"Hay que respetar las leyes, siempre que las leyes sean respetables". José Luis Sanpedro
Como
en las indigestas ensaladas megalomaníacas de los discursos presidenciales
-como el que nos descerrajó el Día de la Independencia cuando, sin ponerse
colorada, dijo que en realidad ésta fue declarada el 25 de mayo de 2003, cuando
asumió su marido- este gobierno siempre ha disfrazado sus reales intenciones
con mantos edulcorados y apelaciones a conceptos caros a la sociedad, y ha tenido
un enorme éxito en esa política. La Ley de Medios Audiovisuales para aplastar
al Grupo Clarín, las medidas adoptadas para "proteger la mesa de los
argentinos", la modificación de la Carta Orgánica del Banco Central para
saquear sus reservas, la estatización del 51% de YPF, la toma de la
administración de Aerolíneas Argentinas, o la confiscación de los fondos de las
AFJP's para hurtar los depósitos de los particulares, fueron todos actos
recibidos mayoritariamente bien recibidos por la opinión pública.
El
mayor de ellos, sin lugar a dudas, fue el cambio en la composición del Consejo
de la Magistratura -recibido sin protestas por la población y el Poder
Judicial, que aún no ha declarado su inconstitucionalidad- que, curiosamente,
debía su forma anterior a un proyecto presentado por la entonces Senadora
Cristina Fernández de Kirchner; con esa nueva y esencial arma en las manos,
adquirida sin temor al papelón de tan flagrante contradicción, está intentando
lograr lo que no pudo hacer al ver frenada su pretendida
"democratización" de la Justicia.
Tal
vez, como ya sucedió cuando nominó al inefable Daniel Reposo para ocupar el
cargo de Procurador General, con el reemplazante que eligió para reemplazar al
Juez Luis Cabral como subrogante en Casación, el experto en neumáticos Claudio
Marcelo Vázquez, esté intentando una maniobra parecida. En efecto, el
curriculum de Reposo era de una pobreza tal que el candidato se convirtió en un
hazmerreír social; entonces, el Gobierno sacó de la manga a la Dra. Alejandra ¡Giles!
Carbó, de impecables antecedentes, que ganó la modificación de su apellido
cuando los senadores de la oposición unánimemente confirmaron esa designación,
y se hizo de otra arma fundamental, al que acompañó con el nuevo Código
Procesal Penal, que le permitió colonizar a la Justicia con miles de jueces,
fiscales y empleados jerárquicos militantes.
Disiento
con los analistas que, en general, atribuyen esas maniobras exclusivamente al
objetivo de garantizar a la Presidente, sus familiares, sus testaferros y sus
cómplices, públicos y privados, la impunidad frente a los enormes delitos
cometidos, como los de traición a la Patria -la cesión de territorio para la
base china en Neuquén- y de corrupción, algunos de ellos constitutivos de
verdaderos genocidios, como bien pueden explicar los chicos desnutridos, las
víctimas de Once y los miles de "ni-ni" que pueblan los conurbanos de
todo el país; hasta los muertos de la AMIA y el Fiscal Nisman se han sumado a
esos crímenes impunes luego de la firma del inexplicable memorandum con Irán.
Aumentó
mi diferendo esta semana, cuando un decreto presidencial otorgó a la Agencia
Federal de Inteligencia y a la Procuración General la facultad, manifiestamente
ilegal, de realizar espionaje interno para prever "guerra económica o
golpe de mercado". El jueves, el tan confiable Oscar Parrilli, titular de
la AFI, nos tranquilizó: no usará esas nuevas atribuciones; entonces, ¿para qué
se las dieron?, ¿o comenzarán a perseguir y encarcelar a economistas,
periodistas y banqueros atribuyéndoles una presión sobre el dólar cuya única
causa es la política demencial del Gobierno? Espero, a pesar de todo cuanto he
aprendido en estos años sobre la actitud de la Corte Suprema, que ésta tome
rápida intervención en el tema y decrete la inconstitucionalidad del decreto de
Cristina, que viola dos leyes trascendentales de la democracia.
