Entre estos cuatro tipos de individuos:
traidores, fisgones, fanáticos y lambucios, el Servicio Bolivariano de
Inteligencia, recluta los más aptos para que actúen como acusadores sin nombre
ante el “peligro” que para la revolución representa el pluralismo político.
¿CUÁNTO VALE UN “PATRIOTA COOPERANTE”?
Muchas veces, la política se torna
traicionera. La traición es a la política, como la hipocresía a la falsedad. La
vida del ser humano, en múltiples circunstancias, se ve atrapada por pasiones
que suelen emerger de situaciones dominadas por contradicciones. O cuando
menos, por problemas que devienen en condiciones de violentada caracterización.
Justamente, la traición es una de ellas.
Quizás, fue la razón que tuvo Eduardo Zamarois, insigne novelista
español, para alegar que “si suprimes la traición de la vida, ¿qué dejarás en
ella”?. No obstante, por muy implícita que sea ante el conflicto entre el bien
y el mal, la traición nunca triunfa puesto que si ese fuera el caso, no se le
reconocería como traición. Posiblemente,
el hecho sería calificado de lealtad y constancia. Pero esta situación no
podría del todo alcanzarse pues la traición, al fin de todo, resulta de una
violación a la fidelidad. O también, de un acto de franco y perverso deshonor.
Sin embargo, en política el fisgón también
suele jugar un papel preponderante. Particularmente, por tratarse que su
función desdice de la compostura que debe guardarse en medio de realidades
impregnadas de antagonismo a consecuencia de las diferencias que se dan en
medio de crudas controversias. Este fisgón o especie de espía de devaluada
estirpe, cae en la categoría de vulgar soplón que al lado del traidor, se suma
al conglomerado de individuos serviles cuyos servicios son requeridos por
regímenes autoritarios con el propósito de valerse de su mediocridad para
diluir sagazmente el miedo que padece el régimen ante la real posibilidad de
verse defenestrado.
Pero esto no queda ahí. A esta camarilla de
indignos, hay que agregar los furibundos y los lambucios. Los primeros, quienes
por ser fanáticos activistas, al mejor estilo de los religiosos
fundamentalistas, exhiben un obstinado comportamiento que raya en la
intransigencia y el sectarismo. Por ello, actúan como personas obstinadas y
recalcitrantes, incapaces de atender otro llamado que no sea el que
ideológicamente consideran único. Los segundos, son aquellos que buscan
acaparar todo lo posible a costa del perjuicio ajeno. Es egoísta e
impertinente, por naturaleza. Su carencia de valores políticos, hace del lambucio
una persona “que actúa servilmente o halaga a alguien con el fin de conseguir
algún beneficio” (Nuñez, R y Pérez, F.J. Diccionario del habla actual de
Venezuela. UCAB, 1994, Caracas)
Entre estos cuatro tipos de individuos, el
Servicio Bolivariano de Inteligencia, SEBIN, recluta los más aptos para que
actúen como colaboradores anónimos o acusadores sin nombre ante el “peligro”
que para la revolución representa el pluralismo político. Es decir, la
“amenaza” que se cierne sobre la consistencia dictatorial, y así reconocer que
“Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de
Justicia (…)” tal como lo establece la propia Constitución Nacional. Esto deja
ver que el SEBIN concibe cualquier actitud de protesta, pese a su legitimidad y
derecho político y constitucional, como vulgares acciones subversivas y
terroristas, dirigidas a “causar incertidumbre, romper el hilo constitucional y
proyectar al exterior una imagen de ingobernabilidad” (Memoria y Cuenta de la
Vicepresidencia Ejecutiva, 2014. En: El Nacional, 5 Abril 2015, p. 2)
Con esta consideración, el SEBIN se plantea
animar la delación o acusación entre venezolanos al exaltar la figura de un
“pueblo cooperante” con sus redes de inteligencia a fin de “dirigir información
a nuestros gobernantes para la toma de decisiones en pro del soberano” (Idem).
Si bien, estos delatores pudieran tener cabida en el medio penal, dado los
intríngulis de fechorías y vilezas de índole criminal, en el ámbito político
lucen cuales depredadores o carroñeros. Su servicio sólo tiene sentido en
tiranías o regímenes que se valen del descarnado fascismo, para urdir graves
mentiras de las que se vale el gobernante para imponer la mordaza y el temor
que el terror de decisiones infundadas pueden causar en el espíritu democrático
y libre de la sociedad. Así que si esta figura de “patriota cooperante” no
existe en el ordenamiento jurídico venezolano. Ni tampoco cabe al lado de los
derechos y garantías constitucionales. Entonces, ¿por qué el empeño del régimen
de estimular tan indigna labor? Ateniéndose al carácter ilegal e inmoral de
ello, no será difícil determinar ¿cuánto vale un “patriota cooperante”?
