“El fanatismo corrompe el carácter, el gusto y no en último lugar la salud: quien quiera restablecer las tres cosas debe resignarse a un largo período de curación.” F. Nietzsche.
En marzo de 2013
escribí un artículo titulado “Tormenta Económica Perfecta”, en aquél entonces,
expresé lo siguiente: “un régimen que en 14 años ha tenido los ingresos más
impresionantes de nuestra vida republicana, sin embargo nos ha llevado a un
endeudamiento descomunal, ha destruido conscientemente el 50% del aparato
productivo interno y ha recurrido al negocio de las importaciones
indiscriminadas; mantiene el control de los precios, el tipo de cambio y las
tasas de interés más no el de la perniciosa inflación; estimula la corrupción
galopante creadora de fortunas, desabastecimiento y escasez; promueve el
desorden fiscal y monetario, la inseguridad jurídica, patrimonial, social y
personal. Lo que no ha hecho el capitalismo salvaje lo ha logrado el socialismo
bestial, la destrucción del país.”
Recientemente
Oppenheimer en su artículo “Sudamérica ante la tormenta perfecta” hace alusión
a que los gobernantes de estos países, en especial los de Argentina, Bolivia y
Venezuela, después del frenazo de la economía china, pareciera que están
viviendo en otro planeta. Todavía, dice, siguen hablando de los abundantes
recursos naturales y materias primas de sus países, como si eso importara mucho
en un mundo que se mueve rápidamente hacia una economía del conocimiento, en el
que una sola empresa como APPLE hoy día vale más que el producto interno bruto
de varios países..
El jolgorio populista
interno al cual aludí en aquella época continuó sin reparos, sin avizorar que
la tormenta perfecta arreciaba para acabar con la fiesta, y hoy debemos
enfrentar además, la desaceleración económica en China, la caída de los precios
de las materias primas, la fuga de inversionistas internacionales a países más
seguros, y la posibilidad de que la Reserva Federal de Estados Unidos suba
pronto sus tasas de interés, lo que haría más caro obtener créditos y pagar la
deuda externa.
Sudamérica, dice
Oppenheimer, no invirtió en los períodos de abundancia en prepararse para
competir en la nueva economía del conocimiento, se olvidó de mejorar sus
estándares educativos, y de hacerse más competitiva en ciencia, tecnología e
innovación. Venezuela, digo yo, no se preparó siquiera para enfrentar una
tormenta tropical y en lugar de mirar hacia el futuro, le cayó la maldición de
Lot. Ya Dios hizo su trabajo, no le sigamos rogando, nos toca ahora a nosotros
hacer el nuestro.
Neuro Villalobos
nevillarin@gmail.com
@nevillarin
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