El
voto es el instrumento con el cual la sociedad elige a sus representantes, debe
ser consciente y servir para escoger a los candidatos y a las propuestas que
satisfagan las aspiraciones del elector, pero en momentos de caos, de
descontento y hastío como el actual, la gente sólo lo observa como un arma de
castigo al mal gobierno, cosa que por sí sola tiene una importancia
incalculable.
Hemos
vivido momentos aleccionadores, en el 2005, luego de las grandes dudas surgidas
como resultado del referendo revocatorio presidencial, el 85% de los
encuestados decía que no votaría, tal cual ocurrió y hoy todos los estudios
dicen que más del 85% irá a las urnas electorales, a pesar que ha crecido la
desconfianza en el CNE. Se ha producido un giro de 180º. Es lamentable escuchar
la expresión “si un burro es candidato a diputado contra el gobierno, pues yo
voto por el burro”, pero forma parte de la realidad a las que nos han llevado,
donde se impone el voto rechazo y se desvanece el propositivo.
Se
escucha que el gobierno está creando las condiciones para suspender las
garantías y con ello el proceso electoral, pues si eso llegara a ocurrir, le
iría peor. Los pueblos no acuden a la violencia como hábito, responde así
cuando un régimen cierra todos los caminos. Esa es la lectura que debe hacer
todo político, hoy la gente asume el voto como la vía más expedita para lograr
el cambio, pero siempre pondrán obstáculos, para alcanzar la meta no existe una
fórmula mágica ni única ni los pueblos eligen, por vocación suicida o
masoquista, los caminos más tortuosos. No hay que olvidar que son las
circunstancias las que han conducido a los pueblos a sublevarse.
Ahora
bien, el momento histórico que vivimos ha hecho coincidir a los factores de la
alternativa democrática en la estrategia de acumular fuerzas combinando la
protesta, la movilización y el voto, es decir, la vía pacífica, constitucional
y electoral para producir los cambios, que según los estudios de opinión, es
también la conclusión a la que ha llegado la mayoría del pueblo. Los anhelos de
cambios de la sociedad comienzan a fundirse con la vanguardia, algo que no
había ocurrido en los últimos 16 años.
Los
grandes movimientos sociales y políticos transformadores no son necesariamente
el producto de la reflexión y elaboración teórica de ilustrados, sino la
consecuencia del descontento y los atropellos que a diario viven los
ciudadanos, esto es lo que hace que las mayorías rechacen el statu quo
dominante. Ya la gente no observa salidas ni soluciones; la represión, las campañas de distracción y los
discursos demagógicos, son un búmeran para el régimen; ha comenzado a aflorar
la verdad sobre la autoría intelectual y material de la guerra económica, del
desangramiento de las arcas públicas y del caos general.
El pueblo ya no apoya ni confía en el gobierno, lo considera inviable e ilegitimo, y como resultado de su política hegemónica y del control absolutista, también lo considera responsable absoluto de la crisis. Más allá del llamado a votar, son los tiempos para que el liderazgo opositor se gane la confianza del pueblo, asuma el compromiso social y la política con ética, de acompañar a la gente en sus reclamos y de promover un proyecto de cambio que cumpla con sus expectativas.
Golfredo
Davila
golfredodavila@gmail.com
@golfredodavila
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