La libertad de opinión, de expresión se ha
convertido en el arma de los débiles y en la amenaza de los poderosos, a ello
contribuye indudablemente la velocidad y visibilidad de la vida diaria y la
progresiva pérdida de límites éticos entre lo público y lo privado. Monseñor
Luckert hacía un recuento de su experiencia diaria en la violación continua de
los derechos humanos, el cinismo para justificar, las debilidades de las
autoridades, en la mayoría de los casos jueces sustitutos que temen actuar para
no perder el trabajo, sin descartar la existencia de del poder discrecional, lo
que hace necesario el control de la información. Detrás de este cuadro que
todos vivimos comienzan a emerger realidades hasta ahora desconocidas o tal vez
que invaden desde el ámbito público nuestra vida cotidiana.
Las recientes investigaciones crematísticas y
la detención sucesiva de integrantes de la FIFA, organismo privado regulador
del deporte futbolístico, han puesto si se quiere la guinda sobre hechos de
soborno y enriquecimiento personal y grupal convalidado por la complicidad del
tejido del poder social de un entorno universal. En el área deportiva ya hemos
tenido varios años con el problema del peso del poder monetario de la
publicidad y patrocinadores, del dopaje en los valores de integridad, sin
olvidar las grandes inversiones y contrataciones en el espectáculo que se
genera sustentado en parte con el prestigio de los gobernantes o redes político
comerciales. CADIVI no es la excepción.
Desde hace años hay serias denuncias sobre
los subsidios que la comunidad europea facilita a los países miembros para
superar su capacidad competitiva, tan es así que se construyen carreteras o
aeropuertos que no tienen circulación, se falsifican los presupuestos y
auditorias nacionales para mantener los apoyos financieros y políticos; en todo
ello hay una visión de oportunidad para el enriquecimiento económico y
político.
En la cooperación internacional también han surgido evidencias y
sospechas de los entretelones de negociados comerciales y tecnológicos para la
obtención de poder económico, social y político.
El poder financiero y
organizativo del narcotráfico y el tráfico de personas, como lo vemos hoy con
los migrantes en el Mediterráneo y los múltiples caminos de Centroamérica hacia
USA, Asia y Europa, hace poderosas estas dos estructuras más allá de lo que los
Estados Nacionales pudieran controlar o al menos regular, pues superan la
capacidad económica de regiones enteras.
Ante la inseguridad y la escasez que vivimos ¿cómo responder a organizaciones del sicariato, secuestros, extorsiones? Y hasta en el bachaqueo, ¿cómo separar el negocio usurero de la necesidad de solidaridad con una red de vecinos? ¿Cómo diferenciar en una sociedad burocrática la existencia de gestores del necesario soborno ante la ineficiencia o arbitrariedad de la discrecionalidad del poder? El poder del clientelismo es imponer decisiones para obtener beneficio privado o amenazar a quienes no colaboren con lo deseado.
¿Estaremos consolidando una sociedad
crematística y clientelar? Esto es, solo la acumulación de la riqueza o el
protagonismo personal son los valores fundamentales de cualquier proyecto de
vida público o privado.
La libertad de expresión, el derecho y la diversidad de la acción informativa son las herramientas amenazantes para esta lujuria de riqueza que pareciera comprar ilusamente eternidad. Defender esta libertad puede costar la vida, pero es lo que trasciende para reconstruir la convivencia sin odios ni resentimientos
Mercedes Pulido
mercedes.pulido@gmail.com
@mercedespulidob
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