Aseguran
varios analistas que Raúl Castro fue uno de los ganadores de la reciente Cumbre
de las Américas. Puede que sí, pero es más probable que lo que allí se haya
ganado sea la rifa del tigre.
Antes
que contabilizar en forma minuciosa las ventajas y desventajas de una
coyuntura, conviene medir el triunfo o el fracaso del hermano menor del
comandante a la luz del futuro probable del régimen cubano y de las ideas en
las que se apoya. Si el castrismo encarna el porvenir, entonces los hechos
recientes le dan un oxígeno considerable. Si no, la cumbre es otro clavo más
para el ataúd.
Una
paradoja de nuestra época es que al tiempo que Estados Unidos se ha debilitado
en el subcontinente, sus rivales regionales no se están fortaleciendo. Viene,
pues, un cambio y ganará la partida quien lo aproveche mejor. Lleva en ello
obvia ventaja Estados Unidos, ya que apenas tendrá que alterar una parte de su
política, mientras que en Cuba y en aquellos países con economías inviables son
las propias estructuras económicas y políticas las que están en juego. Ningún
dictador, sobre todo si lleva décadas mandando, cambia por gusto. ¿Qué sentido
tiene modificar tu receta si es ganadora? No, el poder cambia cuando no hay de
otra.
Fidel
Castro dijo famosamente en 1953: “La historia me absolverá”. Pues bien, ha
estado 56 años en el poder, ahora representado por Raúl, y en estos días acaba
de realizarse la primera encuesta que se conozca sobre las preferencias de los
cubanos. En ella los hermanos Castro se rajan. La muestra fue tomada en forma
clandestina por la compañía Bendixen & Amandi para Univisión y el
Washington Post (ver: http://bit.ly/1FGSPDP) y su base es bastante amplia.
Destaquemos un solo dato: entre los menores de 49 años, Fidel Castro tiene una
aprobación del 42%, Raúl Castro del 45%, en tanto que Obama llega al 83% en ese
mismo grupo de edad y al 80% en la totalidad de los encuestados.
De
resto, los cubanos jóvenes desaprueban el sistema económico, quieren abrir sus
propios negocios o vivir fuera del país, no creen que la dictadura se vaya a
ablandar y desean un cambio, casi cualquier cambio. Contradicen, sí, al exilio
de Miami en que están abrumadoramente a favor de la apertura de relaciones con
Estados Unidos y del fin del bloqueo. La encuesta desnuda la realidad cubana y
puede leerse en clave de futuro: viene algo muy distinto, de eso no cabe duda.
Y
pensar que todo comenzó como una saga romántica, llena de discursos altisonantes
y de machismo lírico, que proponía la creación de un “hombre nuevo”, ni más ni
menos. ¿Había que matar por el camino a muchos miles? No le hace. El lema era:
“vencer o morir”.
Pero
según se vio en Panamá con un Raúl Castro envejecido al que su secretario tenía
que recordarle tiro por tiro los detalles de su largo memorial de agravios, los
héroes románticos de todo tipo terminan atrapados por la historia y envejecen
mal, entre otras razones, por narcisos y porque no saben cambiar.
La
de Cuba es también la historia de las oportunidades perdidas. Pronto el timón
caerá en nuevas manos y ni una larga estampida de canciones revolucionarias,
salpicada de imprecaciones antiimperialistas, podrá evitar los virajes. La
pregunta no es si habrá cambio en la isla, sino si se hará a ritmo de rumba, de
mambo o de bolero.
Andres Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes
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