El problema de la Argentina es que va en
dirección contraria a la búsqueda de una sociedad mejor. La arrogancia y el
dogmatismo están prendidos como garrapatas en muchos intelectuales, políticos,
empresarios, sindicalistas, y dirigentes en general. Estas fallas siempre están
ligadas a la intolerancia por lo que van de la mano de la violencia latente y
también manifiesta, como lo demuestra de la peor manera, la muerte del fiscal
Nisman, la persecución a jueces, la descalificación entre los dirigentes políticos,
las peleas intra-sindicales, los discursos del oficialismo que en la práctica
socavan a la opinión pública si es contraria a sus mandatos.
De esta manera es muy difícil ponerse de
acuerdo, aceptar al otro con sus diferencias, y discutir con argumentación
lógica. Por lo general, el grito, la pelea termina con cualquier discusión que
pretende ser crítica. No es ya importante llegar lo más cerca posible de la
verdad, de ver la realidad cómo es sino como cada cual quiere que sea. Lo
importante es “tener la razón” imponiéndolas de la peor manera aunque sean
contrarias a la realidad a la que se refieren.
Así no se puede avanzar hacia sistemas
democráticos basados en la tolerancia. que requiere de la opinión pública
institucionalizada o sea respetar las ideas de la gente.
Respeto no significa prescindir de la
discusión crítica, base de todo conocimiento sino evitar la persecución física
o psicológica del otro para mantener la propia opinión. a la cual se la
convierte casi en verdad religiosa.
Terrible ejemplos históricos nos demuestran
que ésta no es la vía para alcanzar una buena calidad de vida, donde pueda
desarrollarse la persona. Los resultados han sido siniestros como fueron los
asesinatos en masa perpetrados en la URSS y en quienes la tomaron como modelo: Alemania nacional-socialista, Italia fascista, y en la actualidad Cuba, los
países árabes y los grupos que cortan cabezas, mutilan, ponen bombas para
imponer un mundo donde se viva por decretos del poder absoluto. No importa que
alguno de ellos consista en mutilar a las niñas para que no cometan el pecado
de “gozar” cuando sean grandes.
Y. sin
ir tan lejos, no es necesario estar en situación de perder la vida para darnos
cuenta de la importancia que tiene saber que nadie tiene la verdad revelada,
que es difícil alcanzarla, la mayoría de las veces debemos consolarnos con solo
acercarnos y aún con no saber si la hemos alcanzado.
La humildad socrática debiera ser la base
elemental de aquellos que desean sinceramente resolver cualquier problema.
No vemos ésta virtud en nuestro país, en vísperas de elecciones,
las llamadas PASO y luego las nacionales que nos darán un nuevo presidente.
La política es el arte de lo posible según
dijo el amigo Aristoteles. Si compartieran los argentinos su opinión, se
dejaría de proponer y votar políticas populistas basadas en alcanzar la
panacea, que ofrecen el oro y el moro a
cambio de obediencia absoluta al poder de turno.
Se necesita, con urgencia, políticos que con
humildad reconozcan errores, que llamen a colaborar a la gente que ha estudiado
los problemas que afligen a la gente: salud, seguridad, economía y que no
permita que se salga del rumbo que con
sabiduría marca la Constitución liberal.
La tolerancia del partido triunfante hacia la
oposición será fundamental en la etapa que viene. Se podría, si la hubiera,
encontrar apoyo para la realización de los principales puntos del programa que
pretenda implementarse para sacar a flote al barco semi-hundido que es hoy
nuestro país. Habría que mejorar en un marco de libertad y un orden que haga
respetar la ley, la Justicia y los derechos individuales.
De esta forma también se podría morigerar la
corrupción porque se fortalecería a la sociedad civil que compite con el poder
del Estado, donde se genera la corrupción estructural.
Preocupa escuchar a líderes que critican el
sistema autoritario actual expresando comunión con ideas que llevan a lo mismo,
como bien lo demuestra nuestra historia. Pensar en continuar estatizando
estatizar es regresar al modelo
kirchnerista, es crear una burocracia paralizante y generadora de enormes focos
de corrupción y de gasto público.
La tolerancia a la que me he referido en ésta
nota incluye respetar y aumentar la propiedad privada, fuente de progreso y
calidad de vida en todo el mundo civilizado.
El cambio de rumbo debiera incluir que la
clase dirigente sea lo más razonable posible en sus actos y en la relación con
los demás además de estar atenta a la enseñanza de Sócrates: tener plena
conciencia de lo poco que se sabe.
Elena
Valero Narváez
evaleronarvaez@hotmail.com
@evaleronarvaez
Pte
1º de UCEDE. (Unión de Centro Democrático)
(Analista
política, periodista e historiadora)
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