A estas alturas del siglo XXI sigue siendo un
misterio el asunto del poblamiento de América; persiste la teoría de que los
aborígenes americanos son descendientes de los antiguos asiáticos que cruzaron
Siberia hacia Alaska hace unos 20.000 años.
De acuerdo a los últimos estudios, lo difícil
de aquel recorrido fue la llegada al nuevo continente; para estos
cazadores-recolectores la primera prueba fue cruzar el mar congelado del
estrecho de Bering, para luego encontrarse con paredes de hielo y tener que sortear,
acto seguido, las grandes montañas del oeste norteamericano, a partir de allí
el camino se les hizo más fácil, abundante caza, clima más benigno, grandes
planicies y desiertos contribuyeron a que la ruta hacia el sur se hiciera en
tan solo mil años; el asentamiento de Monte Verde en Chile, reporta restos
arqueológicos con más de 14.000 años de antigüedad.
Lo que aún no se sabe es si América fue
poblada en varias oleadas distintas, lo que nos lleva a pensar en las
fantásticas creencias del golpista Hugo Chávez y los socialistas bolivarianos
sobre los supuestos pueblos "originarios" de América.
Basados en diversos estudios arqueológicos,
etnográficos y antropológicos, de diferentes pueblos, regiones y épocas, los
"originalistas" han construido una imagen mental que no pasa de ser
una colcha de retazos incoherente y contradictoria, con el fin de vendernos la
idea de un pueblo elegido, una época dorada, que constituye el sustrato de esa
mítica Raza Cósmica que tanto les gusta a nuestros comunistas endógenos.
Los chavistas venezolanos, que no tienen la
menor idea de cuál era la forma de vida, la historia, la cultura de nuestros
pueblos aborígenes, obvian los descubrimientos científicos y la documentada
investigación etnográfica sobre los mismos, en su lugar, favorecen las leyendas
prefabricadas por enfebrecidos nacionalistas socialistas que hablan de un
pasado glorioso, inocente, comunista y simple de unos pueblos que vivían para
la adoración del sol y los elementos, la gastada tesis del buen salvaje.
Nada más falso: sufrían de enfermedades
terribles, padecían carencias tan básicas, que aldeas enteras podían morir de
hambre con pequeñas variaciones climáticas, morían jóvenes y de muertes
violentas, la guerra y las invasiones eran algo común, el robo, las violaciones,
el asesinato eran cosa de todos los días; en su mayoría, eran pueblos
esclavistas, explotadores y crueles, con una forma de gobierno autoritaria y
que sólo favorecía a los más fuertes y salvajes; practicaban el infanticidio,
muchos eran caníbales, gustaban de los sacrificios humanos y no eran nada
amables con sus entornos naturales (una de las explicaciones sobre la
existencia de nuestra Gran Sabana, en la Guayana Venezolana, fueron incendios
propiciados por los indígenas en tiempos anteriores a la conquista y que
duraron años consumiendo la selva originaria).
Los imperios aborígenes eran sociedades de
conquista, fundamentadas en la destrucción de otras culturas (mixtecas,
toltecas, olmecas, quienes sufrieron la dominación oprobiosa, en el caso de los
aztecas, por ejemplo), las castas reales eran tan abusivas como sus pares del
viejo mundo; Cortés nos refiere el momento cuando conoció a Moctezuma en su
palacio, haciéndose servir trescientos o cuatrocientos platillos, cada uno con
su braserito para conservarlos caliente, de los que apenas tocaba dos o tres,
mientras en las calles había indios muriendo de hambre.
En Perú, una de las razones del éxito de la
campaña de Pizarro fue las luchas fratricidas por el poder que consiguió al
llegar y la ayuda que recibió de pueblos cansados del terrible yugo del
incanato.
Los pueblos Caribe, en especial, carentes de
escritura y monumentos perdurables, nómadas por excelencia, son los más
desconocidos, únicamente por los relatos y crónicas de los conquistadores españoles
sabemos de los grados de violencia y crueldad de que eran capaces, esto sin
justificar la guerra de exterminio que se llevó a cabo en su contra por las
fuerzas militares españolas.
No sabemos si Guacaipuro, el jefe Caribe, era
a su vez un invasor que corrió a quienes vivían en el nunca apacible Valle de
Caracas; en Venezuela no podemos remontarnos ni siquiera a mil años atrás del
momento del descubrimiento, no sabemos nada sobre los pueblos originales, lo
que sí sabemos es que el conquistador español Diego de Losada y Guacaipuro
compartían ambos el 99,9% de su ADN, provenían del mismo tronco común y sus
ancestros se reunían en torno a la misma fogata en aquella sabana africana en
los albores de la humanidad.
