En
mi columna del 3 de este mes escribí que “los venezolanos estamos observando
que desde hace algunos días han desaparecido o aminorado los ataques contra ´el
imperio´ en el discurso presidencial”. Consignaba así mi extrañeza ante el
cambio del lenguaje agresivo y pendenciero que el ocupante ilegítimo de
Miraflores utilizaba contra EEUU. Y, por vía de hipótesis, decía que el viraje
se producía por instrucciones de Cuba (en arreglos con la potencia del norte),
por la gran crisis que en todos los órdenes atraviesa el país, y por la
esperanza de que se flexibilizaran las investigaciones y sanciones que fiscales
y jueces –allá hay separación de poderes- acuerden contra altos funcionarios
del régimen chavista.
La
política, además de ciencia, es un oficio complejo en el que, a veces, entran en conflicto
principios y conveniencias. Guardando las distancias, puede recordarse el
célebre episodio histórico en el que Enrique IV, de religión protestante, para
poder ser reconocido como rey de los franceses y poder entrar a la capital que
no lo aceptaba, tuvo que convertirse en 1593 al catolicismo, justificando el
salto dado con la conocida frase que se le atribuye: “Paris bien vale una
misa”, la cual usamos con frecuencia para referirnos a cambios que nos
sorprenden.
La
nueva posición de Maduro y su régimen frente al ´imperio ´, que el oficialismo
caracteriza como un “proceso de acercamiento que llevan los gobiernos de EEUU y
Venezuela con miras a normalizar las relaciones diplomáticas”, comenzó a
hacerse visible después que el pasado 9 de marzo el presidente Obama firmó el
decreto con la Orden Ejecutiva que sancionaba, por violación de derechos
humanos y corrupción, a 7 funcionarios venezolanos, bloqueándoles sus activos y prohibiéndoles el ingreso a ese país.
El miedo que invadió al chavismo gobernante
obligó, a partir de esa fecha, el inicio de las aproximaciones diplomáticas y a
mencionar a EEUU por su nombre y a enterrar la palabra ´imperio´. Se invitó dos
veces, el 7 de abril y el 11 de mayo, al consejero del Departamento de Estado
de EEUU, Thomas Shannon, a visitar a Venezuela, y, por intermediación del
presidente de Haití, se realizó en ese país un tercer encuentro el pasado 13 de
junio. Como se ha comentado, las conversaciones han tocado asuntos relacionados
con el acontecer político de Venezuela.
Ya ha quedado para el olvido la acusación
contra EEUU de injerencia en nuestros asuntos internos y de participar en
planes desestabilizadores del gobierno que encabeza el señor Maduro.
Entretanto, el país bordea el abismo económico y las encuestas revelan que más
del 80% de los venezolanos repudia a los responsables del desastre actual, a la
vez que la ONU y otras instancias internacionales solicitan la vuelta a la democracia.
La
oposición democrática celebra, independientemente de sus motivos, el intento de
regularizar las relaciones con EEUU, nuestro principal socio comercial. Si
Paris valió una misa, ahora Washington también vale una abjuración, o, para
decirlo con la conocida frase popular, un salto de talanquera.
Carlos Canache Mata
canachemata@gmail.com
@CarlosCanacheMa
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