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martes, 29 de septiembre de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, EL FACTOR “INNOVACIÓN”,

Cuando los historiadores, economistas y sociólogos se ponen a investigar el secreto del éxito de los países desarrollados, de las economías triunfantes y de las sociedades del primer mundo, siempre aparece el factor innovación como uno de los elementos indispensables

Pero se trata de innovación en su sentido más amplio, no sólo tecnológico, sino innovación en la organización, en las maneras de hacer negocios, en la producción, en los productos, en los servicios y en las instituciones, sobre todo en el gobierno.
Tampoco debemos confundir el crecimiento por acumulación de capital, con el crecimiento producto de la innovación; son dos cosas diferentes pero imbricadas en su desarrollo.
Para que haya innovación se necesita inversión de capital, para que haya inversión de capital se necesita que éste haya podido ser acumulado, si no hay capital no hay inversiones y si hay capital se necesita que existan oportunidades de ganancias, recordemos que las principales características de cualquier innovación son incertidumbre, investigación, exploración, riesgo financiero, experimentación y descubrimiento.
La apuesta de toda economía exitosa es la educación de la gente, el desarrollo de nuevas habilidades y técnicas que resultan en una fuerza laboral especializada, que responda a las corrientes innovadoras  que se producen en las relaciones ciencia-industria, servicios-entretenimiento, academia-educación, instituciones- necesidades sociales, mercados- transporte o en cualquiera de sus múltiples combinaciones.
El primer paso a dar es permitir a los individuos conformar organizaciones para el emprendimiento, con un mínimo de control tanto político como religioso; el aspecto religioso ya no es tan definitivo, aunque todavía pesa en áreas como el desarrollo de células madres, el perfeccionamiento de algunas drogas, la genética, algunos potenciadores artificiales de facultades humanas, la extensión de la vida o la contención de la muerte.
Estos emprendimientos necesitan no sólo de amplias libertades, sino de dinero, talento e infraestructura; lo que no precisan son trabas legales y frenos burocráticos.
Para las empresas innovadoras se requiere de ambientes y condiciones donde puedan, entre otras cosas, adquirir bienes, venderlos, cambiarlos con toda libertad, contratar personal calificado, incluso de otros países, abrir y cerrar departamentos completos sin restricciones, que sus productos y servicios generen ganancias reguladas sólo por la competencia, que los precios de sus productos, procesos de manufactura, derechos de propiedad estén protegidos de expropiaciones y confiscaciones arbitrarias, que las ganancias tengan tratamientos favorables al momento de imponerles impuestos.
Los gobiernos favorecen que las empresas innovadoras  tomen una serie de decisiones y riesgos que no todos pueden hacer, y permiten unos márgenes de ganancias que corresponden a productos y servicios únicos, que abren mercados que no existían, en una carrera altamente competitiva a nivel mundial.
Esta licencia para el emprendimiento hace a las empresas innovadoras capaces de cambiar de línea de investigación si ven en la ruta otras más atractivas, descartar productos si estos no funcionan, asociarse con otras empresas y, por supuesto, también pueden salir derrotadas, perder la inversión y el esfuerzo quedando fuera del juego.
En las empresas innovadoras se gana y se pierde mucho dinero; es la razón por la que la empresa privada es el caballo de batalla de esos experimentos, de otra manera no hay incentivos para las apuestas y riesgos que deben tomarse, y ésta es una de las razones por las cuales el socialismo o cualquier otra ideología que no crea en el espíritu individual, en la libertad de empresas y en la protección legal de las ideas y procesos, jamás lograrán sociedades desarrolladas.
Dicen Nathan Rosemberg y L.E. Birdzell, Jr., en su extraordinario libro How the west grew rich (1986): “Es poco probable que una sociedad socialista pueda ser tan innovadora como las occidentales si no utilizan una de sus principales características que es la propiedad privada de los medios de producción y sin que se restrinja el centralismo y su tendencia planificadora.  Dicho de otra manera, el sistema de innovación occidental está irremediablemente unido al sistema de derechos a la propiedad privada.”