Pero hay fantasías que matan y los chavistas
están llenos de rencores ancestrales, la mayor parte de ellos sin base cierta,
pero aun así pretenden cobrar, aprovechando la oportunidad y sin demora, su
reclamo al dominio español del oro y otras riquezas que fueron explotadas
durante la Conquista y la Colonia y que fueron a parar a los bancos y las
cortes europeas.
Eso es tan infantil, que daría ganas de reír
si no fuera porque genera un odio entre pueblos y civilizaciones, que no es
sano. Este esfuerzo programado de tratar de hacernos algo que no somos es
claramente una manipulación efectista, que va más allá de hacerle un cenotafio
al aborigen desconocido.
Se trata de un intento totalitarista de
cambiar nuestra historia, de justificar una condición inhumana de dependencia y
sometimiento a un estado que cada día se parece más a ese otro en Alemania, que
hablaba de un pasado de gloria de la raza aria y de un porvenir milenario
dominando el mundo.
Si bien es cierto que para la antropología,
la lingüística y la etnografía esas culturas representan un rico bagaje de
curiosidad académica, ninguna de ellas nos podría proporcionar herramientas y
soluciones para nuestro momento cultural y político, ni en la más avanzada
cultura aborigen se encuentran las respuestas a los problemas de la
civilización actual, ni en sus países de origen ni para la región.
Lo que sí tenemos bastante, es esa moda de
volver nuestros ojos hacia modos de vida más simples, a unas estructuras
comunitarias primitivas que contaban con grandes espacios naturales y poca
población, pero que en nada contribuyen a sobrellevar nuestros problemas
contemporáneos de hábitat y relaciones inter grupales, es más, lo complicarían.
También conseguimos ese interés por nuestros
aborígenes entre los creyentes de la Nueva Era, y los grupos llamados primitivistas,
esas regresiones a creencias mágico-religiosas que tienen que ver con el
animismo y con una relaciones astrobiológicas con el mundo, con la tierra, con
los animales, etc.
Igualmente con las corrientes neopaganistas
que buscan darle sentido a la relación hombre-naturaleza y que encuentran en
estas culturas primitivas muchos de los aportes éticos para formas de vida y
relaciones equilibradas con la tierra.
Ese pasado aborigen del que conocemos muy
poco en algunos de nuestros países, tuvo el inconveniente, que estos pueblos
fueron sometido a procesos de exterminio y extinción masivos, por efectos de la
violencia generada por la conquista, por las enfermedades y la explotación de
los indígenas, de modo que en muy poco tiempo, salvo en algunas regiones de nuestro
continente, repito, sobrevivieron en número importante.
Para una buena parte de América, la realidad
que nos marca es una de mestizaje, un verdadero puchero de razas y culturas
combinadas, incluso en Norteamérica donde hasta hace muy poco había un predominio
de las razas anglosajonas; hoy América es una verdadera encrucijada de la
variedad humana, ejemplo de integración y amalgamamiento de culturas como la
japonesa-peruana, la china-negra ahora común en las costa de California, la
italiana-criolla que se ha distinguido por la belleza de sus mujeres en
Venezuela, la alemana-argentina tan caracterizada por su inteligencia, el
mexicano-americano que ha dado como resultado a la raza chicana, los mulatos de
ojos azules tan comunes en la Florida, o los negras más finas del mundo que
viven ahora en Brasil.
Quizás ésta es la razón por la que fue una Puertorriqueña, el sujeto favorecido, en un estudio reciente del genoma humano, y que luego de experimentar con muestras de todo el mundo, resultó ser, una mujer, nacida en Puerto Rico, la muestra HG00737, con el ADN más perfecto del planeta y se explica gracias al mestizaje europeo, africano y aborigen caribeño (de la tribu Taino), donde cada raza aportó defensas, tendencias, resistencias, potencialidades que hacían al hombre perfecto para enfrentar nuestras actuales condiciones de vida.
Es gracias al mestizaje, no las razas puras
ni originales, las mejores adaptadas a nuestro mundo, cualquier intento de
hacernos ver por el retrovisor nuestro incierto origen, y distinguirlo como
razas y formas de vidas a imitar, simplemente están perdiendo el tiempo. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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