Después
de la Guerra de Yom Kippur y el Embargo Petrolero Árabe en 1974, la Unión Soviética atravesó -al igual que
Venezuela- por una etapa de gran afluencia económica debido al impresionante
aumento que experimentaron los precios del petróleo. El líder de la nación
comunista era Leonid Brezhnev, que lucía como un Zar más de Rusia. Poco le
interesaban al Premier soviético los
temas económicos; en cambio, tenía una verdadera obsesión por extender el
comunismo y por mantener el poderío del imperio que encabezaba. Sus propios
ciudadanos no eran su prioridad.
La URSS no era una nación industrializada. Su
economía se basaba en la venta de materias
primas y en su creciente ingreso petrolero. La atención de Brezhnev se
centraba en tres estrategias: el gasto militar, el control de los países de la
órbita soviética y la expansión del comunismo en otras área como fue el caso de
Cuba, Angola y la intervención soviética en Afganistán. A toda costa quería sobrepasar militarmente a
los EEUU. Le proporcionaba petróleo subsidiado a los países del Pacto de
Varsovia para mantenerlos atados al comunismo y sumisos a Moscú. El petróleo que estos países recibían lo
pagaban mediante trueque. El mecanismo parecía funcionar, al menos hasta que en
1982 se derrumbaron los precios del petróleo soviético que cayó de 40 a 9
dólares el barril.
Brezhnev
tuvo la prudencia de morir ese mismo año antes de que estallara el caos que
había contribuido a provocar con su dogmatismo marxista, su expansionismo y su
imprevisión económica. Le suceden por un corto período Andropov y Chernenko.
Finalmente
le toca el turno a Gorbachov. Cuando
llega al poder en 1985 recibe la herencia de Brezhnev: Una economía soviética en ruinas. Los niveles
de escasez obligaban a los ciudadanos a largas colas para conseguir cualquier
cosa. Desesperadamente busca financiamientos que no logra obtener. Tratando de
salvar a su país, recurre a dos políticas:
"Glassnot" en favor de
la libertad de prensa y la “Perestroika” para reformar la deprimida la
economía. Ya era muy tarde.
Se ve
obligado a eliminar los subsidios petroleros a la órbita soviética y a Cuba.
Sin ese petróleo ya no podía mantener atados a estos países. Como resultado de
ello, a partir de 1989 se desmorona la Cortina de Hierro que había erigido Stalin y cae el Muro de
Berlín que había sido obra de Kruschev. Finalmente, en 1991 se desintegra la
propia Unión Soviética en 16 países. Todo aquel andamiaje se viene estrepitosamente abajo sin disparar
un tiro. A pesar de contar con un poderoso ejército absolutamente apegado al
comunismo el sistema fenece y la URSS pierde la Guerra Fría.nCuando una
sociedad está lista para un cambio, nada la detiene. "Es el fin de la historia”, dictamina
Fukuyama.
Guardando las distancias, muchas de las cosas que pasaron en la URSS están ocurriendo hoy en día en Venezuela. Al presidente Chávez le tocaron años de afluencia petrolera tal como a Brezhnev. Como este último, no se preocupó por construir una economía sustentable sino que se centró en algunos objetivos: Crear una inmensa base política, extender su Socialismo del Siglo XXI, estimular el gasto militar y construir una zona de influencia a base de subsidios petroleros. Diseñó Alba y UNASUR con el recóndito deseo de emular una suerte de Pacto de Varsovia que orbitara en torno a Caracas.
Pero
todo era un castillo de naipes que se basaba en una etapa de precios petroleros
excepcionalmente altos que Chávez creyó
iban a durar para siempre. Finalmente, al igual que Brezhnev, tuvo la prudencia
de partir antes de que estallara en caos. El primero gobernó durante 18 años,
el segundo durante 14 años.
Veamos
lo que ocurre ahora en Venezuela. Nos encontramos con una economía severamente
dañada por tres lustros de dogmatismo socialista que se tradujeron en
expropiaciones, controles de precio, destrucción y estatización del aparato
productivo, control de cambio, inflexibilidad laboral, limitaciones a la
libertad de expresión, caída de las inversiones y pérdida del equilibrio entre
los poderes públicos. Se profundizó la extrema dependencia con respecto al
petróleo, que aporta cerca del 96% de la totalidad de los ingresos en dólares
que percibe el país.
Pero,
súbitamente, se desmoronaron los precios del petróleo y estalla una escasez
brutal de los productos más elementales. La economía se paraliza
progresivamente. La producción nacional de bienes no alcanza y tampoco los
dólares para poder importarlos. Las colas y la escasez abruman a los ciudadanos
mientras las empresas del Estado, empezando por PDVSA, están sumidas en una
ineficiencia pasmosa. La inflación es la más alta del mundo, el déficit fiscal
inmanejable y ya nadie tiene confianza
en el signo monetario. También aquí la sociedad está lista para un cambio.
Yo me pregunto: si la segunda nación más poderosa del mundo cayó de rodillas ante fenómenos similares y el sistema en el cual se sustentaba se vino a pique, ¿qué no podrá pasar en una pequeña nación como la nuestra que pretende resucitar un modelo ya fallecido?
Ciertamente
yo no me atrevo a responder. Le pido a cada quien que saque sus propios
conclusiones. La historia tiene una terca tendencia a repetirse, pero no
siempre lo hace en iguales términos. Ojalá que lo que nos depare el futuro no
sea a un Putin.
José
Toro Hardy
petoha@gmail.com
@josétorohardy
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