El
presidente de facto está furioso, alborotado.
Tiene motivos para estar hecho un energúmeno. El difunto lo encargó que
condujera un navío que hacía agua, pero
no está capacitado ni para achicar
un bote de remos.
Mentor
y pupilo apostaron a que se podía destruir al sector privado, porque las caídas de la producción y de la
productividad se podían compensar con importaciones
gracias a los elevados precios del petróleo.
Como estos se derrumbaron, Maduro inventó la guerra económica y despotrica en contra de
empresarios y de quienes se atreven a poner de relieve la gran farsa de la
revolución.
Los
resultados no son inesperados. Desde mediados de la década de los setenta era
evidente que el modelo económico no era sustentable. Entre esa fecha y la
llegada del teniente coronel los diferentes gobiernos lograron que el deterioro tuviese una caída
poco inclinada, quizá de unos 30 grados, pero con la estupidez revolucionaria
esa pendiente ha llegado a ser de 70 grados y, de no producirse un cambio de
gobierno, pronto será de 90 grados, es decir una caída vertical muy difícil de
remontar.
Si
queremos alcanzar un
desarrollo sustentable, tenemos que dar un giro de 180 grados a la
manera de pensar de muchos de nuestros dirigentes y de los ciudadanos en
general. El Estado no puede atender los
problemas de salud, educación, seguridad e infraestructura mientras no
se desprenda de las innumerables empresas que maneja, las cuales devoran una enorme cantidad de recursos.
Retamos
a los rojos a que, con las propias cifras de los ministerios de Petróleo y Minería y de Agricultura, de la CVG, Cantv, Corpoelec, cementeras y centrales azucareros presenten cuentas a
los venezolanos, lo cual evidenciará que no se cumplieron los planes y que las empresas están quebradas y
endeudadas.
En
reciente entrevista de Schemel al
profesor Juan Triana de la Universidad de la Habana, este reconoció que
los principales errores de la revolución cubana fueron privilegiar la distribución sin preocuparse
por aumentar la producción y que el Estado se apoderó de los medios de
producción. Desde luego, el
profesor Juan tardó más tiempo en este
descubrimiento que el que le tomó a su
tocayo don Rodrigo divisar la tierra americana, pero Maduro, Jaua y otros rojos todavía no se
han percatado.
Es
imposible que este régimen coloque a Venezuela en la senda del progreso, pero
tampoco es posible que lo haga la oposición si toma el gobierno. Para que haya
gobernabilidad se requiere una transición con participación de algunos de los que están o han estado con el régimen. Esto no es
fácil, ni para ellos, ni para nosotros, pero es condición necesaria, aunque no
suficiente, para lograr desarrollarnos en paz.
Los
nuestros tendrán que olvidar algunos pecados menores de los rojos y estos
tendrán que entender que es necesario, entre otras cosas, que el Estado se
desprenda de las empresas que quebró, que se desmilitarice la administración
pública, que el Banco Central recupere su autonomía y
deje de imprimir bolívares, que se establezca la independencia de los Poderes
del Estado y que las relaciones internacionales se
manejen de acuerdo a los mejores intereses del país.
El
punto crítico está en identificar quiénes pueden conformar este equipo de
transición, así como el momento propicio
para iniciarla. Lo ideal es que fuese de inmediato pero, ante un evento electoral, las partes solo apuestan a que saldrán
victoriosas. La realidad que visualizamos es que la oposición puede ganar la
mayoría simple de la Asamblea, pero ello no resuelve el problema. El juego está
trancado, pero ninguno de los jugadores lo admite.
Ojalá
no tengamos que esperar que pasen las
parlamentarias para que la dirigencia
opositora se percate de que las
elecciones no produjeron el cambio necesario y que algunos rojos
reaccionen antes de que se
sientan avasallados por las demandas de una población cada día más pobre, con pocas esperanzas de un mejor futuro y que
clama silenciosamente por un cambio. Los
rojos fracasaron con su modelo económico, pero han sido exitosos en el control
político y social. El energúmeno saldrá, pero se requiere algo más que
votar.
Como
en botica:
Según
el Informe Financiero 2014 de Pdvsa, la deuda financiera de la empresa es de
46.153 millones de dólares, a este monto
hay que sumar compromisos con
proveedores, empleados, impuestos y con
otros organismos por 39.520 millones,
para una deuda total de 85.673 millones de dólares.
El
Alcalde Antonio Ledezma fue operado exitosamente por los excelentes cirujanos
José Luís Elías y Leopoldo Aguilera. Le deseamos pronta recuperación y que el
tribunal dictamine libertad incondicional.
Tarek
El Aissami reconoció que es un vulgar encubridor del delito. El energúmeno
presidente de la Asamblea se siente
envalentonado porque cualquier demanda
suya cuenta con el visto bueno de jueces y fiscales sumisos. Nuestra solidaridad con El Nacional, La
Patilla y Tal Cual. ¡No más
prisioneros políticos, ni exiliados!
Eddie
A. Ramírez S.
eddiearamirez@hotmail.com
@eddieAramirez
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