Hay momentos en la vida de cada ser humano en
los que un gesto, una mirada o una acción expresan la verdad del alma. El
corazón revela el significado de las palabras que se guardan en el silencio, el
gesto traduce sentimientos que se enlazan con el corazón del otro. En tiempos
de Jesús de Nazaret ocurrió uno de estos hechos que impactó tanto a nuestro
Señor que El mismo aseveró que en cualquier lugar del mundo donde se proclamara
su evangelio la historia de esta mujer sería contada y ella sería recordada.
Estaba Jesús en Betania, sentado a la mesa en
la casa de Simón el leproso. Entonces, llegó una mujer con un un vaso de
alabastro que contenía perfume de nardo
puro, el cual era muy costoso. Rompió el vaso de alabastro derramando el
perfume sobre la cabeza de Jesús.
Algunos de los que allí estaban se enojaron y pensaban: _ ¿Por qué se ha
desperdiciado así este perfume? ¡Podría
haberse vendido por más de trescientos denarios, y ese dinero habérselo dado a
los pobres! Pero Jesús dijo: Déjenla tranquila. ¿Por qué la molestan? Ella ha
efectuado en mí una buena obra. (Marcos 14:1-9)
Los vasos de alabastro fueron usados desde el
antiguo Egipto para guardar perfumes de alto valor. El alabastro es un piedra
lisa, blanda, traslúcida parecida al mármol blanco; transformarla en un
recipiente era todo un arte de gran pericia. Su contenido alcanzaba a una libra
de perfume equivalente a 453 mls. Para la época un denario era el salario de un
trabajador por día y, de acuerdo a las Escrituras, el valor del perfume de
aquella mujer era de 300 denarios. De tal manera que, el utilizar todo el
perfume para derramarlo en la cabeza de nuestro Señor suponía a los ojos de los
presentes en la casa de Simón todo un desperdicio.
Sin embargo, para aquella mujer el traer su
alabastro lleno de ese tan preciado perfume implicaba traer lo mejor de sí al
Señor. Quizá, su alma sedienta por el camino desértico de la vida de pecado, de
desamor y de dolor reconoció en el Maestro el recipiente digno. Este acto
implicó mucho más que ofrecer algo valioso monetariamente, u algo de valor
sentimental; fue un acto de la entrega de su corazón, de la rendición de su
voluntad al único que podía tomar su vida pecadora y transformarla para
convertirla en luz, tal como era El.
¡Ella trajo a Jesús su corazón en un
alabastro!
Rosalia Moros de Borregales
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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