Los gobiernos estatistas, centralizados, que propenden al colectivismo y al control de los mercados, a lo más que pueden aspirar es a ser consumidores de las innovaciones que otras sociedades más libres y con el impulso emprendedor crean y venden; pero es prácticamente imposible tratar de montarse en la ola de los cambios y convertirse en propulsores de las transformaciones necesarias para el progreso científico, económico y social de sus naciones-estados manteniendo una mano en el freno y una venda en los ojos.
Ser una sociedad propensa a la innovación, en constante movimiento, no sólo en la producción de artefactos, sino de los servicios que presta y de sus propias estructuras sociales, incluso en la manera cómo funcionan sus instituciones, empezando por el mismo gobierno, es clave para el desarrollo en el siglo XXI.
Todas esas ideas y movimientos que devienen del marxismo y del leninismo son una tranca para el factor innovación; cuando un país socialista o estatista invierte en innovación es porque el gobierno está detrás, con fuertes intereses de orden militar o estratégico, apostando a la investigación y al desarrollo, gastando una enorme cantidad de dinero y recursos, para lograr finalmente la innovación, que la más de las veces no compite ni en calidad ni en precio con las innovaciones del mundo libre y, por supuesto, nunca en la variedad de productos que occidente ofrece.
De allí que el espionaje industrial sea uno de los pasatiempos favoritos de estos países rezagados; así roban ideas, violan los acuerdos de patentes, copian los originales en versiones incompletas o de menor calidad, hacen ingeniería de reversa para averiguar cómo funcionan los artilugios, se apropian de los procesos de manera ilegal, recurren a versiones del mercado negro… todo para obtener copias piratas y compartir marginalmente (y de manera ilegal) el éxito de los originales.
En una sociedad como la norteamericana o la europea los principales contratistas del estado provienen de la empresa privada, son ellos los que desarrollan las tecnologías de punta, tanto en la carrera armamentista como en otros campos como la salud, agricultura, industria, etc.
En Venezuela las investigaciones científicas están casi todas centralizadas en manos del estado y manejadas por un gobierno cuyas principales prioridades son ideológicas, no el avance de la tecnología y de la calidad de vida de sus ciudadanos; haciendo este artículo constaté de que existe en la estructura de gobierno un Viceministro para la Planificación del Conocimiento, que compite con un Viceministro Para la Felicidad por el título del viceministro más desocupado del país.
El primer obstáculo que encuentra la innovación en Venezuela es el control de cambio; el gobierno chavista controla las divisas en el país y tiene un programa de adjudicación donde la innovación ni siquiera aparece, esto debido principalmente a la ignorancia y a una visión del mundo atrapada en las espesas redes del comunismo.
La aplicación de un obsoleto y primitivo sistema económico, enemigo de la productividad y de la propiedad privada, absolutamente rentista y dependiente de la industria petrolera, con un tren gubernamental inepto y corrupto ha propiciado la más alta inflación del mundo, una devaluación monetaria agresiva… una falta de oportunidades y de fuentes de trabajo ha propiciado un ambiente absolutamente tóxico para la innovación.
Para que el lector de haga una idea de lo que cuestan las cosas, principalmente los bienes tecnológicos, tomemos algo tan común como un Smartphone, un Iphone 5, en octubre del 2012 costaba 7 mil bolívares; a mediados del 2013 el mismo teléfono estaba ya en 40 mil bolívares; a principios del 2015 superaba los 200 mil bolívares… imagine lo que pudiera costar para un investigador una copiadora 3-D, o un cromatógrafo de gases digital.
