Cuando los historiadores, economistas y
sociólogos se ponen a investigar el secreto del éxito de los países
desarrollados, de las economías triunfantes y de las sociedades del primer
mundo, siempre aparece el factor innovación como uno de los elementos
indispensables
Pero se trata de innovación en su sentido más
amplio, no sólo tecnológico, sino innovación en la organización, en las maneras
de hacer negocios, en la producción, en los productos, en los servicios y en
las instituciones, sobre todo en el gobierno.
Tampoco debemos confundir el crecimiento por
acumulación de capital, con el crecimiento producto de la innovación; son dos
cosas diferentes pero imbricadas en su desarrollo.
Para que haya innovación se necesita inversión de capital, para que haya inversión de capital se necesita que éste haya podido ser acumulado, si no hay capital no hay inversiones y si hay capital se necesita que existan oportunidades de ganancias, recordemos que las principales características de cualquier innovación son incertidumbre, investigación, exploración, riesgo financiero, experimentación y descubrimiento.
La apuesta de toda economía exitosa es la
educación de la gente, el desarrollo de nuevas habilidades y técnicas que
resultan en una fuerza laboral especializada, que responda a las corrientes
innovadoras que se producen en las
relaciones ciencia-industria, servicios-entretenimiento, academia-educación,
instituciones- necesidades sociales, mercados- transporte o en cualquiera de sus
múltiples combinaciones.
El primer paso a dar es permitir a los
individuos conformar organizaciones para el emprendimiento, con un mínimo de
control tanto político como religioso; el aspecto religioso ya no es tan
definitivo, aunque todavía pesa en áreas como el desarrollo de células madres,
el perfeccionamiento de algunas drogas, la genética, algunos potenciadores
artificiales de facultades humanas, la extensión de la vida o la contención de
la muerte.
Estos emprendimientos necesitan no sólo de
amplias libertades, sino de dinero, talento e infraestructura; lo que no
precisan son trabas legales y frenos burocráticos.
Para las empresas innovadoras se requiere de
ambientes y condiciones donde puedan, entre otras cosas, adquirir bienes,
venderlos, cambiarlos con toda libertad, contratar personal calificado, incluso
de otros países, abrir y cerrar departamentos completos sin restricciones, que
sus productos y servicios generen ganancias reguladas sólo por la competencia,
que los precios de sus productos, procesos de manufactura, derechos de
propiedad estén protegidos de expropiaciones y confiscaciones arbitrarias, que
las ganancias tengan tratamientos favorables al momento de imponerles
impuestos.
Los gobiernos favorecen que las empresas
innovadoras tomen una serie de
decisiones y riesgos que no todos pueden hacer, y permiten unos márgenes de
ganancias que corresponden a productos y servicios únicos, que abren mercados
que no existían, en una carrera altamente competitiva a nivel mundial.
Esta licencia para el emprendimiento hace a
las empresas innovadoras capaces de cambiar de línea de investigación si ven en
la ruta otras más atractivas, descartar productos si estos no funcionan,
asociarse con otras empresas y, por supuesto, también pueden salir derrotadas,
perder la inversión y el esfuerzo quedando fuera del juego.
En las empresas innovadoras se gana y se
pierde mucho dinero; es la razón por la que la empresa privada es el caballo de
batalla de esos experimentos, de otra manera no hay incentivos para las apuestas
y riesgos que deben tomarse, y ésta es una de las razones por las cuales el
socialismo o cualquier otra ideología que no crea en el espíritu individual, en
la libertad de empresas y en la protección legal de las ideas y procesos, jamás
lograrán sociedades desarrolladas.
Dicen Nathan Rosemberg y L.E. Birdzell, Jr., en su extraordinario libro How the west grew rich (1986): “Es poco probable que una sociedad socialista pueda ser tan innovadora como las occidentales si no utilizan una de sus principales características que es la propiedad privada de los medios de producción y sin que se restrinja el centralismo y su tendencia planificadora. Dicho de otra manera, el sistema de innovación occidental está irremediablemente unido al sistema de derechos a la propiedad privada.”
