«El propósito último de aventajados virtud a
fortuitas causas políticas-financieras es el de jorobar a sus naciones serviles
para condenarlas a permanecer infinitamente rehenes y esclavas»
EL abuso, en todas
sus formas y metodologías, debería ser causa suficiente para: A) inhabilitar
política y profesionalmente a personas B) Castigarlas con penas de prisión u
otras sustitutivas, desterrarlas, execrarlas, multarlas con fines de reparación
a víctimas y C) Discutirse en escuelas, liceos y claustros universitarios.
Contrario a ese precepto, esa abominación prospera en sociedades para las
cuales las constituciones y leyes son mamparas de la «Institucionalidad
Judicial» ante el Mundo. Es obvio que los comportamientos antisociales y
delictivos no impiden a ciertos individuos tener adherentes, admiradores,
discípulos, feligreses, evangelistas […]
Los actos abusivos de
los políticos en funciones de mando, por ejemplo, son absurdamente menos
deplorados y hasta aceptados que los relacionados con el sexo «no consensual» o
«violación», el «maltrato intrafamiliar
en perjuicio de mujeres, niños u hombres», la «pedofilia», «acoso
carnal-laboral», «incitación para delinquir», «hostigamiento físico», «crimen»,
«secuestro», «aprovechamiento de bienes e inmuebles públicos», «hurto»,
«apropiación indebida», «exclusión», «prevaricato», «obstrucción burocrática-administrativa»,
«invasión de propiedad y privacidad», «tortura corporal o sicológica» y
«lascivia» destacan […]
Pienso que el más
notable y grave abuso que puede infligir un individuo, o grupo atornillado en
funciones de gobierno, es el relacionado con el «ejercicio pervertido de la
«autoridad conferida». Porque las consecuencias de esa conducta criminal
perjudican a todos pobladores de una república. El «Poder Político», cuyo
ejercicio comporta el cumplimiento de un «mandato ciudadano», ha sido degrado y
degenerado con saña por los peores hijos de patrias: empero, infaustamente
elegidos para gobernar. En nuestro tiempo, hablar del «poder del mando» es
hacerlo respecto al «Abuso de Autoridad» que lo define y estigmatiza.
El abuso tiene sus
metodologías. Citaré principales: la «extorsión», «intimidación» y «soborno».
También tiene ex profesos para quienes no es cosa distinta a un goce o disfrute
morboso, pero de aceptación popular: ello por cuanto al Sector Envidioso,
Resentido y Proclive al Fracaso del Vulgo le place la venganza e insidia. Por
su parte, los apologetas son simplemente mujeres y hombres habilidosos en el Oficio
de la Urdimbre por paga mercenaria.
Ubico entre los más
aborrecibles y canallescos métodos de maltrato al Ser Humano la aplicación
sistemática del Abuso de Autoridad: porque lo veja, ofende, empobrece,
inferioriza, tortura, confina, segrega, confisca, desprecia, ignora,
discrimina, oprime y en su fase extrema procura aniquilarlo.
Alberto Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor
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