Lo que quiso ser una revolución está vuelto
un pichaque fermentado. Lo saben los rojos, los azules y los pálidos.
Siempre intriga saber cómo gentes tan
avezadas, muchos formados intelectualmente, otros con veteranía política,
“luchadores sociales” como se autocalifican unos cuantos, llegaron a participar
y algunos a disfrutar de este torneo descompuesto y purulento.
El morbo comenzó por la centralización
autocrática en Chávez. La necesidad de concentrar las fuerzas en un solo mando
para “derrotar el imperio” y lo que fuese diferente condujo a que todo se
quedara en el puño del líder. Como los de su especie, era brutal hacia fuera y
paternal adentro, centro de todos los equilibrios: coscorrones a unos, breves
períodos de gloria a otros, degradaciones y ascensos a placer. El poder
concentrado en Chávez se admitió sin chistar porque él, el Eterno, aun antes de
morir debía saber lo que convenía.
Ese poder requirió la dictadura sobre los
recursos públicos. Comenzó su trasiego para campañas electorales, compra de
voluntades, alianzas internacionales y, en fin, para llenar monederos vacíos y
hambrientos.
Las alianzas con los gobiernos requerían el petróleo, pero las
alianzas con las FARC y otros movimientos no gubernamentales, así como el
financiamiento de campañas electorales amigas, demandaban baúles llenos de
dólares, junto con complicados mecanismos de triangulación financiera. De a poco,
en las comisuras de esas bocas ávidas de épica, comenzó a chorrear dinero para
cuentas privadas.
La cuestión se complicó con la naturaleza
narcoguerrillera de las FARC que, necesitada de una estructura de apoyo en
Venezuela, transmitió su infección voraz, resistente a antibióticos
convencionales. No son pocos los engranajes que hay que mover para que una
tonelada de cocaína proveniente de Colombia llegue a –y salga de– un puerto
venezolano. En ese instante una revolución que ya no era, pero una autocracia
que sí era, entró en una dinámica de pudrición. El solo conocimiento silente de
esa gangrena generó complicidad.
Un Estado controlado por mafias e infiltrado
por el narco, con una economía en parálisis progresiva, con un jefe que no es
respetado por sus pares, sin instituciones, y con una sociedad llena de furia
contenida hacen del país un polvorín que clama al cielo por un cambio.
Lo que intriga es por qué siguen allí quienes, aun siendo rojos, no participan del festival de la impudicia. Críticos a media voz; hechos los tontos. Es posible que se vean sin salida cuando ellos, precisamente, son parte de la salida.
Carlos Blanco G.
@carlosblancog .
www.tiempodepalabra.com
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, SIN COMUNISMO UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE, ESTO NO PUEDE CONTINUAR, UNIDAD NACIONAL ALTERNATIVA, DESCENTRALIZAR, DESPOLARIZAR, RECONCILIAR, DEMOCRACIA PARLAMENTARIA, LIBERTARIO ACTUALIDAD, NACIONALES, VENEZUELA, NOTICIAS, ENCUESTAS, INTERNACIONAL, ALEMANIA, ESTADOS UNIDOS, ESPAÑA, COLOMBIA, ARGENTINA,
Sin desperdicio, mejor imposible con todas sus verdades. Gracias por estar alli y atreverse a decir esa verdad, la verdad que nos angustía a los Venezolanos que amamos nuestra patria disminuida.
ResponderEliminar