Los gobiernos estatistas, centralizados, que
propenden al colectivismo y al control de los mercados, a lo más que pueden
aspirar es a ser consumidores de las innovaciones que otras sociedades más
libres y con el impulso emprendedor crean y venden; pero es prácticamente
imposible tratar de montarse en la ola de los cambios y convertirse en
propulsores de las transformaciones necesarias para el progreso científico,
económico y social de sus naciones-estados manteniendo una mano en el freno y una
venda en los ojos.
Ser una sociedad propensa a la innovación, en
constante movimiento, no sólo en la producción de artefactos, sino de los
servicios que presta y de sus propias estructuras sociales, incluso en la
manera cómo funcionan sus instituciones, empezando por el mismo gobierno, es
clave para el desarrollo en el siglo XXI.
Todas esas ideas y movimientos que devienen del marxismo y del leninismo son una tranca para el factor innovación; cuando un país socialista o estatista invierte en innovación es porque el gobierno está detrás, con fuertes intereses de orden militar o estratégico, apostando a la investigación y al desarrollo, gastando una enorme cantidad de dinero y recursos, para lograr finalmente la innovación, que la más de las veces no compite ni en calidad ni en precio con las innovaciones del mundo libre y, por supuesto, nunca en la variedad de productos que occidente ofrece.
De allí que el espionaje industrial sea uno
de los pasatiempos favoritos de estos países rezagados; así roban ideas, violan
los acuerdos de patentes, copian los originales en versiones incompletas o de
menor calidad, hacen ingeniería de reversa para averiguar cómo funcionan los
artilugios, se apropian de los procesos de manera ilegal, recurren a versiones
del mercado negro… todo para obtener copias piratas y compartir marginalmente
(y de manera ilegal) el éxito de los originales.
En una sociedad como la norteamericana o la
europea los principales contratistas del estado provienen de la empresa
privada, son ellos los que desarrollan las tecnologías de punta, tanto en la
carrera armamentista como en otros campos como la salud, agricultura,
industria, etc.
En Venezuela las investigaciones científicas
están casi todas centralizadas en manos del estado y manejadas por un gobierno
cuyas principales prioridades son ideológicas, no el avance de la tecnología y
de la calidad de vida de sus ciudadanos; haciendo este artículo constaté de que
existe en la estructura de gobierno un Viceministro para la Planificación del
Conocimiento, que compite con un Viceministro Para la Felicidad por el título
del viceministro más desocupado del país.
El primer obstáculo que encuentra la
innovación en Venezuela es el control de cambio; el gobierno chavista controla
las divisas en el país y tiene un programa de adjudicación donde la innovación
ni siquiera aparece, esto debido principalmente a la ignorancia y a una visión
del mundo atrapada en las espesas redes del comunismo.
La aplicación de un obsoleto y primitivo
sistema económico, enemigo de la productividad y de la propiedad privada,
absolutamente rentista y dependiente de la industria petrolera, con un tren
gubernamental inepto y corrupto ha propiciado la más alta inflación del mundo,
una devaluación monetaria agresiva… una falta de oportunidades y de fuentes de
trabajo ha propiciado un ambiente absolutamente tóxico para la innovación.
Para que el lector de haga una idea de lo que
cuestan las cosas, principalmente los bienes tecnológicos, tomemos algo tan
común como un Smartphone, un Iphone 5, en octubre del 2012 costaba 7 mil
bolívares; a mediados del 2013 el mismo teléfono estaba ya en 40 mil bolívares;
a principios del 2015 superaba los 200 mil bolívares… imagine lo que pudiera
costar para un investigador una copiadora 3-D, o un cromatógrafo de gases
digital.
Según la visión de la ciencia que tiene el
gobierno socialista bolivariano, su desarrollo debe estar al servicio de un
Plan de la Patria y de un ideal a alcanzar: lo que llaman “un país potencia”,
que nadie sabe qué es. El primer síntoma
de que al gobierno no le interesa la innovación es el tratamiento que le da a
las universidades del país, que son justamente los motores de conocimiento y
que preparan el recurso humano para el desarrollo, los presupuestos de hambre
que les asigna, el poco interés del gobierno en invertir en su infraestructura,
dotación, personal, bibliotecas, laboratorios, becas, etc., habla por sí solo
de la prioridad real del chavismo sobre la innovación.
