China ha devaluado su moneda varias veces. Es una medida
de crisis que tiene aspectos muy negativos. Por ejemplo, la caída del valor de
las propiedades chinas. El mayor millonario chino ya perdió once mil millones
de dólares en la bolsa a causa de esa prestidigitación. Devaluar es una forma
instantánea de destruir capital.
¿Por qué China lo ha hecho? Sus exportaciones han bajado
un 8% en un año y desea repotenciarlas. Es difícil que lo logre de manera
sostenida por ese procedimiento. Los países que habían restringido sus
importaciones no van a reanudarlas porque sean un poco más baratas. Las
redujeron, como sucede con Brasil y los exportadores de petróleo, por el
descenso del precio de las materias primas. Carecen de tantos recursos como en
el pasado para adquirirlas.
Es una ingenuidad creer que se puede crecer
indefinidamente al 10% anual. Japón, que lo hizo durante 25 años, logró
construir una de las sociedades más prósperas de la historia, al extremo de que
los futurólogos vaticinaban que el siglo XXI sería japonés, pero desde hace
muchos años su economía se estancó. No obstante, en el camino creó unas vastas
clases medias y un aparato productivo capaz de generar casi pleno empleo. En
medio del enfriamiento de su economía cuenta con un PIB per cápita anual de $US
37.800 medido en poder adquisitivo. El mismo de Inglaterra.
China ha dado un gran salto adelante desde principios de
los años ochenta, como quería Mao, pero de la mano de Deng Xiaoping y bajo su
consigna pro capitalista de “enriquecerse es glorioso”. En su asombroso camino
hacia el progreso –las verdaderas sociedades progresistas son las que dependen
de la empresa privada y del mercado—el país ha sacado de la miseria a 500
millones de personas, pero todavía le quedan 800 a la espera de que el nuevo
modelo las beneficie. El PIB per cápita anual de China es de $US 12.900. El
mismo de República Dominicana. Le falta mucho para ser una sociedad realmente
rica poblada por clases medias.
Por el camino que va, es posible que China no logre sus
objetivos y genere un gran descalabro doméstico e internacional. El país ensaya
una dualidad económica que probablemente no funcione. Por una punta, la pujanza
de los emprendedores y su capacidad para generar riqueza denota un excelente
desempeño. Por la otra, la presencia del Estado chino en el diseño del futuro,
basado en su supuesta capacidad de predicción de qué sucederá y cómo, conduce
al despilfarro y al error.
Un ejemplo clarísimo es el proyecto faraónico de
construir un nuevo canal interoceánico en Nicaragua al costo de cincuenta mil
millones de dólares (antes de la devaluación, ahora habrá aumentado).
Supuestamente es el sueño de un empresario privado, pero
tras él, obviamente, está el Estado chino. ¿Por qué lo hace? Sin duda, para
controlar un trayecto marítimo importante. De la misma manera que intentaban
comprar 300 kilómetros cuadrados de Islandia o tener una presencia notable en
Groenlandia.
Esas son elucubraciones de los estrategas del Partido
Comunista Chino, convencidos de que el control del planeta se logra
posicionándose en los lugares supuestamente clave del mundo, en gran medida
como hicieron, sucesivamente, Portugal, Holanda, Inglaterra y Estados Unidos
durante cinco siglos, sin advertir que las flotas poderosas y el control de
ciertos enclaves no eran la causa sino la consecuencia del éxito de las
compañías que comerciaban.
Esa mentalidad antigua conduce a la ruina. En realidad,
en una economía abierta contemporánea lo que determina el éxito de una sociedad
no es el control de las vías marítimas, sino el éxito de sus emprendedores.
Nunca Japón ha sido más poderoso que cuando sus
empresarios crearon Sony, Honda, Toyota y el resto de las fabulosas compañías,
agónicamente condenadas a innovar y mejorar la calidad de sus ofertas para no
desaparecer en las llamas del “fuego destructivo-creador del mercado” de que
hablaba Schumpeter.
La planificación por el Estado es un sinsentido en el
nivel económico, micro y macro, pero más aún cuando los políticos tratan de
adivinar por dónde irá la historia y peor aún cuando intentan guiarla en esa
dirección. La demografía, los accidentes naturales, las invenciones
tecnológicas y científicas, las acciones imprevistas de las personas, cambian
súbitamente el curso de los acontecimientos y destruyen el objetivo de
controlar el futuro.
A los dirigentes chinos les falta por conocer a fondo el
pensamiento del Premio Nobel de Economía Friedrich Hayek sobre el crecimiento
del orden espontáneo del mercado. Si lo aplicaran a la geopolítica advertirían
la pobreza de las viejas ideas sobre el desarrollo que todavía lastran sus
cabecitas.
Carlos Alberto Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Vicepresidente de la Internacional Liberal
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Este trabajo de Montaner, quien es un excelente analista, deja mucho que desear ...pobres argumentos frente a un tema donde el tiene la razón . hasta
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