VENTANA DE PAPEL
ENTRE SAPOS Y RESIGNADOS
Las realidades son inexorables. Eso es
indiscutible. Pero más aún, irreversibles. Sobre todo, si se atiende las
influencias y exigencias que las distintas dinámicas demandan. Esta forma de
describir las situaciones que embargan la vida, dan cuenta de los cambios a los
que vienen sometiéndose los pueblos. Ninguno escapa a dichas contingencias.
Venezuela, si bien se ha visto atrapada en ese marasmo, sus variaciones han
tomado un rumbo no sólo inesperado. Peor aún, alejado de los giros que
caracterizaron la movilidad de países muy semejantes en su idiosincrasia a
Venezuela. Sólo que ésta se desvió del camino por el cual transita la
democracia. Aunque ofuscada por dicha razón, comenzó a vivir un periplo de
contrariedades que marcaron su separación de amplias tradiciones que le
depararon nuevas actitudes totalmente ajenas a las que históricamente pudo
cultivar.
El régimen que el pueblo se dio mediante el
voto secreto, universal y directo, en 1998, destempló condiciones que en un
principio animaron el devenir de una población que, a pesar de múltiples
dificultades de toda índole, siempre vivió con la esperanza de disfrutar un
país cuya calidad de vida fuera referencia mundial en todos los sentidos. Pero
además, ese proceso político signado por las elecciones presidenciales de
finales del siglo XX, sirvió para que el país se desencajara históricamente de
algunos logros hasta ese momento alcanzados. Especialmente, en cuanto a
desarrollo económico, No así, en desenvolvimiento político. Esto llevó a que la
población venezolana comenzara a insumirse en procesos políticos seriamente
estropeados. Y que derivaron en saltos o interrupciones del modo de concienciar
en el venezolano valores de autoestima y de respeto al otro. Fueron momentos en
que se fraguaron actitudes un tanto discordantes con nociones de civilidad y
preceptos de urbanidad a los que décadas atrás aludió el Manuel de Carreño.
La cultura política del venezolano se
desarticuló tanto, que se convirtió en causa de intolerancia, insolidaridad y
desvergüenza. Fue así como la sociedad se vio fracturada en su esencia
ciudadana. Políticamente, se radicalizaron acciones que terminaron partiéndola
en más de tres secciones. Tan crudo fue ese proceso, que buena parte de la
población sencillamente se resignó a sobrellevar las inclemencias de un régimen
que creció en odio, egoísmo e incompetencia.
La gestión de gobierno se redujo a meras
acciones proselitistas. Más, cuando se extraviaron objetivos de desarrollo que
empleó el gobierno para ganar afectos.
Hoy Venezuela pareciera haber
desparecido del mapa geopolítico latinoamericano por la mediocridad que sembró
en cada decisión tomada.
Ahora el régimen busca valerse de soplones para
informarse de lo que a su alrededor acontece. De manera que en medio de tanto
desespero, la tendencia es a vivir entre sapos y resignados.
¿CREYENDO EN PAJARITOS “PREÑADOS”?
“Tanto va el cántaro a la fuente hasta que se
rompe”. Así habla la sabiduría popular. Esto para decir que “no hay mal que
dure cien años”. El régimen no sólo sigue engañando a incautos, ilusos y hasta
muy encopetados profesionales. Basta con advertir algunas de sus artimañas para
entender que todo su discurso se cae por su propio peso. Es como ver un ave
volar luego que un furtivo cazador alcanza a apuntarle un certero disparo. Sólo
que el plomo se aloja en una de sus alas. Razón por la que su vuelo augura una
pronta caída. Lejos de dignificar al pueblo, el actual régimen populista, que
solapadamente reivindica el socialismo, se empeña en hacerlo cada vez peor.
Ahora procedió a imponer una nueva
devaluación sin así denominarla. Esta vez “disparó a quemarropa”. Con la excusa
de que no hay divisas, pues la corrupción “habilitada y apadrinada” hizo
desaparecerlas como por acto de magia, decidió castigar a viajeros y a quienes
hacen uso de dólares Internet. Una providencia de CENCOEX restringió
excesivamente solicitudes de dólares lo cual afecta un grueso de la población.
Ni siquiera porque muchas de estas personas firmaron contra el decreto Obama, o
porque son afectos al régimen. O es que siguen ¿creyendo en pajaritos
“preñados”?
“Cuando un gobierno vive con miedo e ilegitimidad, acude a individuos sin dignidad para buscar en ellos la información equivocada que le resuene vital al propósito de sembrar demagogia, exclusión e injusticia necesaria a su necesidad de usurpar el poder político y económico”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
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