Si abaratasen los chalecos antibalas creo que
se vislumbrarían colas como en los supermercados, así deba desbaratarse el
presupuesto del hogar. Creo que si Robocop deambulara por estos predios, hace
tiempo hubiese sido objeto de vándalos y ser desvalijado de su metálica
indumentaria para ser vendida en el mercado de la indecencia al mejor postor.
Nuestra sociedad ha mutado. Dejó de lado los
convencionalismos y emprende la ardua lucha por sobrevivir como en un
territorio apocalíptico. Las noches son el pintoresco e inminente experimento
de la guerra cuasi selvática de supervivencia del más acto.
Ahora hasta la gramática tiene modificaciones
en su entendimiento redaccional. Pasamos de decir “hicimos una fiesta y botamos
la casa por la ventana” a esgrimir con desdén que “hicieron fiesta: se metieron
a la casa por la ventana”. Nos convertimos en gendarme de nuestros hogares,
vigilantes de nuestros bienes. Aunque dormidos, en la apacibilidad de nuestros
sueños, podemos ser objeto de cualquier hurto y hasta de secuestro
domiciliario.
La delincuencia se reproduce bajo el firme
estandarte de la impunidad. Antes, al perpetrar el acto delictivo, nos decían
que levantáramos las manos, pues era un asalto. En la actualidad, sin
miramientos, debemos bajar las manos como en ademán de defensa, con temores
bullendo y un hilillo de sudor
descendiendo por nuestra sien, a sabiendas de la ruleta existencial que por
capricho, podríamos perder la vida si al asaltante se le antoja pegarnos un
pepazo.
Hasta la bella durmiente se despertaría de su
dogmático y fantástico sueño, cuando una de esas comunes noches escuchase el
estruendo de un rosario de balas por enfrentamientos en las calles.
También en el “Oscar” delincuencial obtuvimos
un reconocimiento por nuestro caótico sistema de seguridad. Según un estudio
publicado por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia
Penal A.C., Caracas es la segunda ciudad más violenta del mundo. A tan ominosa
distinción se le puede agregar que agosto cerró en la ciudad capital con la
espeluznante cifra de 400 homicidios, mientras el Observatorio Venezolano de la
Violencia (OVV) sentencia que por cada 100 mil habitantes se cometen 79
asesinatos en el país.
En esta nación crispada por la sombra
socialista de la desesperada igualdad en pobreza de sus ciudadanos, percibe
ahora de forma cotidiana la generación de epidemias, pero las mismas no son
originadas por mala salubridad o atacadas en el área asistencial, sino se
desprenden del gatillo de una descompuesta sociedad.
Como patología de lo inhumano ahora la moda
es ver escoltas, guardaespaldas y encargados de la protección de reconocidos
políticos, en las cifras rojas reseñadas por la prensa nacional, que haría
cambiar de profesión y hasta huir despavorido al más inspirado Kevin Costner.
Igualmente, Venezuela cuenta con más de 120 policías asesinados en el primer
semestre del año.
Por más que edifiquen planes como OLP, Patria
Segura o te cambio tu pistola por metras, la sensación del venezolano sobre el
ámbito de la seguridad, es que si se irrumpe en un callejón oscuro de manera
repentina, seguro que al día siguiente no puedes echar el cuento.
MgS.
José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571
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