Cerrando
esta serie de artículos, se aborda el hecho electoral, pero antes veamos lo que
decía Humberto Maturana sobre la democracia; es la convivencia en el respeto
por nosotros mismos y por los demás, es reconocer al otro en su legitimidad, en
la diferencia y en la crítica; es un hacer responsable y ético, en la
colaboración y la co-inspiración; es el espacio para la alegría y el
bien-estar. En la dictadura se da una convivencia en la exigencia de obediencia
y sumisión.
Él
se remonta al Ágora de las Ciudades-Esta¬dos griegas, donde “...aparece la cosa
Pública y los temas de la comunidad aparecen como temas accesibles a la
conversación, a la mirada, al escrutinio, a la opinión, a la acción de todo
ciudadano.” Cuando fenece la monarquía, se instaura lo público, accesible a
todos, para reflexionar, allí nace la democracia, en la cosa pública, en el
espacio de conversaciones y decisiones sobre los negocios de todos los
ciudadanos. Cuando un grupo pequeño ejerce presión por apropiarse de los temas
de la comunidad, entonces entra en conflicto la democracia.
Dice,
los seres humanos arrastramos la cultura patriarcal desde unos 7 mil años a. C.
Hay un sinfín de elementos que hace que nuestra cultura esté centrada en la guerra,
en la jerarquía, en la autoridad en el control de la sexualidad, en el dominio
de la mujer por el hombre. Las emociones y el lenguaje son decisivos para la
convivencia humana, pero si la emoción surge de lo patriarcal-matriarcal,
entonces, sigue anclada la cultura de la violencia, del sometimiento, de la
desconfianza y del irrespeto.
Por
ello su mirada a la cultura matrística en el ser humano, perteneciente a la
infancia, donde existe el respeto mutuo en la relación materno-infantil; que
coloca el amor, que es la emoción fundamental, en el plano de las relaciones de
igualdad, colaboración y participación, en las que el otro aparece como
legítimo otro en condiciones seguras. Entre más distante esté una socie¬dad de
formas de convivencia matrística, más difícil evocar y elegir la democracia
como modo de vida.
Hay
la tendencia a confundir la democracia con la elec¬ción de presidentes,
parlamentarios y administradores, que apenas tienen un respaldo mayoritario
porcentual, además la comunidad los elige para una responsabilidad, no para
ejercer poder sobre ella, “...nadie detenta el poder sino es endosado por
otros. El poder surge en la obediencia del otro. Si yo digo algo y ustedes
hacen lo que digo me conceden poder.”
IKEDA
planteaba que no es raro que un hombre sea electo sólo por sus habilidades para
la manipulación o que la gente ignore a líderes serios y diligentes, por
carecer de dotes propagandísticos. También puede ocurrir que el pueblo elija y
le confiera el poder casi absoluto a un hombre cuyo objetivo es destruir la
democracia y perpetuarse como dictador.
TOYNBEE,
decía, los políticos ganan elecciones por el arte de convencer al electorado,
pero ello no les permite ganar el respeto de la ciudadanía. “Los votantes los
eligen pero a la vez los desprecian, y el descrédito de los políticos también
hace que pierda credibilidad el régimen constitucional,...” al llevar
individuos a cargos públicos de los que no son dignos. En los últimos tiempos
ha crecido la incredulidad debido a la brecha que hay entre las pretensiones de
los políticos y su desempeño real. “El público ha desenmascarado la hipocresía
y la falta de idoneidad de sus candidatos y funcionarios, pero no ha encontrado
la forma de elegir mejores gobernantes.”
En Venezuela hay todo eso y mucho más, a las debilidades, defectos e injusticias que subsisten en cualquier elección, se agrega que en los últimos tiempos representan una válvula de escape frente a la barbarie, con todo y el ventajismo aberrante y la poca transparencia del “árbitro”, han servido para evitar situaciones extremas de violencia. Y en medio de una polarización asfixiante, elegimos a ineptos, a personas que creen haber sido conferidas de un poder para adueñarse de lo público y controlar al ciudadano y también a muchos que habiendo triunfado, desaparecen como por arte de magia y aparecen cuando se acerca el próximo proceso. Todo lo cual indica que no vivimos la democracia. Para ello el antídoto es construir entre todos el vivir democrático en función del bien-estar.
Golfredo
Davila
golfredodavila@gmail.com
@golfredodavila
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