Nunca estaré del lado de Colombia en
conflictos con mi país. Su oligarquía y sus gobiernos nos han quitado mucho
territorio históricamente, se han aprovechado de circunstancias internacionales
para despojarnos y siempre han salido gananciosos en sus enfrentamientos con
nuestros gobernantes, hayan sido civiles o militares, electos o impuestos,
“revolucionarios” o conservadores. Mientras nuestros vecinos, que no hermanos,
han tenido muy clara la importancia de su integridad territorial y de la
expansión de su geografía, nuestros gobiernos, clases sociales dominantes y sus
partidos, han sido muy condescendientes y desprendidos en relación a la
posesión del territorio, que una vez perteneciera a la Capitanía General de
Venezuela.
Incluso, el Partido Comunista ha mantenido la tesis de que un pedazo de tierra no es suficiente para el enfrentamiento fratricida, por lo que es mejor dejarlo en manos de nuestros “hermanos”. Hasta Alí Primera lo dijo poéticamente en una canción: “Ese pedazo de tierra no alcanzará para enterrar nuestros muertos”. De allí, la nula participación del PCV en los reclamos territoriales y su estrecha relación con las FARC, a quienes considera un ejército libertador bolivariano, como si estuviéramos en la primera mitad del siglo XIX, cuya presencia en nuestro territorio es normal, lógica y deseada. Curiosa coincidencia del PCV en su desinterés con nuestros oligarcas, que se dan por bien servidos si sus similares colombianos los incorporan en una parte de sus negocios.
Las mismas concepciones y afectos han movido
al gobierno chavecista todos estos años. Son nuestros hermanos, circulan
libremente por la frontera, los cedulamos para que voten en nuestras
elecciones, tenemos 6 millones (20 por ciento de la población) viviendo en
nuestro territorio y controlando nuestros barrios, sus guerrilleros acampan en
nuestro suelo y controlan pueblos y ciudades, así como el tráfico del oro y el
coltán, para no hablar de narcotráfico y del resto del contrabando. Y aquí…
Todo el mundo contento. Los políticos empeñados en ganar sus elecciones y
seguir chupando de las tetas nacionales: petrolera, minera, cambiaria,
importadora, contrabandista, comisionista, etc. Y hay para todos, incluyendo a
los revolucionarios de las FARC y el ELN.
Con este escenario y una práctica de siglos es imposible creer en deportaciones masivas, que no llegan al 0,1 por ciento de los ilegales existentes. Enfrentar a los paramilitares y olvidar a los principales (FARC y ELN) es otra gran farsa; y sin enfrentarlos no hay lucha real contra el contrabando de alimentos y bienes subsidiados. Farsas y mentiras allá y acá, que ocultan los objetivos verdaderos, que en sus últimas fases se desarrollaban con dificultad en Cuba, pero que de repente avanzaron vertiginosamente para complacencia de EEUU, el Papa, Santos, Timochenko, Cuba y el Gobierno venezolano.
Luis
Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
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