La declaración de Obama en la ONU de que el
embargo tendrá que acabarse fue música a
los oídos de Raúl Castro, quien ya se había convencido de que esa coartada no
le servía para mantener a un país menesteroso en el siglo XXI. En especial por
la crisis que vive su nodriza, es decir el régimen venezolano. Raúl entendió
que la modernidad exige adaptaciones. Que es posible incorporarse al mundo
moderno sin necesariamente perder lo que tanto añoran él y sus seguidores: el
poder. Que la única salida para mantener su régimen es abrirse al capitalismo,
pero a la Vietnamita. Es decir manteniendo un férreo control de la economía y
de la sociedad.
Es el Capitalismo de Estado, donde el régimen es dueño de los
principales y no tan principales medios de producción y deja a los privados
nacionales algunas pequeñas y micro empresas, que aunque necesarias no marcan
el rumbo de la economía. No se atreven con el modelo chino, pues temen que al
liberalizar la economía y dejar la propiedad en manos de los privados se
termine barriendo su férreo control social y
político.
No se entiende como Maduro, fiel pupilo de
los Castro, no ha tomado este rumbo. Pero es que necesita resolver primero una
serie de asuntos. Para empezar tiene una sociedad civil que no se rinde, que
ahora es mayoría y que lo desafía permanentemente. Segundo, “no tiene con que”,
como decimos en Venezuela. Carece de un equipo lúcido y capaz de avanzar en la
construcción de un Estado de capital gubernamental. Los fracasos han sido
masivos. Casi ninguna empresa expropiada o socialista funciona cabalmente.
Tampoco funciona el esquema populista de reparto improductivo de la renta
petrolera con este precio de petróleo bajo, lo que le genera un altísimo
rechazo.
Recientemente, Maduro se le prendió – o le
prendieron- el bombillo, y comenzó a hablar de sustitución de exportaciones
pero no con empresas y empresarios venezolanos, sino extranjeros, que
aceptarían las condiciones del régimen.
Pero en un país tan inestable, cerca de una crisis humanitaria y un quiebre
político, muchas empresas aceptan vender productos pero no quieren tomar el
riesgo de invertir fuerte en una Venezuela cuyo rumbo no se conoce.
Deberían decirle a Maduro que para salir de
esta crisis lo primero que tiene que hacer es enseriarse en lo económico, estableciendo
leyes del juego estables y dejar la diatriba con los países que les pueden
solucionar sus problemas de inversión a corto y mediano plazo, como han hecho
los Castro con EE.UU y Europa. Quizás Raúl lo deje cuando resuelva lo de su
capitulación con occidente.
Alfredo
Michelena
alfredomichelena@gmail.com
@Amichelena
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