidos y bien calzados–
recorren los circuitos que les han asignado como los tres Reyes Magos que vinieron
del oriente: reparten cestas de comida, aparatos de aire acondicionado,
neveras, lavadoras y cocinas, además de Canaimitas que se pueden reprogramar y
sirven para correr videos y también para la venta de terminales y triples. En
la Contraloría no se han dado por enterados de ese corrupto mal uso de los
pocos dineros públicos que va dejando el deslave administrativo y gerencial.
Renuentes
a cualquier ajuste económico que le evite al país penurias y hambrunas, viven
en un rato “maravilloso”. Anuncian la llegada de barcos “a los puertos” con
carne de bovinos que solo llega a sus mesas, y el presidente, que viaja feliz
de cumbre en cumbre, después de garabatear unas hojas con la primera
combatiente atrás dormida propone, como si emulara al Che Guevara en Punta del
Este, crear varias ONU, con lo que entusiasmó a los familiares de la macolla
gobernante que ve ahí la posibilidad cierta de vivir en Nueva York, vestir
trajes de marca y dejar el chiquero en que se ha convertido Caracas, pero
también Maracaibo, Valencia. Cumaná, El Baúl… y la Colonia Tovar.
Como
si el barril de petróleo siguiera a 140 dólares y las perspectivas fuesen que
llegará a los 200 que el intergaláctico consideraba justos, los genios del
equipo económico prometen a la banca de inversión –después de un buen almuerzo,
también en Nueva York, brandy y habano
incluido– que Venezuela pagará los
intereses de los bonos que están por vencerse. No lo dijo, pero quedó en el
aire: “A costa de lo que sea”. Malula, saca las alpargatas.
El
rosario de calamidades en que el socialismo del siglo XXI convirtió el país no
está reflejado en la prensa oficial ni la sucedánea. Ahí lo único que preocupa
es que “no hay una oposición seria, unida y bien organizada”. No me jodas,
Eleazar. Ocúpate de tus aguas negras, del hampa en los barrios y del alto costo
de la vida que esa es la esencia y la razón de vida de un diario popular;
titula con franqueza y veracidad.
No
somos un Estado fallido, fallido es el gobierno y su caterva de ignaros
petulantes –ay, Giordani– que pretenden enseñar a los otros lo que ellos no
saben ni estudiaron. Aquel extraordinario chiste de que pretendían reformar la
ley de gravedad mediante un decreto ahora es la cotidianidad, mientras los
candidatos a diputados reclaman que la cesta que les manda Pdval no les llega
completa, que les falta el jamón serrano, el caviar y el vino. Se busca
encuadernador de canalladas.
Ramon
Hernandez G.
RamonHernandezG@gmail.com
@ramonhernandezg
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