Nuestro histórico problema de país consiste
en que falta una conciencia de pueblo que se base sobre permanentes valores
trascedentes. Su ausencia limita el
crecimiento del ser- persona del pueblo en general, entendido como conjunto de
todos los miembros de la sociedad. Tal ausencia se refiere, principal pero no
únicamente, a sus verdaderos intereses y reales necesidades. Si se supera tal
ausencia, es evidente que se iniciará el trabajo de una nueva edificación de la
sociedad en general.
El problema fundamental es que si el país no
posee ideas para identificarse a sí mismo , por ello, su población no va a
adquirir conciencia de la responsabilidad y misión que le corresponde a cada
ciudadano como parte integrante de la Nación, y el país nunca será tal.
He escrito y explicado en varias ocasiones
que la justificación de la aparente anomía que nos embarga, es la consecuencia
de ser una Nación todavía muy joven en comparación con otras históricamente más
desarrolladas, precisamente por ser éstas más viejas por los tiempos de sus
existencias. Como Nación libre y definitivamente autónoma tenemos apenas un
poco menos de dos siglos, si partimos como tal de la separación con la hermana
Colombia ocurrida en 1830: esto es, un siglo y 85 años, cuando se inició la
verdadera Cuarta República. Es por eso por lo que creo que es hora de comenzar
un profundo trabajo, por parte de todos los venezolanos y los de otras tierras
que han venido para serlo en nuestra Venezuela.
Es menester, entonces y como punto de
partida, que nuestra población, toda, adquiera conciencia de la misión que
corresponde a cada cual. Alcanzar esa conciencia significa la necesidad de una
actitud espiritual e integral tal, que dé dimensión completa del significado de
la propia existencia y que cada persona pueda entender el sentido de los medios
que su mundo le ofrece, a fin de que realice el alcance de su propio fin. Un
pueblo, una sociedad, no pueden subsistir humanamente sin tratar con su
entorno, sin actuar en él y ocuparse de él; y tampoco si el conjunto no crea un
sistema de su universo que sea completo y solidario sobre el cual su ser
personal descanse.
Entonces, lo primero será que cada venezolano
se conozca y haga respetar su eminente dignidad como persona humana, lo que
implica saber qué es eso. Es entonces condición indispensable el ayudarle a
saber qué es eso, sin que importe cual sea la religión que profese o que no
tenga ninguna. Si cree en Dios o si no cree, que sepa que la persona humana que
él es, no es accidente o resulta de alguna casualidad sino de una Causalidad que
le dio vida y le hizo persona, lo que para el creyente no es otra sino la
voluntad de Dios.
Qué es inteligente, que puede desarrollar esa
inteligencia porque la que razona, piensa y actúa; que tiene una libertad
interior por la que es dueño y responsable de todos sus actos y que, aún a
pesar de su pobreza --que es menester
liberarse de ella, mediante ayuda de la sociedad en general y del Estado en
particular-- sabe distinguir entre el
bien y el mal, y que, si opta por el mal, es siempre responsable de sus actos
libres, sean buenos o malos.
Que su creación le proporciona capacidades
para entender, crear, analizar, juzgar, apreciar, aprender, etc., a fin de
aplicar, las que desee, en los diferentes campos del hacer y del saber humano.
Que el ser humano es sociable por naturaleza y no por pactos o contratos
algunos.
Que en la Sociedad constituida con sus
semejantes encontrará condiciones para desarrollar el inmenso potencial que
posee y que ha recibido, no sólo para él sino también para ayudar y favorecer a
los demás miembros del cuerpo social.
Que sepa, cada ciudadano, que en la Sociedad
hay otra forma de libertad, no ya la interior, sino la externa que es la
libertad de independencia, que no admite coacción alguna sobre sus actos libres
y, que esa libertad debe hacerla respetar por quienes tienen la responsabilidad
de dirigir la Sociedad como gobierno, sin perturbar ni cercenar los derechos
ciudadanos.
Que sepa, además, que todos los humanos
somos, en dignidad, iguales como personas, si bien distintos como personas
concretas. En efecto, somos existencialmente diferentes e irrepetibles como
personas, en el tiempo y en el espacio. Además que sepa que hay otra forma de
igualdad, que es la de oportunidades, por la que todos, en la Sociedad, tenemos
el derecho a que se nos posibilite y garantice alcanzar, de manera libre y
voluntaria, el derecho al propio desarrollo personal mediante el inmenso
potencial recibido.
Estas nociones son pasos básicos que, con
otras, son el fundamento de los intereses que una población debe reclamar y
defender con todas sus fuerzas, puesto son derechos inalienables que se unen a
los deberes que cada ciudadano debe cumplir.
Pedro Paúl Bello
ppaulbello@gmail.com
@PedroPaulBello
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