Para el
venezolano el simple hecho de alimentarse se ha vuelto un proceso tortuoso. A
la par que la inflación crece y logra que algunos rubros multipliquen 7 veces
su precio en pocos meses, la escasez de productos regulados se eleva, y la capacidad de compra del venezolano va e
picada; todo esto se conjuga para que los hábitos alimenticios de nuestros
ciudadanos estén cambiando.
Uno de los logros de los que se jactaba el gobierno,
aumentar el consumo de calorías y de proteínas diarias en la dieta del
venezolano, se ha desvanecido. En un país donde 2 kilos de carne y 1 de queso
representa la quincena completa de un trabajador, el consumo de proteínas se ha
vuelto casi un lujo para los ciudadanos.
Muchos han optado por alimentarse a base de carbohidratos como las harinas o el arroz sin acompañantes, pero la escasez, el terrible acompañante de la inflación en la economía venezolana, impide que el acceso a estos productos sea fácil. Los pocos alimentos que se consiguen están a precios inalcanzables y los otros simplemente han desaparecido del mercado.
Este nefasto
panorama, cuya única explicación plausible son las nefastas políticas del
gobierno nacional; lo justifican los miembros del ejecutivo por una teórica
guerra económica. Desde la narrativa oficial, los empresarios venezolanos han
dejado de producir, o acaparan, con la simple intención de hacer daño al
gobierno y propiciar su caída. A estos empresarios los apoyan desde el
“imperio” quien da las directrices para el fantasioso sabotaje; y por supuesto
para poder abarcar a todos los que se enfrentan a las arbitrariedades
oficiales, desde el gobierno incluyen en esta guerra económica a los dirigentes
de la alternativa democrática.
Estos argumentos
caen por su propio peso, en Venezuela así como en el mundo entero a los
empresarios les interesa producir y vender para generar ganancias. Los
propietarios de grandes, medianas o pequeñas empresas no estarán jamás
interesados en llevar a sus negocios a la quiebra por derrumbar a un gobierno,
por más que lo adversen. No es creíble que un dueño de una carnicería
desaparezca sus productos o los aumente, disminuyendo sus ventas y poniendo en
riesgo el sustento de su familia por causar daños a la economía.
La única guerra que es palpable, real e incuestionable es la que lleva el gobierno, por medio de sus desacertadas políticas económicas, en contra de los venezolanos, quienes cada día comen menos y peor, mientras otros son descubiertos con cuentas en el extranjero.
Leonardo Fernandez
leocat100@hotmail.com
@leofernandezf
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