Para que se den una idea de la manera como el
gobierno chavista trata a las universidades, a la Universidad Central de
Venezuela le acaban de asignar 4.4 millardos de bolívares para su
funcionamiento en el 2016, cuando los administradores de esa casa de estudios
ha pedido un presupuesto mínimo de 13.6 millardos, la UVC ha tenido que
anunciar el cierre de muchos de sus servicios, incluido el del comedor, el
gobierno no quiere innovación, quiere magia.
En el 2014, cuando se publicó el listado de
universidades latinoamericanas con mayor productividad científica (QS Latin
American University Rankings 2014), la Universidad Simón Bolívar, que siempre
se ubicó entre las veinte primeras, descendió al puesto 23; entre las razones
que aluden las autoridades está la disminución de los presupuestos de las
Universidades, la carencia de financiamiento en investigación, la disminución
de incentivos a los investigadores, el éxodo del recurso humano calificado del
país, y la presencia cada vez menor de estudiantes de postgrado en las
universidades venezolanas.
Tomemos el caso del Ministerio del Poder Popular para Educación
Universitaria, Ciencia y Tecnología (Mppeuct), regido por un Sistema de
Ciencia, Tecnología e Innovación, que a su vez está articulado con las
instancias de lo que ellos llaman el Poder Popular. Este ministerio, entre
otras actividades, tiene la de impulsar la valoración y el resguardo de los
conocimientos tradicionales, tecnologías e innovaciones de los pueblos
indígenas, de las comunidades campesinas y sectores urbanos populares. Tiene
entre sus postulados utilizar el uso de las tecnologías de información libres,
que son aquellas por las que no se paga licencias ni patentes, es decir que son
gratuitas y que corresponden a menos del 5% de las existentes. En el punto
1.5.1 del documento constitutivo del Mppeuct, dice textualmente: “Consolidar un
estilo científico, tecnológico e innovador de carácter transformador, diverso,
creativo y dinámico, garante de la independencia y la soberanía económica,
contribuyendo así a la construcción del Modelo Productivo Socialista, el
fortalecimiento de la Ética Socialista y la satisfacción efectiva de las
necesidades del pueblo venezolano”; es claro que quien escribió esto no tiene
la menor idea de cómo funciona la ciencia y, menos aún, los emprendimientos
innovadores.
Hay una criatura burocrática, conocida por
sus siglas como el FONACIT, creada para acaparar todos los recursos económicos
destinados a la innovación (públicos y privados), que no es otra cosa que una
inmensa alcabala, erigida para controlar la investigación y el desarrollo
científico del país y que resulta en una trampa para fomentar la corrupción y
el tráfico de influencias con fines meramente políticos. Más recursos que se
ponen en las manos de los menos competentes.
Lo que el gobierno ha hecho con el IVIC
(Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas), que fue la joya en la
corona de nuestros emprendimientos científicos, es una barbaridad. Por medio
del acostumbrado borrón y cuenta nueva quieren desconocer los pasivos laborales
y compromisos de seguridad social con los investigadores y personal de la
institución; como buenos socialistas, quieren que en su junta directiva estén
presentes, con voz y voto, los bedeles, vigilantes y jardineros de la
institución, que a mi juicio poco pueden aportar en el comprometido camino de la
innovación, porque demagógicamente pretenden acercar la investigación al
pueblo, al barrio, sacarla de los laboratorios a las calles, hacer algo más
bien ‘popular’…
En pocas palabras, la llegada del socialismo
bolivariano a nuestro país ha significado la quiebra de las investigaciones
científicas y tecnológicas, el emprendimiento innovador fue sepultado, en aras
de un Plan de la Patria destinado a convertirnos en un país potencia… nadie sabe lo que eso significa. -
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
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