Los venezolanos asistiremos a un proceso
electoral en un contexto cuyas consecuencias son profundamente preocupantes.
Chávez concurrió a su última elección echando manos de los recursos del Estado
para garantizar su reelección. Fue uno de sus ministros, Giordani, quien lo
manifestó públicamente y advirtió las consecuencias de semejante práctica, que,
en fin de cuentas, son las que hoy exhibe el país.
Su heredero, el designado por Chávez, Nicolás
Maduro, concurre a unas elecciones parlamentaras en la que se evidencia un
deterioro acelerado de la crisis política que incorpora nuevos ingredientes:
una fuerte caída de los ingresos reales, una importante escasez de alimentos
esenciales, medicamentos y otros bienes básicos, la degradación de los
servicios de salud y altísimo niveles de
inseguridad y violencia, que configuran la colosal crisis social, ya
presente y que tenderá a extenderse sino se toman medidas urgentes.
En estas circunstancias, un gobierno serio,
que no es el caso, ya se hubiera prestado para convocar a los diferentes
sectores de la sociedad para un acuerdo nacional para enfrentar la crisis que
ha atropellado y sobrepasado la capacidad gubernamental para responder
adecuadamente.
En estos aciagos tiempos, y hay que decirlo,
Venezuela se adentra a un verdadero desastre humanitario y no hay forma que el
régimen lo entienda. Mientras el gobierno dispuso de un altísimo flujo de caja,
fundamentalmente derivados de los altos precios de petróleo, pudo disponer de
una importante redistribución de la renta; aumentó el nivel endeudamiento,
mantuvo una moneda sobrevaluada y hasta pudo vulnerar y atropellar los derechos
civiles y políticos.
Las circunstancias presentes son otras. El
precio del crudo bajó significativamente y la premonición de Maduro de que
éstos rebotarían quedará como el pajarito que dio vueltas sobre su cabeza. Los
precios del crudo no rebotaron ni rebotarán, por el contrario, al regularizarse
las relaciones con Irán el mercado petrolero aumentará su oferta que superará,
ahora mucho más, la demanda existente. Estas circunstancias junto al pago de
intereses por el orden de 6,2 millardos de dólares antes de las elecciones
parlamentarias del 6 de diciembre, además de tener que cancelar 16,1 millardos
de dólares en 2016, cuando nuestras reservas internacionales, según datos del
BCV, están en 15.398 millardos de dólares, son definitivamente muy malas
noticias para el gobierno pero peores para quienes sufren de tan inmensa
incompetencia.
El país debe internalizar y comprender que en
las elecciones del 6 de diciembre está en juego parte del poder, sin dudas, así
es, pero más que eso, está en discusión la posibilidad cierta de que este
modelo que lleva a los venezolanos hacia un severa crisis humanitaria pueda ser
superado.
Los partidos políticos y la MUD hicieron lo
que les correspondía, un gran acuerdo nacional. El líder opositor Henrique
Capriles hace lo propio en los escenarios nacionales e internacionales. Toca a
los venezolanos colocar la “guinda al pastel” de la única y mejor manera de
hacerlo: votando, votando…
Leonardo
Morales P.
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP
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