En
un acto de prestidigitación, delante de nuestros ojos, el ilegítimo y su
comparsa convirtieron lo que era una medida contra siete violadores de derechos
en un casus belli. Porque necesitan
mantener a las masas distraídas, abstraídas de la inmensa crisis que envuelve
al país por el mal manejo de la economía; que sigan haciendo las largas colas
bajo el inclemente sol, pero engañadas, sustraídas de la realidad, aleccionadas
en que los culpables de la escasez son los productores y los comerciantes, no
ellos. El acto no es nuevo. Todos los gobernantes del mundo recurren al
ardid de poner a la gente a mirar para afuera cuando las cosas no están bien
por dentro. Y esta pantomima no pasa de
ser eso, un acto de birlibirloque.
Y
acusan a quienes no caemos en la añagaza de traidores, de que no queremos a
Venezuela. Más atrás viene la pregunta
con piquete: “¿Es que usted quiere ver a Venezuela invadida por los
marines?” Una pregunta tan absurda como
la de inquirir: “¿Usted quiere que se muera su mamá?” ¡Claro que no! Lo que no quiero es que me conviertan lo que
es una acción legal, legítima, de cualquier país, de negarle la entrada a unos
individuos que tan malnacidos son que se prestan para encarcelar y torturar a
unos paisanos suyos, con una maniobra inamistosa contra todo el país. De hecho, tan legal es eso de negar visas
que, varios días antes de que Obama tuviese el papel enfrente, ya el Nicky
había decretado que varios expresidentes estadounidenses no podían entrar en
Venezuela. ¿Entonces?
Una
cosa sí tengo clara, todo prestidigitador es un embaucador: te distrae
mostrándote una mano mientras que no te deja ver lo que hace con la otra. En eso, tales charlatanes tienden a
desdoblarse en fulleros —y cuidado si este no es uno de esos casos—, esos
personajes que te quitan la plata en un abrir y cerrar de ojos. O que son los cómplices necesarios en una
expoliación. Quizás es por eso que en
todo el mundo, menos en Venezuela, los titulares de los diarios, y lo que se
comenta con estupor, es el descubrimiento de sumas milmillonarias que algunos
mafiosos chinos, rusos y ve-ne-zo-la-nos tenían ocultas en diferentes paraísos
fiscales, especialmente en Andorra. En
eso es que yo quisiera que estuviesen ocupados, jueces, fiscales y mandatarios,
no en mandar a muchachos a La Tumba.
Pero
no. El ilusionista y su banda, bribones
que son, trucan la suerte y sacan del sombrero una herramienta con la cual
hostilizar más a quienes nos negamos a pensar como quieren ellos: una
habilitante. Acaba de cumplir dos años
de su ascensión al poder (dudosa, por lo demás) y ya va para una segunda
habilitación por la claudicación por parte de los sumisos diputados
oficialistas de sus obligaciones. Tan
obsecuentes y dúctiles fueron, que el santandereano pidió seis meses y ellos,
d’amblé le regalaron tres más. Entre las
habilitaciones recientes, recuerdo la que estaba justificada por los daños
causados por las excesivas lluvias. Esos
poderes extraordinarios le sirvieron al homunculus sabanetensis para todo,
menos para socorrer a los damnificados.
Todavía hay miles de ellos viviendo en refugios… La que precedió a la actual fue otorgada para
hacerle frente a los problemas económicos; el tipo la dejó engavetada hasta la
última semana, cuando apurados y mal hechos apareció un pocotón de decretos, la
mayoría de ellos nada tenían que ver con la solución a los agobiantes apuros
económicos. Esta, justificada en una
“defensa de la soberanía”, va a servir para otro fin: tener las manos más
libres para actuar contra todo quienes osen manifestar su inconformidad en
contra de los atropellos oficialistas.
Será solo otro instrumento para seguir acorralando a la oposición. O sea, será un Estado de Excepción sin
nombrarlo, porque no se atreven.
Igualito que lo que sucedió con las sucesivas devaluaciones, que no eran
sino un “ajuste cambiario”.
En
su claudicación, los diputados oficialistas cedieron dos atribuciones que,
según el recto derecho, no pueden ser delegadas: la capacidad de dictar leyes
penales y la de ratificar los convenios con otros países. Si el Código Penal actual tiene aberraciones
como punir los cacerolazos, ahora Nikolai podrá castigar a quienes manden un
tuit. De hecho, hay una joven detenida,
sin juicio, hace meses por ese “delito”.
Y si con Cuba y otros países gobernados por chupasangres de nuestro
erario teníamos acuerdos perjudiciales para nuestro erario, ahora imagínense
cuantas componendas disfrazadas de convenios irán a firmar.
Duele
que nos encontremos en este brete y que no recibamos los apoyos de las naciones
que se dicen amigas. Y que, por el
contrario, apoyan los atropellos las arbitrariedades. Saben lo que nos pasa, lo que sufre nuestro
país por los desmanes de quienes detentan el poder. Pero callan por estar comprados. O por ser cómplices. La OEA, la Unasur y la Alba —tan mencionadas
últimamente por la caterva que opera desde Miraflores— han dejado de lado los
altos principios que aparecen en sus actas constitutivas y se han vuelto
asociaciones para defender presidentes, en obscenos clubes donde rige el quid pro
quo: “yo te protejo ahorita, pero tú me escudas a mí cuando me descubran”… Es que todos tienen algo escondido en
Andorra, Luxemburgo, las Islas Vírgenes y Seychelles. Lo que Venezuela entera
necesita es que se legisle para acabar con la inflación, la escasez, la
inseguridad y los pésimos servicios públicos.
Humberto
Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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