Cuando
recuerdo que este recientemente reciclado organismo (la ex SIDE) ha sido
colonizado con varios cientos de jóvenes, graduados en inteligencia en pocas
horas y todos ellos militantes guevaristas en las villas e integrados en los
"colectivos" entrenados por las FARC colombianas y por el Sendero
Luminoso peruano, adiestrados en Cuba, comienza a correrme un frío por la
espalda porque tiendo a pensar, como siempre, que sólo para alguna función non
sancta tienen que haber sido reclutados.
Todos
esos movimientos nos acercan a la Venezuela bolivariana, donde los opositores
son expulsados del Congreso y encarcelados sin juicio o con procesos amañados
por una Justicia allí absolutamente dependiente del poder central, los medios
de prensa son perseguidos y clausurados, el narcotráfico y la corrupción están
imbricados en el Gobierno y se fraudan las elecciones. Si el kirchnerismo
continuara en el poder, dada la escasez de recursos con que contará para paliar
la crisis autogenerada, ya me imagino a cualquiera de sus personajes gritando
por televisión "¡Exprópiese!", como hacía el papagayo caribeño ya
fallecido. Es cierto que en la Argentina aún podemos decir y escribir cuanto
queramos, pero ¿seguiría respirándose por esta estrecha ventana de libertad si
el régimen inaugurado en 2003 se mantuviera cuatro años más? Francamente, lo
dudo.
Los
hechos descriptos me convencen de que la noble viuda se está comportando como
si fuera a permanecer en el poder, malgré quienes creen que, esta vez al menos,
estará dispuesta a respetar la Constitución y los plazos que ella impone; si
pensamos que ahora, además de su libertad, se está jugando la de sus hijos y,
como mínimo, una parte de la fortuna familiar mal habida, aún resulta menos
esperable que entregue el poder pacíficamente en diciembre, si el triunfador en
los comicios fuera, como creo que sucederá, Mauricio Macri.
Otro
aspecto a considerar es la presencia de Carlos Chino Zannini -que hoy intenta
pasar desapercibido- en la fórmula presidencial del ¿Frente para la Qué? que
encabeza ese hombre corajudo y audaz que es Daniel Scioli; éste, con su máscara
y sus afeites habituales, concedió reportajes a radios "opositoras" para
ratificar que, de triunfar en el ballotage de noviembre, quien mandará será él
mismo, como titular del Ejecutivo, mientras que su compañero se limitará a
cumplir las intrascendentes funciones que la Constitución encomienda al
Vicepresidente, o sea, tocar la campanita en el Senado.
Como
no creo que don Lancha tenga, ni pueda tener en el futuro, los redaños
necesarios para asumir tal actitud, tampoco me parecen verosímiles las
anécdotas que relató Carlos Pagni el martes, en La Nación; alguien que ha hecho
del "felpudismo" más abyecto su modo de vida no romperá ahora esa
inveterada tradición, en especial porque los súbditos del Chino estarán en el
Congreso esperándolo y porque aquél dispone de carpetas que contienen los datos
-hoy ocultos por la reiterada negativa a entregar su manifestación de bienes,
ni siquiera los "blancos"- de la fortuna de su futuro jefe, aquí y en
Italia.
Sigo
pensando que quien ejercería verdaderamente el poder en un improbable gobierno
de Scioli sería el Chino, con lo cual toda la actuación geopolítica de la
Argentina y, con ella, la política interna, estarán definitivamente marcadas
por la influencia nefasta de la ideología que profesa este personaje, a quien
se atribuyen los mayores mamarrachos legales y
zafarranchos judiciales cometidos por el kirchnerismo desde la lejana
época de la Gobernación de Santa Cruz.
Para
concluir, una sola pregunta para que todos reflexionemos: ¿dónde va Martín
Lousteau a buscar los votos necesarios para acercarse a Horacio Rodríguez
Larreta en la legítima pero innecesaria segunda vuelta de la ciudad de Buenos
Aires convocada para el próximo domingo? Si quienes ya eligieron al PRO, sin
duda volverán a hacerlo, y los partidos de izquierda han anunciado que votarán
en blanco, la única respuesta posible es que intentará pescar en las aguas del
¿Frente para la Qué?; o sea, buscará aliados entre los tiburones oficialistas
para oponerse a una fórmula de su mismo espacio. ¡Linda manera de iniciar una
carrera política!
Enrique
Guillermo Avogadro
ega1@avogadro.com.ar
@egavogadro
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