Nicolás Maduro quiso beneficiar del viento de
cola que le dejó andando Hugo Chávez con su muy visible presencia
internacional. El otrora Canciller arrancó su mandato usando el avión
presidencial más que su predecesor. Hay que pensar que en todos los países que visitó intentaba sembrar su imagen
y sentar las bases de una presencia activa de Venezuela en el corro
internacional.
27 meses después lo propio es decir que nos
estamos quedando solos en la cuadra mientras en el mundo otros países producen
un reacomodo de alianzas políticas, intervienen nuevos juegos de fuerza en lo
económico, se arman poderosas interacciones entre grupos de países con
intereses compartidos. Un nuevo tablero está sustituyendo a aquel en cuyos
predios se movía con comodidad Hugo Chávez y donde consiguió hacer destacar –
por buenas y por malas razones- a este pequeño país petrolero del Caribe.
Hoy nuestros mejores aliados internacionales-
Cuba e Irán – se han dejado enamorar por otros cantos, ambos convencidos de que
un aislamiento en el mundo actual no reditúa beneficio alguno. Un importante
viraje en la visión global de Barack Obama los ha hecho regresar al redil de la
ortodoxia, en terrenos diferentes, pero con el mismo resultado: restablecer
mejores y más provechosas relaciones con los poderosos.
En el vecindario las cosas no pintan mejor:
los países que Caribe sempiternos tributarios de la generosidad petrolera de la
Revolución están prefiriendo sumarse al lado guyanés de la ecuación en el
conflicto en el que Georgetown se opone a Caracas. Colombia se mantiene en
guardia frente a los desatinos venezolanos en materia de fronteras y ha hecho
tienda aparte en lo comercial aliándose con otros menos turbulentos y
confiables en la región. No vale la pena ni mencionar a los esfuerzos de
integración regional en los que alguna vez jugamos un papel protagónico siempre
fundamentados en la dadivosa chequera estatal. Aunque continuemos figurando
entre sus miembros- CELAC, MERCOSUR, UNASUR, nuestro insignificante y con
frecuencia polémico aporte a los propósitos para los que fueron creados, nos ha
convertido en socios de segunda. Ni Dilma ni Cristina, ni Evo, ni Rafael
quiebran hoy lanzas por esta Venezuela díscola y empobrecida.
Nos viene quedando China, cada día más
consciente de que el debilitamiento de la economía del país, junto con la caída
de los precios del petróleo, tendrá importantes consecuencias en la relación
que los asiáticos han querido construir. Hoy por hoy China es más nuestro acreedor que nuestros
socio, sin mencionar lo que pesa en nuestro relacionamiento que la casi
totalidad de los proyectos emprendidos conjuntamente Caracas se han convertido en proyectos
fallidos. No pasarán muchas lunas sin que cobrarles a los venezolanos sea la
única razón del interés de Beijing en nuestros asuntos. Ello, mientras en el
Continente atornillan excelentes alianzas con Brasil, Argentina, Chile,
Perú, Ecuador, México y Colombia.
Así las cosas, independientemente de las
protuberantes falencias internas del proyecto revolucionario y de la
descomposición del país en todos los terrenos, estamos comenzando a transitar
la dramática realidad del ostracismo. Y ello está ocurriendo en las puertas del
colapso económico, en la coyuntura en que el país más va a necesitar del sostén
de terceros, de la solidaridad de los iguales, de la mano tendida de los
poderosos.
Beatriz
De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
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