En una democracia una fracción del descontento actual
significaría segura victoria opositora. En una dictadura posmoderna el
abrumador descontento necesita condiciones para no ser nuevamente escamoteado.
El enojo masivo es como el de un vastísimo ejército que para alcanzar la
victoria necesita una dirección, tanto un cuerpo de generales como una
estrategia.
La voluntad de transformación es mayoría como otras
veces, pero ahora nadie la discute. Se necesitan tremendos cambios para que se
exprese: el descontento tiene que mutar en empeño de votar, el empeño de votar
en votos efectivos, los votos efectivos en votos contados, y los votos contados
en votos reconocidos, lo que significa imponer la aceptación ante quienes se
plantean desconocerlos.
En lo que va de hoy al 6-D se demanda mostrar una
voluntad férrea para hacer respetar el triunfo opositor que luce como lo más
probable. El gobierno dice que Maduro tiene gran apoyo, se apresta a eliminar
los cuadernos de votación para convertir el proceso en una elección virtual,
así como expresa sin equívoco alguno su voluntad de ganar a como dé lugar. Se
podría tomar como un inevitable blufeo; pero, conocida la disposición del
régimen al fraude, no sería extraño que sea el marco para justificar luego las
trapacerías conocidas, con el concurso de quienes dicen hoy: la oposición va a
ganar si no se equivoca; para decir más adelante, como habíamos previsto, la
oposición se equivocó; o una variante: la oposición no perdió, sólo llegó en segundo
lugar.
Es obvio que las condiciones electorales son propicias al
fraude. También es obvio que es imposible que haya elecciones limpias bajo este
régimen y que se consigan todas las condiciones de unos comicios libres. De
allí surge la necesidad de definir, de cara al país, qué es lo absolutamente
indispensable para que se pueda confirmar el triunfo democrático. Las
condiciones mínimas sin las cuales todo el proceso se reducirá a una nueva
farsa.
Se puede argumentar que si se exigen esas condiciones,
justamente el régimen las negará para desmoralizar, y si no se reclaman sería
como ir al matadero. La única solución es que una dirección opositora unida
plantee de manera firme hasta dónde está dispuesta a exigir y a llegar. Sería
un pulso dramático pero es la opción para que la trampa no se vuelva a dar.
¿Será la observación (no el acompañamiento internacional) y la libertad de los
presos políticos? ¿Será el recuento del 100% de las papeletas de votación?
¿Será…?
Tal situación se decide en estos meses. No el 6-D.
Carlos Blanco G.
@carlosblancog .
www.tiempodepalabra.com
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