El primero sería liberarnos de
Cuba repitiendo el 19 de abril y el segundo repetir el 5 de julio, doscientos
años después, con el restablecimiento de la vigencia efectiva de la Constitución de 1961 que disolvería la
administración colonial.
Es imposible aquí la transición
a la española o a la chilena porque nuestra realidad es diferente. La España de
Franco y el Chile de Pinochet no eran protectorados de otro país como lo es
Venezuela de Cuba. España y Chile eran entonces, y siguen siendo, países
soberanos. En cambio, la Venezuela actual (Cubazuela) carece de soberanía. Es
un protectorado de Cuba. Franco y Pinochet no eran títeres de una potencia
extranjera. En cambio, Maduro y su gobierno son títeres de Cuba. Y al serlo
condicionan toda la estructura institucional, haciéndola partícipe de esta
subordinación.
Por vía del gobierno títere,
que concentra el poder como toda tiranía, todos los órganos de los poderes
públicos están subordinados a Cuba, a la cual sirven. Forman la administración
colonial que obedece las órdenes de la monarquía comunista cubana, que ha
destacado aquí a dos jerarcas para ejercer el poder en la sombra: Ramiro Valdés
y Orlando Borrego. Son los que mandan por delegación de los Castro.
La transición venezolana tendrá
que ser distinta a la española y a la chilena, porque primero tenemos que
independizarnos de Cuba recuperando la soberanía. El paso inicial sería repetir
el 19 de abril de 1810 haciendo renunciar a Maduro como entonces los
libertadores hicieron renunciar a Emparam, lo que se complementaría con la
expulsión de los agentes de la monarquía comunista cubana. Y, el paso
siguiente, sería asumir de inmediato la soberanía restableciendo la vigencia de
la Constitución de 1961, que sería la nueva Declaración de Independencia por su
efecto fulminante: la disolución de los poderes públicos que forman la
administración colonial de Cubazuela, sirviente de Cuba, y la reinstalación de
los poderes públicos de la Venezuela soberana. No hacerlo y seguir aplicando la
Constitución del 99, que ha resultado ser un estatuto colonial impuesto por el
Golpe de Estado continuado y sistemático iniciado ese año para cederle la
soberanía a Cuba, frustraría la transición a la democracia.
Si no se da el “contragolpe
constitucional” ordenado por la Constitución del 61 en el Art. 250, todo se
vendría abajo. Lo derrumbaría la cúpula judicial.
Téngase presente que, a
diferencia de las dictaduras anteriores, estamos frente a una cúpula judicial
ideologizada, que ha hecho profesión de fe “socialista y chavista” y cuyos
actos públicos y sentencias son descaradamente políticos. No cabe esperar
entonces que adopte una actitud de neutralidad o adaptación al cambio de
gobierno y mucho menos de sistema, a diferencia de los magistrados y jueces del
gomecismo y del pérezjimenismo (No registra la historia actos solemnes del
Poder Judicial durante la dictadura gomecista en los cuales magistrados y
jueces hayan coreado: “uh, ah, Gómez no se va”, ni tampoco durante la dictadura
militar hubo exclamaciones semejantes en el Palacio de Justicia: “uh, ah, mi
general Pérez no se va”). Ni siquiera en tiempos de Franco (España) ni de
Pinochet (Chile) sucedió algo parecido.
Al restablecer la vigencia
efectiva de la Constitución de 1961 quedaría disuelto, junto con los demás
órganos de la administración colonial, el Tribunal Supremo de Justicia,
resurgiendo la Corte Suprema de Justicia. Sería revertir el Golpe de Estado que
se inició en 1999, dado por traidores a la patria para ceder la soberanía a
Cuba, por lo cual a la reversión la llamamos “contragolpe constitucional”.
Pero la transición podría tomar
un giro distinto si el TSJ, abjurando de su ejecutoria, se atreve a declarar la
ilegitimidad de Maduro para ejercer la presidencia por no cumplir el requisito
de nacionalidad exigido por la Constitución y por el fraude constitucional
consumado en la sucesión, obligándolo a dejar el cargo por usurpador.
En tal caso el TSJ haría un
papel semejante al que tuvo el Cabildo de Caracas el 19 de abril de 1810,
cuando pasó de órgano servil de la monarquía española a encabezar el proceso de
transición a la independencia de Venezuela.
Sería el más sorprendente, por inesperado, inicio de una transición a la
venezolana. Desde luego, no creo que suceda esto último. Pero lo dejo escrito
por si acaso alguno revisa el espejo de la historia y allí ve lo que le pasó a
los que no desembarcaron a tiempo.
Jesus A. Petitt Da Costa
petitdacosta@gmail.com
@petitdacosta
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