"La nueva usanza, esa que hace del honor un motivo de mofa y del coraje una costumbre del pasado". Fernando Butazzoni
Esta semana, el Primer Ministro chino, Li
Kequiang, salió a pasear por América del Sur para firmar proyectos de inversión
en Chile, Perú, Colombia y, sobre todo, en Brasil. Beijing confirmó, de ese
modo, el particular interés que tiene en nuestra región, capaz de suministrar
al gigante asiático los alimentos y las materias primas que necesita para
continuar creciendo y, en especial, para dar de comer más y mejor a las decenas
de millones de sus habitantes que, en los últimos años, han salido de la
pobreza extrema y llegado a una clase media, baja pero ahora demandante.
Con Dilma Rousseff, tan golpeada por la
crisis económica y por la corrupción, firmó acuerdos para dar financiación a
Petrobras y a Vale do Rio Doce, para comprar cuarenta aviones a Embraer, y ocho
grandes buques para China Merchant Group, para intercambiar monedas entre sus
bancos centrales, para incrementar el suministro de carne vacuna brasileña,
para intercambiar estudiantes y científicos, para construir una línea
ferroviaria que unirá -pasando por Bolivia- el Atlántico con el Pacífico. Con
los países de esa costa, miembros de la más exitosa experiencia de integración
regional, suscribió similares contratos, en los cuales se puso el acento en la
incorporación de cada vez mayor valor industrial a las exportaciones
americanas.
La comparación de lo hasta aquí descripto con
lo que está comenzando a suceder en nuestro país de la mano de los miserables
acuerdos que Cristina Kirchner tanto se enorgullece de haber alcanzado durante
su visita al Presidente Xi Jinping, en los primeros días de febrero, desnuda la
desesperación y el rencor con que la viuda de Kirchner conduce, con el
inestimable apoyo del Canciller Timerman, nuestras relaciones exteriores. La
madurez y la seriedad con las que han negociado todos nuestros vecinos para
obtener inclusive más y mejores ventajas del interés chino por la región
debieran cubrir de vergüenza a los dirigentes argentinos opositores que, salvo
una honrosa excepción, no han expresado su indignación frente a la humillación
que el Gobierno ha impuesto al país por su extrema necesidad de coyuntura.
Los convenios que Argentina firmó contienen
cláusulas de tal gravedad que han requerido la implantación del más férreo
secreto a su respecto; presumo que se previó que, aún una sociedad inane como
la nuestra, reaccionaría con furia antes estipulaciones tan lesivas a la
soberanía y a la dignidad nacional que configuran, lisa y llanamente, el delito
de traición a la Patria. El Gobierno, como siempre, desvió el eje del discurso
afirmando que, los muchos que criticamos esos tratados nos oponíamos a que se
comerciara con China.
Nada más falso: sostuvimos que debíamos
mantener relaciones con todos los países, pero no inclinarnos sólo hacia un
grupo de ellos, casualmente muy distinto al que conforman nuestros
tradicionales mercados y alianzas estratégicas; también, obviamente, nos
negamos a aceptar que la forma impuesta a la esencial vinculación con Beijing
fuera la única y, mucho menos, la mejor, pues implicaba ceder territorio para
la instalación de una base científico-militar, otorgar inicuas preferencias a
sus empresas para evitarles competir en precio y calidad, y hasta aceptar que
quienes llegaran para trabajar en las diferentes obras de infraestructura
pergeñadas quedaran sometidos a la legislación laboral china. Me expresé sobre
todo ello en una nota de febrero de 2015, a la que titulé "El Amante
Chino".
En ese artículo, que puede ver en
http://tinyurl.com/mh8heck, imaginé un diálogo que podrían haber mantenido Xi
Jinping y doña Cristina en aquella memorable visita. Hubo, entre los
desafiantes e ilegales abusos de la cadena nacional cometidos esta misma semana
por la Presidente, dos detalles que pasaron inadvertidos y que, quizás,
debieran hacer que concediéramos alguna probabilidad a que esa pretendida
charla en Beijing haya sido real.
La primera fue una frase que pronunció la noble
viuda en la ESMA: algo así como "este proyecto no puede depender de una
presidente, de un Congreso o de una Justicia, es el pueblo el que debe
empoderarse para mantenerlo y defenderlo"; la segunda, al inaugurar el
Centro Cultural Kirchner, cuando sostuvo que aún respiraba y que pretendía
seguir haciéndolo mucho tiempo más. En una realidad que, como ella misma repite
sin cesar, todo tiene que ver con todo, ninguna de las dos fueron pronunciadas
por casualidad.
La Iglesia ha vuelto a expresar su desolación
por la "farandulización" de la política y su desesperación por la
proliferación del narcotráfico. Frente a este flagelo, y por instrucciones
directas de la Presidente, al Gobierno no se le ocurrió nada mejor que
designar, como directores del Banco Central, a tres jóvenes que carecen de
títulos habilitantes y de experiencia, pero que rápidamente autorizaron la
compra, por Cristóbal Timba López, del Banco Finansur. Argentina es el único
país en que a un empresario del juego, tan vinculado éste al lavado del dinero
de la droga y de la corrupción, se le permite ingresar a la vez en el mercado
financiero; hemos puesto al zorro en medio del gallinero, y pagaremos todos los
inevitables consecuencias del disparate y la sinrazón.
Algún día también nos será presentada la
cuenta por nuestra indiferencia, que ha mandado ya al arcón de los recuerdos la
terrible denuncia de Nisman contra doña Cristina y su entorno, y su muerte
cuatro días después, como antes lo hiciera con los atentados a la Embajada de
Israel y la Amia, la voladura de Río Tercero y, últimamente, el crimen de Once
y tantos otros causados por la desaforada corrupción en que hollamos casi con
placer, inspirado éste en la esperanza individual de que nos toque alguna
moneda en el reparto.
Mañana el kirchnerismo ocupará la Plaza de
Mayo para celebrar el decimosegundo aniversario de su advenimiento nacional,
cuando -dicen creer- nació la Patria; lo que hubiera debido ser un festejo de
toda la ciudadanía se convirtió, desde entonces, en una fiesta partidaria,
alentada por los innumerables homenajes al fundador de esa asociación ilícita,
cuyo nombre ya adorna -como en el primer peronismo- cuanto edificio, ruta,
avenida, represa o cabina telefónica es inaugurada. Evidentemente, no hemos
aprendido nada y eso nos condena a seguir tropezando con las mismas piedras,
mientras continuamos nuestro esforzado camino de descenso al infierno.
Enrique Guillermo Avogadro
E.mail: ega1@avogadro.com.ar
Twitter: @egavogadro
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