No
podemos colegir si nuestra Peste Roja del siglo XXI es tributaria directa de la Peste Negra que
azotó implacablemente a Europa durante la Edad Media; recordemos que fue llamada así debido a su manifestación
física y su efecto devastador sobre la
sociedad.
El
número total de muertes atribuidas a esta pandemia fue colosal. El término
"negro" también se refería a abatimiento o pavor por los efectos
devastadores que esta enfermedad tenía sobre la sociedad.
La historia registra
a la Peste Negra comenzando en el siglo XIV en el sur de Rusia, cerca de
Crimea. Desde allí, la enfermedad se extendió a lo largo de rutas del Lejano
Oriente hacia Europa Occidental y el Medio Oriente. La enfermedad progresó a lo
largo de las rutas comerciales y viajeras.
Las condiciones pre-existentes de
guerra y hambrunas sólo exacerbaron la propagación de la enfermedad durante
este tiempo. Los patrones de agricultura y comercio fueron interrumpidos, y
condiciones climáticas adversas empeoraron el ya disminuido suministro de granos
-- trigo, cebada, y avena. Las poblaciones ya debilitadas por la malnutrición
fueron más susceptibles a la enfermedad. La pérdida de trabajadores, debido a
hambrunas y enfermedades, afectó negativamente a la economía lo que condujo a
la pobreza y al crimen.
Nuestra
Peste Roja del siglo XXI es también pródiga en efectos adversos y
sanguinarios, tal como lo registran las
estadísticas de allende, no las de aquende:
• El número alarmante de asesinados en los
últimos largos cinco lustros.
• La crisis hospitalaria y los médicos
emigrados.
• La ausencia de medicinas e insumos
médicos.
• El cierre de empresas productivas.
• La escasez de productos básicos, pollo,
harina de maíz precocido, azúcar y trigo.
• La creciente niñez abandonada.
• La dilapidación de los recursos del
Estado.
• El aislamiento progresivo del país.
• La ausencia de electricidad y agua
potable.
• Las escuelas sin alumnos ni profesores.
• Una pobreza creciente y alarmante.
Y
paremos de contar, nuestra Peste Roja del siglo XXI no es biológica sino
ideológica, se contamina con las ideas de trasnocho decimonónico y la contagia
la hegemonía comunicacional, es producto de un salto atrás conde el ciudadano
se convierte en enfermo crónico de un proceso que ya no sabe qué hacer con sus
marginados, pobres, enfermos, presos, misioneros, acólitos, enchufados,
prebendados, corruptos y putrefactos ciudadanos de la revolución, a los que las hinchazones de la conciencia,
los bulbos de la enfermedad delatan en bancos y organizaciones
internacionales, como la DEA, el FBI, la
CIA y la INTERPOL, a nuestros
propagadores de la peste carmesí:
Sin
consuelo revolucionario para esta Peste Roja del siglo XXI, recordemos que:
Bíblicamente,
las pestes siempre han sido un instrumento de castigo divino de Dios.
Enrique
Viloria Vera
viloria.enrique@gmail.com
@EViloriaV
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