Hace un tiempo atrás escribí una nota que
titulé “La Institucionalidad: ¿Cómo se come eso?” (ver
http://ticsddhh.blogspot.com/2012/01/la-institucionalidad-como-se-come-eso.html)
donde expresaba lo difícil que era comunicar constructos complejos a la mayoría
de la población; y que por el deplorable estado de la educación venezolana no solo
difícilmente lee bien sino que además ha sido sometida a una suerte de lavado
cerebral, a través de mensajes ideologizantes atiborrados de odio todos los
días por el sistema de medios masivos del Estado.
Indicaba que en el caso de la institucionalidad
la cosa era muy difícil ya que no es solo decir que hay que rescatarla, sino
explicar que sin ella no se puede llegar a tener aquellas cosas que el común de
la gente si comprende, porque es lo que más tiene cerca como problemas de vida,
traducido en las necesidades tangibles que tiene y con las cuales juega la
dirigencia política tradicional cuando buscan los votos.
Y si explicar que hay primero que rescatar la
institucionalidad como requisito fundamental para conseguir poner a funcionar
las cosas más sencillas del país, imagínense lo que significa explicar que
además de eso, es necesario el cambio del sistema político que tenemos y del
cual han vivido-y todavía viven- como sanguijuelas muchísimas generaciones
políticas desde tiempos inmemoriales, y salir vivo del intento.
Y el cambio del sistema político pasa por
establecer un nuevo sistema de reglas sobre cómo organizar la
institucionalidad, porque no basta reconstruir una institución para que esta
funcione si su existencia se desarrolla en un ambiente tóxico que la vuelve a
deformar. Para muestra un botón: de que sirve poseer una excelente institución
municipal si esta no es lo suficientemente autónoma para darle calidad de vida
a los habitantes de su jurisdicción,
porque el sistema político en el cual se desenvuelve, establecida en el
ordenamiento jurídico y constitucional, no se lo permite.
¿Qué sentido tiene elegir Alcaldes y
Gobernadores si constitucionalmente los recursos que requieren para sus
gobiernos locales no dependen de ellos sino de las prioridades que asigne el
partido de gobierno de turno? ¿Qué sentido tiene que un oficial trabaje para
mejorar su institución militar si al final de quien depende su ascenso y su
calidad de vida no es de la institución que lo vio desarrollarse profesionalmente
sino de la genuflexión ante el Presidente por el motivo político que sea? ¿Qué
sentido tendría establecer de una vez por todas, una carrera judicial para los
jueces sin la garantía que quienes lleguen a ocupar las más altas posiciones no
sean objeto de negociaciones políticas, sujetos a llamadas telefónicas para
cambiar decisiones en un Tribunal Supremo?
Y así sucesivamente se podrían citar
innumerables ejemplos. Visto así, no solo tenemos el problema de la
reconstrucción institucional sino el de la reconstrucción de algo sumamente más
profundo y más estructural, que necesita ser comprendido a cabalidad en todos
los niveles de la sociedad venezolana. A eso es lo que llamamos la
reconstrucción del sistema político.
¿Y cómo se entiende eso? Nuestra propuesta
fundamental y primer objetivo a conseguir en el Proyecto País Venezuela es
desmontar la actual forma centralizada del Estado, estableciendo un Estado
Federal Descentralizado en una nueva Constitución, y redefiniendo las
instituciones dentro de esa nueva forma descentralizada de concebir la
República (ver
http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/). Y vaya que esto ha
sido difícil de explicar.
Algunos se preguntan en qué les beneficiaría
tener ese nuevo sistema. Para responder eso, hagamos un ejercicio de
imaginación política con un ejemplo de actualidad. Con el presente sistema, la
actuación de los partidos políticos en las elecciones parlamentarias se centra
en conseguir en cada Estado la mejor figuración electoral posible frente al
resto de los adversarios políticos traducida en mas parlamentarios, que sumados
todos a nivel nacional puedan ser fuerza suficiente para imponerse en el
parlamento. Una vez allí, los Diputados electos de todos los Estados por el
partido en cuestión, trabajan en bloque, a la marcación del partido, no del
Estado que les dio su respaldo.
La lealtad entonces de esos Diputados no es
para con los electores de su región, sino para con el partido que los puso allí
para seguir “líneas” y negociar su voto en bloque con las otras fracciones en función de los
intereses que se manejen en un momento determinado. Esta situación no es nueva,
es la forma en la cual operan los partidos de acuerdo al sistema político que tenemos
en la actualidad. Por supuesto en cada región, los posibles candidatos se
pelean a muerte por los puestos salidores y prometen cosas que no están al
alcance de cumplir con tal de ser electos.
En un sistema Federal Descentralizado, las
regiones serían autónomas y poseerían en un
Congreso Nacional una representación que deviene de su condición de
región y otra en su condición de jurisdicción con habitantes. Se elegirían en
el Estado los Diputados y Senadores, con las reglas que se hayan establecido en su Constitución Regional, con
sus propias instituciones electorales regionales, producto de una Constituyente
Regional. Los partidos allí se matarían, ya no por elegir a quienes representen
al partido de esa región particular sino para elegir dentro del Estado a
quienes representarán a los habitantes de su región ante el Congreso Nacional.
Diferente ¿verdad?
En ese estado de cosas, las personas que
irían como representantes-Senadores y Diputados- del Congreso por un Estado,
serían de diferentes partidos- nacionales y regionales- que se midieron en una
región y que ya no irían a la capital en calidad de representantes de un
partido sino de los ciudadanos de una región. Bajo ese nuevo sistema político,
los partidos tendrían que organizarse de una manera diferente y con unos
objetivos diferentes, más cónsonos con los intereses de los ciudadanos.
Al existir autonomía regional, cada Estado
Federal defendería no solo el interés de su región como parte de un concierto
de Estados Federales, sino tendría la responsabilidad de aportar al común una
parte del producto de su trabajo y del desarrollo de su potencialidad regional.
Eso implicaría un cambio radical en la institucionalidad del país, tanto del
Estado regional como del Estado Federal. Ni decir que de ese desarrollo
regional vivirían los habitantes de cada región de acuerdo con las propias
potencialidades.
En ese nuevo estado de cosas, el movimiento
de los factores de la producción (capital,
trabajo, conocimiento) se desplazaría de acuerdo a los polos de
desarrollo regional y no sería más Caracas el centro desde el cual se
“repartan” los beneficios. De la misma manera los factores políticos tendrían
que buscar como acomodarse a esa nueva situación, haciendo realidad la
descentralización del poder de acuerdo a ese nuevo sistema político.
Pero como ya indiqué, esto es solo un
ejercicio de imaginación política. Imaginen todo lo que podríamos hacer si lo
hacemos realidad, convirtiendo a Venezuela en una República Federal. Tenemos
como ciudadanos el poder de hacerlo en una Asamblea Nacional Constituyente.
Luis Manuel Aguana
luismanuel.aguana@gmail.com
@laguana
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