Medellín,
otrora famosa por su temido y célebre cartel del mismo nombre, y por su legendario jefe;
actualmente es reconocida por su importante proceso de inclusión social y por
sus novedosas acciones urbanas en los barrios populares, imitadas por los
gobiernos vecinos. Además, se ha vuelto famosa por las actuaciones de un famoso
delincuente, conocido como el Rocambole de Medellín, que actúa sólo y con
ensañamiento en el vulnerable territorio de la Hermana República Bolivariana de
Venezuela.
Este
temerario delincuente paisa deriva su nombre de un personaje literario francés
del siglo XIX, creado por Ponson du Terrail, quien era un peculiar villano
proveniente de las clases acomodadas de París que dejaba una sota de corazones
como signo de identidad de sus acciones delictivas, constituyéndose en un héroe
popular muy apreciado por la población, especialmente por los más necesitados.
Ingenioso,
caballeresco, sinuoso, astuto, sagaz e intrépido, ha dedicado sus múltiples
recursos a desestabilizar el eficiente y envidiado gobierno bolivariano. Sus
acciones desestabilizadoras son muchas, importantes e increíbles. Han dado
mucho que hablar a nuestros presidentes revolucionarios que sucumben ante el
encanto de un micrófono y la atracción de una cámara de televisión.
Experto
en sustracciones y extracciones se le imputa – en la Venezuela Bolivariana
todos son imputables - el rocambolesco
escamoteo del oro del Banco Central, de las Reservas Internacionales en
divisas, que se esfumaron, sin que nadie se diera cuenta; en el propio banco
que no lleva números ni estadísticas, se
percataron de la acción, cuando su
presidente fue a buscar cien mil
inmundos dólares americanos, destinados a sufragar una gira presidencial de dos
días a un país del Alba. Emulando a su predecesor, el Rocambole de Medellín,
dejó en las bóvedas una sota de oros.
Gusta
de disfrazarse de iguana, zamuro, caimán o cachicamo, para realizar sus
permanentes acciones de sabotaje contra las instalaciones y equipos de las muy
eficientes empresas del Estado
bolivariano, en especial contra las petroleras, las petroquímicas y las eléctricas. Practica la
nigromancia, la brujería, la hechicería, es capaz de promover por igual la
lluvia y el rayo, la sequía, cual Niño o Niña ensañados con el Proceso
revolucionario.
Empero
su mayor pericia es la de transmutarse, la de convertirse en otro por el tiempo
que sea necesario para llevar a cabo sus bellaquerías y perversidades. Se ha
transfigurado entre otros altos cargos, en Ministro de Finanzas, de
Agricultura, de Electricidad, de Obras Públicas, de Educación Superior, en Presidente del Metro o del Banco Central.
Todos los errores que han cometido en estos tres largos lustros no son obra de
los escogidos por el infalible Comandante Supremo y Eterno y su Valido; no son
en nada achacables a tan valientes funcionarios, sino al Rocambole de Medellín.
Ojala el pueblo lo entienda cabalmente antes del 6 / D.
Enrique
Viloria Vera
viloria.enrique@gmail.com
@EViloriaV
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