Según la visión de la ciencia que tiene el gobierno socialista bolivariano, su desarrollo debe estar al servicio de un Plan de la Patria y de un ideal a alcanzar: lo que llaman “un país potencia”, que nadie sabe qué es.  El primer síntoma de que al gobierno no le interesa la innovación es el tratamiento que le da a las universidades del país, que son justamente los motores de conocimiento y que preparan el recurso humano para el desarrollo, los presupuestos de hambre que les asigna, el poco interés del gobierno en invertir en su infraestructura, dotación, personal, bibliotecas, laboratorios, becas, etc., habla por sí solo de la prioridad real del chavismo sobre la innovación.
Para que se den una idea de la manera como el gobierno chavista trata a las universidades, a la Universidad Central de Venezuela le acaban de asignar 4.4 millardos de bolívares para su funcionamiento en el 2016, cuando los administradores de esa casa de estudios ha pedido un presupuesto mínimo de 13.6 millardos, la UVC ha tenido que anunciar el cierre de muchos de sus servicios, incluido el del comedor, el gobierno no quiere innovación, quiere magia.
En el 2014, cuando se publicó el listado de universidades latinoamericanas con mayor productividad científica (QS Latin American University Rankings 2014), la Universidad Simón Bolívar, que siempre se ubicó entre las veinte primeras, descendió al puesto 23; entre las razones que aluden las autoridades está la disminución de los presupuestos de las Universidades, la carencia de financiamiento en investigación, la disminución de incentivos a los investigadores, el éxodo del recurso humano calificado del país, y la presencia cada vez menor de estudiantes de postgrado en las universidades venezolanas.
Tomemos el caso del  Ministerio del Poder Popular para Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología (Mppeuct), regido por un Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación, que a su vez está articulado con las instancias de lo que ellos llaman el Poder Popular. Este ministerio, entre otras actividades, tiene la de impulsar la valoración y el resguardo de los conocimientos tradicionales, tecnologías e innovaciones de los pueblos indígenas, de las comunidades campesinas y sectores urbanos populares. Tiene entre sus postulados utilizar el uso de las tecnologías de información libres, que son aquellas por las que no se paga licencias ni patentes, es decir que son gratuitas y que corresponden a menos del 5% de las existentes. En el punto 1.5.1 del documento constitutivo del Mppeuct, dice textualmente: “Consolidar un estilo científico, tecnológico e innovador de carácter transformador, diverso, creativo y dinámico, garante de la independencia y la soberanía económica, contribuyendo así a la construcción del Modelo Productivo Socialista, el fortalecimiento de la Ética Socialista y la satisfacción efectiva de las necesidades del pueblo venezolano”; es claro que quien escribió esto no tiene la menor idea de cómo funciona la ciencia y, menos aún, los emprendimientos innovadores.
Hay una criatura burocrática, conocida por sus siglas como el FONACIT, creada para acaparar todos los recursos económicos destinados a la innovación (públicos y privados), que no es otra cosa que una inmensa alcabala, erigida para controlar la investigación y el desarrollo científico del país y que resulta en una trampa para fomentar la corrupción y el tráfico de influencias con fines meramente políticos. Más recursos que se ponen en las manos de los menos competentes.
Lo que el gobierno ha hecho con el IVIC (Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas), que fue la joya en la corona de nuestros emprendimientos científicos, es una barbaridad. Por medio del acostumbrado borrón y cuenta nueva quieren desconocer los pasivos laborales y compromisos de seguridad social con los investigadores y personal de la institución; como buenos socialistas, quieren que en su junta directiva estén presentes, con voz y voto, los bedeles, vigilantes y jardineros de la institución, que a mi juicio poco pueden aportar en el comprometido camino de la innovación, porque demagógicamente pretenden acercar la investigación al pueblo, al barrio, sacarla de los laboratorios a las calles, hacer algo más bien ‘popular’…
En pocas palabras, la llegada del socialismo bolivariano a nuestro país ha significado la quiebra de las investigaciones científicas y tecnológicas, el emprendimiento innovador fue sepultado, en aras de un Plan de la Patria destinado a convertirnos en un país potencia…  nadie sabe lo que eso significa.  - 
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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