Esta semana se inscriben los candidatos a las
parlamentarias, unas elecciones donde la oposición y el gobierno parecen
jugarse a Rosalinda, por lo que resulta importante hacer un balance, para ver
si esta olla de presión en la que se ha convertido Venezuela está a punto de
estallar o es otro chirrido de una válvula de escape.
En cualquier otro país del mundo, el nivel
desabastecimiento, devaluación, inflación, inseguridad, corrupción y colapso de
los servicios públicos serían indicios inequívocos de un inminente cambio de
gobierno o de un estallido social.
Nadie en su sano juicio podría pensar que,
después de la catástrofe política, social y económica que han provocado en
Venezuela, los candidatos del régimen
ganen las elecciones parlamentarias y Maduro se mantengan en el gobierno como
si nada.
Venezuela establecería un nuevo record,
además de ser el país con la mayor inflación, la moneda más débil, el peor
salario mínimo, el más inseguro, el más
corrupto; ahora también sería el único del mundo donde la mayoría de sus
habitantes voten a favor de sus propios verdugos en unas elecciones libres.
Afortunadamente, eso no es lo que se siente en el ambiente. Eso tampoco es lo que señalan las
encuestas. Al contrario, lo que se observa es que el gobierno destila
pavor y las fuerzas democráticas están
eufóricas. La presión en la calle, universidades, fábricas y hasta en los
cuarteles es insostenible. La gente está decidida a votar este 6 de diciembre.
Nunca como ahora se ha percibido tanta indignación contra un régimen. Lo
lógico, en consecuencia, es que se
produzca una avalancha de votos a favor de los candidatos de la oposición, lo
que implicaría el fin para este régimen.
Pero la experiencia enseña que no hay que ser tan optimistas. El
oficialismo sabe que en estas elecciones se les va la vida y, en consecuencia, es capaz de hacer cualquier
marramuncia para ganarlas o suspenderlas. Ya lo ha demostrado en el pasado.
Las fuerzas democráticas tienen las alarmas encendidas desde el mismo
momento en que el árbitro, el Consejo Nacional Electoral, retardó terca e
innecesariamente durante varias semanas la fijación de las fechas para las
parlamentarias.
Veteranos políticos, macizos de sabiduría en estas lides, aseguran que
más peligroso aún es la negativa del entre electoral, siguiendo instrucciones
dadas por propio Maduro la semana
pasada, en una visita a Nueva York,
de descartar la presencia de
observadores internacionales en las elecciones del próximo 6 de diciembre,
argumentando que Venezuela no es ni será monitoreada por nadie.
La
escalada ha seguido con las inhabilitaciones arbitrarias e ilegales de
candidatos a la Asamblea Nacional por la oposición que eran seguros ganadores
en sus respectivamente circunscripciones, como en el caso de María Corina
Machado, Leopoldo López, Antonio Ledezma, Daniel Ceballos, Enzo Scarano, Pablo
Pérez, Manuel Rosales y una lista indeterminada de líderes que están en la mira
telescópica del régimen.
Dentro de esa misma estrategia hay que inscribir la decisión de
arrebatarle la tarjeta y el partido
Bandera Roja a su fundador Gabriel Puerta Aponte y la destitución de la
directiva del partido Socialcristiano Copei por parte de Tribunal Supremo de
Justicia.
El
control de la comida para controlar a la gente que impulsa el régimen de manera
descarada hay que incluirla en esa diabólica agenda que aplica el régimen para
tratar de torcer la voluntad del pueblo venezolano de lograr un cambio radical
de gobierno.
Esa
sería la inspiración de la toma por la fuerza de los galpones de las más
importantes empresas privadas que producen y distribuyen alimentos básicos y la
temporalmente pospuesta medida de
obligar a las industrias de alimentos a entregar hasta el 100% de su producción
a Pdval, Mercal, Abastos Bicentenarios y cualquier otro centro de distribución
de alimentos controlado por el gobierno.
La
falta de dinero en los cajeros automáticos, la escasez de billetes de 100 y 50
bolívares, esa especie de corralito bancario silencioso que viene imponiendo a
la calladita el gobierno, sumado al
control de cambio, el control de precios, la devaluación, la inflación, la
inseguridad, el uso de la fuerza y de todos los poderes del estado, todo forma
parte de un plan de dominación para
hacer claudicar los afanes democráticos de la nación entera.
No
se descarta que poco antes de los comicios del 6D, en medio del caos, en una transacción
inmoral se inundara al país con toneladas de comida y mercancía barata o
regalada para comprar los votos de millones de venezolanos, a quienes
convirtieron primero en un rebaño de
muertos de hambre.
Si
nada de eso les funciona, la ultima carta del regimen seria el magafraude .
Todo eso es posible. Uno pasa el dato, por aquello de que “Guerra avisada…!
Omar
González Moreno
programamardefondo@hotmail.com
@omargonzalez6
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