Una copia de la historia de la guerra de Las
Malvinas es lo que ha reeditado Nicolás Maduro en un desesperado intento de
contener el fuerte aluvión de votos que,
como resultado del rechazo de la gran mayoría de los venezolanos contra
la infame política de su gobierno, serán
sufragados el 6 de
diciembre. Por supuesto que sí hay
diferencia entre los hechos que condujeron a esa alocada aventura, cuyo
razonamiento buscaba la supervivencia de una dictadura; porque aun
existiendo similitud en el derrumbe de los dos gobiernos, la dictadura
logró tocarles el corazón patriótico a los argentinos,
mientras el de aquí babea el micrófono
con argumentos mal copiados frente a una abrumada población ansiosa de resolver
los problemas que golpean duramente
su calidad de vida.
El objetivo de Maduro -aunque
está presente el tema territorial-
es comprometer al país en una discusión que avive el
sentimiento patriótico; pero, no
gozando de la credibilidad del pueblo porque su política ha venido de fracaso
en fracaso, menos podrá convencer con
argumentos mal aprendidos y en su diplomacia de micrófono, desde donde más que
argumentar razonamientos que puedan ser interpretados por los venezolanos,
termina elaborando un “pasticho” en
cuyos ingredientes no ha faltado “la
figura del muerto que sigue vivo”.
Estos procedimientos, propios de mandatarios que se apoyan en la sumisión de esos enanos tarifados que le
cepillan la alfombra roja y le dan muestras de idolatría, son los que
inexorablemente lo llevan camino al derrumbe.
Esto pasó con Leopoldo Galtieri en Argentina, quien siendo víctima de un total rechazo a su gobierno, inventó
una guerra apelando al nacionalismo patriótico: recuperar por la fuerza las
Islas Malvinas, en reclamación desde el siglo anterior, con
ínfulas de gran héroe.
La reacción súbita de Nicolás ante
Guyana, si se tratara de un gobierno
nacional ponderado y respetable, llamaría a la reflexión; pero siendo nuestro personaje un presidente
sin moral alguna, por ser él el heredero de la ruina del país iniciada en el
gobierno de su “padre” político, es quien menos pudiera imaginar que a los
venezolanos les tocará el corazón con un litigio desfigurado y su falso patriotismo. Esa campaña publicitaria incesante no sensibiliza al pueblo por más
que el gobierno trate de involucrarlo.
Maduro no se trasnocha por el Esequibo, su angustia son las elecciones
parlamentarias del 6 de diciembre. Que
las tiene perdidas.
@luirgarr
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Impecable observación, es que en todo lo que hacen se les ve la costura
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