Cuando Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina
Machado plantearon el Acuerdo Nacional para la Transición, no faltó el
desacuerdo, el prejuicio y la descalificación. Por su parte, los voceros del
régimen, con ciertas manifestaciones de pánico, asociaron como de costumbre tal
planteamiento a la idea de un golpe. El tiempo ha hecho su oficio y hoy en día
hasta los más prejuiciados admiten aunque sólo sea en sus conciliábulos que se
está en transición.
Hay transición, porque dentro del régimen se busca un
reacomodo de fuerzas. El correo de las brujas transmite la noticia de las
fuerzas emergentes que intentan condicionar lo que hace o deja de hacer Maduro,
o que pudieran eventualmente sustituirlo con un nuevo elenco rojo. El papel
estelar que ha asumido Diosdado Cabello no sólo está ligado a su defensa sino
que ahora define la política del régimen más allá del ámbito doméstico. El
general Miguel Rodríguez Torres también parece andar en la línea de promover la
reestructuración del régimen con la bandera de la eliminación de los colectivos
armados paramilitares, aunque no las tiene todas consigo por haber sido el
autor de la brutal represión de 2014. Maduro, por su lado, se desliza en el
tobogán del desamparo, cuando se ha convertido en el culpable de todo, tanto
para opositores como para chavistas, aunque no deja de resultar notable la
zanganería de quienes absuelven a Chávez para condenar a Maduro. Esta descomposición
interna del régimen también se expresa en las sucesivas caídas de Jorge
Giordani y del grupo de izquierda que lo acompañaba, así como la de Rafael
Ramírez y su corte de querubines, diestros en exuberantes juegos contables.
Hasta el machete de Negro Primero sabe que el proceso
está enderezado hacia un cambio inevitable. Si es rojo, azul o morado, nadie lo
puede predecir, pero de que viene, viene.
El solo anuncio de las elecciones es un catalizador del proceso. A precios de hoy el régimen vuelve –como otras veces- a estar en minoría, pero –a diferencia de otras veces- todo el mundo lo sabe y lo admite. A precios de hoy lo que viene es una rotunda victoria opositora y el régimen sólo se ve con probabilidades de ganar mediante un colosal fraude. No es de negar que la magia de medidas populistas pueda tener algún efecto, pero hoy se ven como difíciles dada la crisis económica.
La perspectiva electoral acelera la transición hacia la
democracia. Por eso es tan importante derrotar políticamente al régimen antes
–impidiéndole el fraude y el ventajismo- para poderlo derrotar electoralmente.
Carlos Blanco G.
@carlosblancog .
www.tiempodepalabra.com
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